Capítulo Doce.

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Tres días después, Joohyun entró en la cocina brillante y acogedora de la casa de su infancia y abrazó a su hermana Ji Hye, a la que se aferró unos segundos absorbiendo su consuelo callado e incondicional. Siempre habían estado unidas, a pesar de una vida entera oyendo a su padre señalar sus diferencias. Eso podría haberlas separado, pero esa era una relación en la que Joohyun se negaba a permitir que influyera Bae Seung Heon.

No había sabido nada de Junmyeon desde que le hizo su confesión. Había intentado evitarlo, pero había acabado haciéndole daño, como temía. Pero no había querido guardar el secreto ni un segundo más. Se había enamorado de él y, cuanto mayor eran sus sentimientos, más le pesaba la carga de su silencio.

La destrozaba respetar sus deseos y darle tiempo. Cada segundo que pasaba sin tener noticias suyas era como el tictac de una bomba en su cabeza. ¿Cuánto tiempo más necesitaba? ¿Y se quebraría ella antes de que eso ocurriera, iría corriendo a buscarlo y confesarle otras cosas que sospechaba que no estaba preparado para oír? Y menos después de que hubiera sido portadora de noticias tan devastadoras.

Bae Hye Soo besó a su hija en las mejillas y le tendió un cóctel antes de que ambas se reunieran con Yunho y Ji Hye en la isla en la que compartían con The Korea Times . El brunch del fin de semana se había convertido en una tradición de los Bae. Si se perdían una semana, Hye Soo se quejaba de su falta de compromiso con la familia. Y a pesar del periódico desplegado sobre la encimera de mármol, estaba terminantemente prohibido hablar de negocios.

Joohyun no tenía buenas noticias en ese campo. La compra del Edificio Morris, como todo lo demás de su relación con Junmyeon, estaba en la cuerda floja. La única comunicación que había recibido del despacho de él eran unos planos para la reforma que le había enviado Kyungsoo por correo electrónico.

Yunho alzó la vista del artículo que leía.

—Papá quiere hablar contigo —la preocupación que apagaba sus ojos hizo que a Joohyun le diera un vuelco el estómago. Se bebió de un trago el cóctel. En su experiencia, las frases que empezaban así nunca llevaban a nada bueno.

—¿De qué? —¿había visto su padre la foto de Junmyeon y ella saliendo juntos del restaurante el día de su cumpleaños?

Los otros tres la miraron comprensivos. Fuera lo que fuera lo que quería su padre, estaba sola. Y podía adivinar de qué se trataba.

—Está en su despacho —dijo Yunho.

—Toma, llévate esto —Su madre le apretó los hombros y le dio un segundo cóctel—. Y dile que la comida estará lista en cinco minutos.

Joohyun salió de mala gana en busca de Seung Heon, preparándose para el criticismo inevitable que la esperaba.

En cuanto entró en el despacho, se le erizaron los pelos de la nuca. Había llegado la hora de la verdad. Dejó su copa en el escritorio.

—Mamá dice que el brunch estará listo en cinco minutos.

—Siéntate, Joohyun.

La joven suspiró. Viejos demonios empezaban a emerger. Echó los hombros hacia atrás.

—Me quedaré de pie. ¿Querías hablar de algo?

Si se quedaba de pie, podría salir más deprisa. El cuero cabelludo le cosquilleaba igual que le ocurría de niña cuando tenía una nota especialmente mala o la habían llamado al despacho de la directora por «perder el tiempo» o «soñar despierta».

Seung Heon apretó los labios de un modo que dejaba traslucir su descontento. Eso la aterrorizaba de niña, cuando empezaba a darse cuenta de que era distinta a sus hermanos, y la destrozaba en la primera adolescencia, cuando sus excusas por tener malas notas le hacían más daño que las críticas directas de él.

If It Is You [SURENE] -ADAPTADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora