Kurapika se enfrenta a un nuevo desafío, mantener el territorio sagrado de los kurtas y los ojos que enterró allí hace años a salvo de las garras del estado y los privados que los desean, protegiendo las reservas y recuperando para protección lo que por derecho le pertenece. Sin embargo, este tipo de problemas es manejado por una entidad que nunca antes había enfrentado directamente: La justicia del humano promedio y su burocracia. Mientras lleva a cabo este proceso difícil y desgarrador, Leorio lo busca después de un abrupto corte a su relación para ayudarlo, como siempre, a las malas. Sin embargo, el recuerdo constante de un amor nostálgico es difícil de olvidar. Como testigo de aquellas viejas pasiones se encuentra la ciudad de York Shin, la cual es tal vez, junto con un barman, la única confidente de todas las vivencias e implicancias de aquel vinculo tan añorable como vertiginoso. Kurapika y Leorio recordaran aquel pasado que los une e intentaran sobrellevar su presente, intentando salvar las cosas importantes y a ellos mismos en aquel proceso.