CAPÍTULO 8: UNA MONEDA Y CUARTO

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POV Alba

María y yo volvíamos con calma del museo, en busca del coche. Ninguna de las dos estaba prestando atención a la otra. Cada una estaba pensando en lo suyo y yo no paraba de repetir en mi mente los sucesos de hace unos minutos. 

La despedida con Natalia había sido un poco incómoda. Mari saltó a sus brazos para darle las gracias por venir y Natalia se emocionó. No dijo mucho pero se le veía en los ojos que a pesar de como nos comportamos durante la visita, estaba contenta. Cuando le tocó despedirse de mi no sabía que hacer, era obvio que no quería tener contacto físico conmigo. Decidí darle un apretón de manos, yo que sé porqué. Natalia, aun con notoria incomodidad lo correspondió y me dijo que ya nos veríamos. Después de eso simplemente se despidió alzando la mano y se fue hacia su casa.

Habían pasado por lo menos 10 minutos pero seguía pensando en ese apretón. Había tenido una sensación...extraña. Tampoco sabría definirla y tampoco le iba a dar mucha importancia. Seguro que se pone alguna crema hidratante rara de esas de bohemia.

-Mira, ahí está el coche. -Dijo María señalándolo. Por un segundo pensaba que se había olvidado de donde estaba-.

Abrimos las puertas del coche y nos sentamos. Me puse el cinturón y María hizo lo mismo. En vez de arrancar, me observó.

-Bueno, ¿Te ha molado la visita?

-Ha estado bien. Si Natalia no hubiera sido tan cargante hubiera sido mejor, seguro. 

-Bah, eso ha sido porque no os conocíais y tu le has pillado justo diciendo algo que no tendrías que haber oído. -Intentó quitarle importancia. Yo no estaba para nada de acuerdo-.

-Pues mira, mejor haberlo escuchado e ir de frente. Paso de la gente falsa. -Dije molesta, es que encima la defiende-.

-Yo creo que solo necesitas conocerla un poquito más. Ya sabes, darle una oportunidad. -Insistió-.

-No estoy interesada. Por mi como si no la vuelvo a ver. -Mi orgullo por encima de todo-.

-Ya cambiarás de opinión. -Murmuró para si misma. Lo escuché perfectamente pero no quise responder- ¿Sabes qué hora es?

-Mmm... -Miré mi reloj- las tres y media. ¿Por? ¿Tienes prisa?

-No, no. De hecho vamos genial de tiempo. 

María arrancó el coche. Empezamos a ir hacia mi piso. Ella iba comentando algo sobre El Jardín de las Delicias y lo apenada que estaba. Parecía ser que tenía muchas ganas de verlo. Quise responder cuando de repente sentí un pinchazo muy fuerte en la cabeza. Tenía la sensación de que había hecho un mal gesto así que me quedé sentada mirando al frente, sin prestar mucha atención a lo que me decía. Estaba centrada en ver si seguía doliendo. De repente sentí que el dolor desaparecía, como si nunca hubiera estado ahí. Qué raro.

-¿Qué pasa, estás bien? -Dijo observándome-.

-María haz el favor de mirar a la carretera. -Espeté, seria. No me mola nada que la gente se despiste- Y estoy bien, me ha dado un pinchazo un poco fuerte en la cabeza pero nada importante.

-Ah, ¿Seguro que estás bien? -Insistió, esta vez con la mirada puesta en las calles-. 

-Sí, sí, tranquila que no ha sido nada. Tal vez Natalia esté hablando fatal de mí y en vez de pitarme un oído me pita la cabeza entera.

-Jajaja, no seas exagerada. Esa persona, a pesar de tus negativas por verlo, es un bollito de pan. Dudo mucho que diga nada de ti, ni de nadie. 

La conversación terminó con esa respuesta. Entre otros comentarios sin importancia y sin apenas darnos cuenta, llegamos a mi apartamento. Me despedí de ella y subí a casa. Tres pisos se me hicieron un mundo cuando empecé a sentir un cansancio bastante importante sobre mi. Abrí la puerta y después de saludar a Queen me fui directa a la cama, necesitaba descansar y una siesta me iba a venir de lujo. 

Universos InfinitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora