Durante las siguientes dos semanas no me atreví a abrir otra carta, sabía que eran dos, pero papá había dicho que una estaba incompleta y él no se había atrevido a completar lo que mamá quizá quería decir — debo admitir que tal vez papá no se sentía listo para escribir porque sé que posiblemente sabía lo que estaba en la mente de mamá al redactar esa carta — no cuestioné de más, apenas tenía tiempo para tomar las comidas con él y ayudarlo en el aseo porque después de mi cumpleaños tuve que volver a mis estudios para los exámenes a la universidad, cada vez estaban más próximos y ni siquiera yo sabía que mis nervios podían ir en aumento.
Era alguien que solía obtener buenas notas, no era el número uno pero ser el número cuatro me venía bien personalmente, mi vida iba un poco acelerada y por el momento no quería sacrificar algo más para llegar a ser ese número uno. Debo admitir que no soy tan ambicioso como para darme noches en vela repasando las guías llenas de diminutas palabras, pero era lo suficiente para poder conseguir un buen resultado en las pruebas que la escuela me traía, ignorando ese seis en álgebra por supuesto.
Estábamos a pocos días de que febrero terminara, era un miércoles medianamente pesado, pues las materias que tocaban en el instituto siempre atraían un poco más de estrés. Mis amigos y yo nos situamos en una mesa cualquiera para tomar el almuerzo después de que el profesor Garden nos dejara libres. Mandé un mensaje a Denna al no visualizarla con su grupo de amigas, al parecer no había podido salir al descanso porque la dirección estudiantil la necesitaba, a veces no entendía por qué no pedía una compañera ya que usualmente le cargaban la mano, probablemente no lo había hecho porque ella era una de esas chicas que podía ocuparse de todo un poco aplazando otras sin querer. Habíamos hablado un poco del tema y pude entender que ella tenía que hacer un par de cosas porque era difícil conseguir que los maestros confiaran en el trabajo de otra persona, yo la ayudaba en lo que podía, aunque ahora estaba siendo considerablemente difícil el simple hecho de pasar tiempo juntos.
Todo se resumía en tareas, estudio, preocupaciones y sí, más tareas. Teníamos llamadas por las tardes o noches y destinábamos tiempo para vernos después de mi voluntariado. Era en estos momentos en los que nos necesitábamos y por supuesto que sabíamos que estábamos, tan sólo, no quería que ninguno terminara por darse por vencido, odiaba esa parte de mi mente que me mantenía presente ese pensamiento.
Me deshice de mi nube y bajé al mundo real en el que verdaderamente corría el tiempo. Mi sándwich estaba a medio comer y mi jugo de manzana no había disminuido su contenido. Necesitaba la energía para el resto del día, así que con buena gana empecé a comer más rápido a la vez que seguía la conversación de mis amigos, en realidad, sólo asentía o negaba con la cabeza.
—¿Pueden creer que ese señor aburrido nos haga ir a la biblioteca? —Escuché a Camila bufar. —Digo, ¿Qué tiene en contra de la tecnología? Existe justamente para no complicarnos de más la existencia.
—Quizá quiere que sepamos buscar en las secciones de las bibliotecas para un futuro, además, Cami, es historia, es razonablemente más comprensible por eso. —Comentó de regreso Francis que estaba a un lado de Jacob y miraba de frente a Camila.
Volteé hacia ella pensando en una idea para que su sonrisa apareciera nuevamente.
—Podemos ir juntos ¿No? A la última tenemos física y si tenemos suerte la señorita Burke se apiadará de nosotros... podemos ir a la cafetería que te gusta después de eso. —La animé.
—¿Me van a comprar un helado? —Hizo ese puchero con su labio inferior al que nosotros no podíamos decir que no.
Todos asentimos a la vez y los finos labios de la chica se curvaron en una sonrisa. Apartó el mechón de cabello lacio y pelirrojo que siempre se colaba por su frente y arrugó la pequeña y respingada nariz que poseía.
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Cartas de mamá [Completa]
Short StoryEvans no tiene demasiados recuerdos de su madre. Había crecido con su padre en un departamento situado en un vecindario en el centro de la cuidad. Vivía feliz, por supuesto, dentro de lo que cabía, por momentos sentía el vacío que sólo podía ocupar...