VII

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Minho seguía estrictamente cada regla que aquel hombre decía, desde el principio al final. Colocando los mismos ingredientes en cantidades bien medidas, necesitaba que la pasta quedará perfecta.

—Minho, ¿por qué tardas... tanto? —el corazón de Jisung se aceleró cuando su vista se dirigió a los fuertes brazos del castaño, la camisa que traía puesta estaba arremangada, y desde su lugar podía ver las venas sobresalientes, dando un toque sumamente sexi. Optó por subir su mirada y evitar a toda costa volver a ver sus brazos si no quería tener un problema.

—P-Perdón, he tardado en hacer la pasta —murmuró dejando de amasar su mezcla para prestarle atención.

Han sonrió con ternura. Minho tenía rastros de harina en su cabello y rostro, parecía que había jugado con la fécula más que estar cocinando. Rió suavemente acercándose al mayor con una sonrisita.

—Bueno, ¿en que te ayudo?

—Y-Yo... —tardó en procesar lo que estaba pasando—. Aún no tengo la salsa para la pasta.

—Despreocúpate de eso, yo la haré —Jisung se dirigió al refrigerador  para sacar los ingredientes necesarios. No era un gran experto en la cocina, pero su madre le había enseñado lo básico.

Se inclinó lo suficiente para sacar los tomates, casi se va de frente cuando la mano de Minho fue a parar a su trasero. De inmediato se enderezó.

—¿Qué rayos haces?

—Tenía que hacerlo —rió ante el rostro completamente rojo de Jisung.

Han decidió pasarlo por alto, solo esperaría el momento perfecto para su dulce venganza.
Mientras preparaban la cena, se instaló un ambiente hogareño y cálido, para nada incómodo a como Minho lo había pensando, con pequeñas pláticas acerca de temas triviales y una que otra risa por comentarios bobos.

—Listo —ambos hablaron al unísono, riendo al final.

Minho se encargó de llevar los platos al pequeño comedor que constaba de dos personas. Su departamento era reducido pues no solía tener visitas, debido a que vivía solo y su hermana le visitaba cada largo tiempo, no necesita de un extenso comedor. A excepción de su cama, esa sí era grande. La había comprado con el pretexto de moverse demasiado cuando dormía.

Dejó los platos en la mesa y volvió a la cocina, no sin antes dar un pequeño salto en su lugar cuando sintió la palma de Jisung estampar con su trasero.

—Lo siento, tenía que hacerlo —imitó la voz de Minho con gracias mientras se encogía de hombros.

—¡Me las pagaras! —se acercó al rubio amenazante.

Han temió por su bienestar y salió corriendo a la sala que estaba a escasos pasos.

—¡T-Tú empezaste! —aclaró colocándose detrás del pequeño sofá en la sala, era lo único que lo separaba de Minho.

Lee negó mientras sonreía de manera macabra. Con rapidez corrió por el lado derecho para tratar de alcanzarlo sin embargo Jisung logró escabullirse corriendo despavorido a lo que parecía ser la habitación del mayor. Minho logró alcanzarlo tumbandolo en la cama, quedando él encima.

Levantó la vista para apreciar el rostro de Han. Una sonrisa pintaba su rostro acanelado dándole un toque tierno, la melena rubia era ahora un desastre total. Inconscientemente sonrió al percatarse del brillo en los ojos de su pequeño.

Sus respiraciones eran rápidas por la reciente persecución y lograban combinarse por la poca distancia que había entre sus rostros.

Mantuvieron el contacto visual por largos segundos, memorizando cada pequeño detalle del rostro contrario, disfrutando de la cercanía entre ambos cuerpos, un ambiente perfecto para-

—La comida se enfriara —murmuró Jisung apartando la mirada.

—Oh, tienes... Razón —Minho se levantó y suspiró decepcionado. Pero se convenció de que tal vez sería demasiado pronto.

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