CAPITULO 2. ADAPTACIÓN.

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¿Kira? Mi maldito nombre es ¿Kira? ¿Tengo nombre de perro?

No quiero ofender a nadie, pero el chihuahua de mi vecina así se llamaba y era sumamente castrosa, no podías acercarte 30 cm a su puerta porque no dejaría de ladrar.

Increíble.

Moví la cabeza en señal de negación mientras entraba a la casa de los que decían ser mis padres, por ahora.

La casa era bonita, sencilla y te hacía sentir cómodo con tantas plantas como decoración y algunas piezas de arte en la pared. Los señores tenían buen gusto. Mi casa (de momento) se encontraba en las afueras de la ciudad, era realmente tranquilo porque no escuchabas el bullicio de los autobuses o motos y los gritos de la gente vendiendo cosas, me gustaba. En el primer piso se encontraba la sala, cocina y un baño, subí las escalones y arriba parecía ser dos habitaciones; una de las puertas tenía varios stickers pegados de mariposas, flores y arcoíris.

No hacía falta ser adivino para saber que esta sería mi habitación.

Toque el picaporte para abrir, pero me detuve, sentía que tenía que pedir permiso, así que miré a mis espaldas buscando un permiso mental por parte de los padres y ellos me lo concedieron, con una sonrisa y un movimiento de mano me indicaron que entrara.

El cuarto era como me lo imaginaba, estaba decorado en tonos rosas y blanco, una cama individual, un escritorio lleno de post it y libros de la universidad.

Todo parecía estar como si Kira hubiera dormido ayer aquí.

Había una ventana con vistas a la calle y a lado un mueble grande, supongo que su ropa estaba guardada ahí, así que lo abrí y ¡sorpresa! La chica tenía tanta ropa como si fuera una tienda, incluso estaba acomodado de acuerdo con los colores, todo muy organizado. La chica coleccionaba más ropa que su hermana...su hermana.

Un dolor atravesó su corazón, su hermana debe estar preocupada. Ella nunca lo diría en voz alta, pero estaba seguro de que lloraría su perdida.

Me senté en la cama y sin decir nada me recosté, de repente lo único que quería hacer era dormir y desear que cuando despertara, mi hermana estuviera moliéndome a golpes por entrar a su cuarto sin su permiso.

Eso no sucedió. Mi hermana no me despertó.

Fue una suave mano que tocaba mi hombro tratando de despertarme

Kira, levántate por favor, tienes que comer. Ya oscureció y no has comido nada. Por favor.

Quería ignorar esa voz, pero las palabras que salían me lastimaban el corazón, no quería seguir hiriendo los sentimientos de la mujer por lo que abrí los ojos y acepté comer.

Bajé las escaleras y fui directo a la mesa, ya se encontraba servida la comida y no pude evitar mi mirada sorprendida. Mi porción era tan pequeña que, conociéndome, en un bocado podía terminar con todo. No quise hablar de más, tomé asiento y empecé a comer con ganas. El sabor de la comida me llevo al cielo, después de estar comiendo esas sopas sin sabor en el hospital, esto resultaba una delicia. Amablemente pedí otra porción a la mujer que con rapidez me sirvió.

Estaba satisfecho, otro día más en el hospital y me aseguraría de buscar al cocinero para darle un par de consejos.

Y sí, aunque no lo crean, sé un par de consejos de cocina y me gusta practicarlo. A papá le gustaba cocinar y cuando tenía tiempo me enseñaba.

Papá, también te extraño.

Antes de que la tristeza volviera a cubrirme, me levante de la mesa con mi plato y vaso para dejarlos en el fregadero. Después empecé a observar cada una de las cosas que había en la casa, quería saber dónde estaba cada objeto, podía sentir las miradas de la pareja sobre mis hombros, pero seguí con lo mío.

RENACER-MEWGULFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora