-Capítulo 4-

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En la mañana me desperté temprano para preparar el desayuno, el doctor me había dicho que Mateo no puede comer alimentos pesados entonces decidí hacer jugo natural y un sándwich de verduras, puse todas las cosas en la mesa y fui a despertar a Mateo para que desayune algo nutritivo.

- A despertar bella durmiente, es hora de desayunar. -dije mientras abría las cortinas.

- Cinco minutos más Afra. -respondió Mateo medio dormido.

- No creas que solo por el hecho de que estés herido vas a estar todo el día en la cama, deja de lado la pereza y levántate. -ayude a que se levante para poder ir al baño, luego lo ayude a bajar las escaleras para que pueda desayunar.

- ¿Y los panqueques dónde están?

- Nada de panqueques, el doctor dijo que no debes comer nada pesado así que prepare un desayuno más nutritivo.

- Espero poder recuperarme pronto para poder comer mis panqueques.

Después de desayunar quería salir un poco para relajarme, Mateo esta mucho mejor y luego de ese horrible susto que tuve me gustaría respirar aire fresco y relajarme un poco, en la noche no pude dormir muy bien, recordaba lo que sucedió en el hospital y en la casa de Agnes, cada vez que esas imágenes volvían a mi cabeza no me sentía bien, mi estómago daba vueltas, quería llorar, mi corazón se aceleraba y me faltaba el aire; tenía miedo de perder a Mateo, no veo mi vida sin él a mi lado, es mi mejor amigo desde que soy pequeña, fue él quien me salvo la vida tantas veces, haría hasta lo imposible para que este bien, solo quiero verlo feliz.

- Mateo ya voy a salir, si necesitas algo me llamas.

- Tranquila Afra, estaré bien, ve a relajarte un poco, ya me cuidaste mucho.

Decidí ir al parque para caminar un poco, puedo ver a muchas personas, algunas familias paseando a sus perros, muchos niños jugando, otros leyendo sentados bajo un árbol, al estar en un lugar tan tranquilo me siento relajada; muchas personas prefieren estar en sus casas viendo televisión o jugando juegos en sus computadoras, a mi no me gusta eso, prefiero estar al aire libre.

- Buenos días jovencita, ¿me podrías alcanzar mi sombrero? -dijo amablemente un anciano sentado en una banca.

- Buenos días señor, no se preocupe yo se lo alcanzo.

- Gracias jovencita, ¿Qué haces en el parque sola, estás esperando a alguien?

- No estoy esperando a nadie señor, solo vine a caminar un poco para relajarme.

- Es bueno saber que aún existen jóvenes que les guste salir a caminar y relajarse, hoy en día todos prefieren estar frente a esos aparatos.

- Estoy de acuerdo con usted, no logro comprender que le ven de divertido.

- Eres una jovencita muy bonita e inteligente.

- Gracias, me alaga con esas palabras, ¿y usted que hace tan solo sentado en esta banca?

El anciano bajo la mirada un momento, dio un suspiro y dijo:

- Te diré algo jovencita, vive tu vida al máximo, porque cuando seas vieja nadie te querrá, solo te abandonaran.

- No diga eso, tal vez haya personas así, pero también hay personas que sin importar cuanto tiempo pase, siempre seguirán a su lado.

- Me gusta tu forma de pensar, que lindo sería se hubieran más personas como tú.

- Estoy segura de que hay más personas que piensan igual que yo, solo que están en algún lado.

No quería dejar al anciano tan solo en el parque, me senté a su lado y seguimos charlando, me contó muchas historias, cada una más divertida que la otra, hasta que me fijé que tenía un anillo de matrimonio en su dedo, no pude contener la curiosidad y le pregunté.

AfraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora