Día 3

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Día 3: Aromático

"Los aromas son ese elemento intangible que siempre tiene una base tangible. Son los que te hacen recordar. Son los que te llevan a casa. Hay olores que trasmiten paz"

—…te digo, le va a poner Amortentia. Así cualquiera consigue la atención de-

—Sirius, cállate.

Sirius apuntó a Regulus con una falsa expresión incrédula, como si dijese un "¿ves cómo me trata?". Lily sólo contuvo una risita.

—Estoy segura de que no le va a poner Amortentia —aclaró ella.

—Eso es porque no le voy a poner Amortentia —Regulus bufó—. Incluso si lo intentara, Severus no caería en ese truco.

—Ya lo intentaste, ¿verdad? —Sirius no pareció sorprendido.

—No fue tan premeditado como suena —Regulus carraspeó—, en realidad, sólo me puse unas gotas encima para probar qué pasaba…

—Ya le puso Amortentia —Sirius se giró hacia Lily, quien sólo negó y les hizo un gesto para indicarle que se fuesen.

—Vayan por esos chicos. ¿Estás seguro de que lo tienes listo? —Lily se dirigió a Regulus en tono más suave.

—Sí, tranquila, confío en este.

Sirius alternó la mirada entre uno y el otro.

—Yo también tengo el mío listo, gracias por su preocupación como hermano y compañera, ah, estoy conmovido, voy a llorar.

Lily lo escuchó quejarse todo el trayecto hacia la Torre de Gryffindor.

En cuanto entraron, James los saludó con entusiasmo, fue ignorado como de costumbre por Lily, y acabó pasándole un brazo sobre los hombros a Sirius para arrastrarlo junto a los demás Merodeadores.

Sirius esperó hasta la noche, con el obsequio en el bolsillo. Cuando James estaba dándoles su informe diario de rechazos de Lily, Peter se comía unas galletas sacadas de quién sabía dónde, y Remus se bañaba, se coló hasta la cama de este último y deslizó el regalo dentro de su libro de turno.

Cuando estuviesen listos para ir a dormir y Remus tomase el libro para leer un poco tras su dosel, la tarjeta caería. Un marcapáginas de un sencillo diseño marrón, que cambiaba entre los olores de una cocina, de pastel horneado, de chocolate, de una cena en Hogwarts, a los de las noches de luna llena, tierra mojada, césped, dependiendo de la tensión en la página en que tuviese sus ojos.

Remus sonrió y leyó durante la noche acompañado de esos aromas.

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Severus lo encontró en su cama y se hubiese preocupado, de no saber que formaban parte de ese extraño ritual de los regalos. No le gustaba que se acercasen a sus cosas. Supuso que lo levitó hasta allí y encontró el baúl con su nombre, porque ninguno de sus compañeros había visto a alguien entrar.

Dejó a un lado el cuaderno en que ahora copiaba todo lo que ideaba a lo largo del día, se sentó en la cama, con el dosel cerrado, y revisó el estrecho tubo. Tenía una base redonda y una tapa removible, pero estaba vacío.

Cuando pensó que hubo algún error, notó destellos luminosos de color púrpura levitando en el tubo. Un aroma picoso lo inundó. La sorpresa lo convirtió rápidamente en canela, clavo de olor, y al entender lo que pasaba, apenas se calmó, percibió la agradable vainilla y un toque de almizcle.

Era una especie de vela aromática que no se acabaría y cambiaba con cada emoción que pudiese sentir al tenerlo cerca, adaptándose para acompañarlo y relajarlo. Severus estaba muy curioso acerca de su funcionamiento, por lo que la mantuvo junto a su almohada e hizo varias notas sobre ella en su cuaderno.

Y fue sólo la primera noche que lo dejaba a su lado para dormir. Luego se haría una costumbre.

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