CAPITULO 3: "Paraíso"

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De regreso en casa, la sala se encontraba llena de maletas, pero no había nadie allí. Desde la escalera Victoria, podía escuchar las órdenes que lanzaba su madre a su hermano y papá, para que bajaran el resto del equipaje, el que parecía ser parte de una mudanza y no unas vacaciones de 3 semanas. Con la cabeza hecha un lío entre Jackson y la aparición de Andy, decidió no asomarse ni por un segundo en esa locura, es más, tomando una larga bocanada de aire subió prácticamente corriendo a su habitación, aun le quedaban un par de cosas que incluir en su única maleta.
   Unos minutos más tarde, en la sala, con su equipaje listo y algo más calmada escuchando a todo volumen a su banda favorita, con los auriculares puestos (obviamente), aguardó a que llegara su papá, en algún momento él iba a buscarla para hablar. Sabía que querría tocar el tema del "viaje".

    Afortunadamente para cuando todos bajaban por la escalera principal, unos golpes en la puerta, les indicaron que el auto ya había llegado a recogerlos.

  Tranquilamente observó a su madre abrir la puerta y recibir al que al parecer era el encargado de llevarlos, impecablemente vestido de traje y corbata negra, pero con un alborotado cabello entre rubio y castaño claro, sin duda apuesto y joven, cosa que provocó que Jamie, agitara un par de veces sus pestañas con coquetería. Victoria, solo observó todo a su alrededor con la música a todo volumen, mientras su mamá intercambiaba un par de palabras con el trajeado o al parecer el joven "chofer", quien le hizo señas a otras dos personas que en un segundo estuvieron en la sala llevando el equipaje para uno de los dos elegantes autos todoterreno que llegaron a recogerlos. Absorta en cómo su madre siempre quería demostrar que era superior a aquellos trabajadores, no se dio cuenta cuando su papá tomó asiento junto a ella. Soltando el aire con pesar pausó la música y se dio media vuelta en el sofá para mirarlo de frente. Traía la palabra culpa escrita en la frente con un marcador permanente.

-Hija..., lo siento muchísimo. Se cuán importante era ese viaje con tus amigos. Yo..., te voy a compensar, lo prometo.
    Le aseguró preocupad porque le creyera.
-No quiero nada a cambio, papá.
    Espetó ignorando el tono de culpa que tenía.
-Victoria.
    Le advirtió, ante su tono que carecía de respeto.
-Papá, basta. No quiero hablar del viaje, ya lo han arruinado, y no, no estoy enojada contigo o con mamá por obligarme a ir al caribe. Yo solo..., estoy triste ¿puedo estarlo?
-Tienes razón. Claro que puedes estar triste, mi vida. ¿Hay algo que pueda hacer?
    Preguntó con toda la ternura paternal existente.
-No hablemos más del tema, quiero olvidarlo.
-Por supuesto.
-Siento haber sido tan pesada, es que mamá tiene esa forma tan especial de decidir por mí que..., me pone gruñona.
    Suspira culpable.
-Mi vida... -acaricia su mejilla con cariño-. Quiero que sepas que traté de comunicarme con el señor Anderson, para que no tuvieras que viajar, pero no tuve suerte.
-Ya déjalo. Será mejor que salgamos antes que mamá venga por nosotros.

  Como era de esperar, desde que subieron a los elegantes autos que aguardaban para llevarlos al aeropuerto, la familia de Hank, no tuvo que hacer nada, solo presentarse a la puerta de embarque y esperar en el salón V.I.P, a que los llamara para abordar. Acompañados todo el tiempo por un representante de la empresa, quien no solo se preocupó del equipaje y guiarlos por el aeropuerto, además viajó con ellos, asegurándose que no les faltara nada hasta llegar a su destino.

    9 horas de viaje más tarde. Todd, como se identificó el desconocido encargado de escoltarlos, los guio desde que bajaron del avión hasta un auto que aguardaba por todos.

-Este auto los llevará directo al puerto, allí los espera una lancha.
-¿Qué hay con el equipaje?
    Preguntó Hank, al ver que el auto estaba prácticamente partiendo.
-No se preocupe, Hank, yo personalmente me encargo de sus maletas. En un momento los alcanzo.
-No nos importa esperar un poco más.
    Insistió con tranquilidad.
-Estoy seguro que a ustedes no, pero al señor Rothschild, no le gusta perder el tiempo.
-¿¡Cómo dices!?
    El asombro con cierto deje de pánico al haber escuchado el nombre del gran jefe lo preocupó.
-El señor Rothschild, los espera. Es una de sus islas preferidas y la casa es increíble, quiso darles la bienvenida personalmente.
    Explicó Todd, divertido, sabe perfectamente el efecto que provoca la mención del nombre de su jefe en las personas. La mayoría se pone nerviosa.
-Vaya... ¿va a pasar sus vacaciones en su "isla"?
-Podría decir que sí, aunque el señor restará solo unos días, viene por trabajo.
-Entonces será mejor no hacerlo esperar.
-Qué tenga unas buenas vacaciones, Hank.

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