CAPITULO 10: "Los gustos especiales del señor Rothschild"

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Después de una noche bastante "interesante" y extraña, Victoria, regresó a la mansión deseando poder regresar a su antigua casa luego de una fiesta con sus amigos. Ansiaba poder dormir en su simple cama, mirar sus paredes llenas de sus cosas, afiches de conciertos, fotos con sus amigos..., la mini biblioteca con su colección de discos de música y los libros que ha leído y le han gustado tanto que tuvo que comprarlos en papel.

  Por algún motivo tanto lujo y perfección en cada detalle de esa casa, la deprimió. Oficialmente su "primer" día en ese lugar había acabado, y no fue nada fácil. Mentirle descaradamente a sus amigos no le gustaba, lo detestaba...

  Prácticamente arrastró los pies escalera arriba en dirección a la que se negaba a llamar "su habitación". De un portazo cerró la gran puerta y entonces algo que había estado conteniendo, aguantando desde que su papá le dijo que tenía que quedarse allí, se soltó. Rodeada de una inmensa oscuridad, sintió que caía en un abismo de tristeza. Todo lo que la rodeaba era desconocido para ella. Nada de lo que estaba en ese cuarto le resultaba familiar. Las lágrimas comenzaron a fluir sin siquiera ser consciente que lo hacía.

  No lograba meter en su cabeza el "por qué" su papá la había enviado a vivir con un completo extraño. Él ni siquiera trabajaba directamente para el señor Rothschild. Lo había visto tan pocas veces como ella a la fecha. Lo único que conseguía pensar una y otra vez era qué tan grande era su ambición. Nunca lo vio como una persona codiciosa.

Definitivamente ya no conocía a su papá, de eso estaba segura. En realidad era de lo único que estaba segura.

  Así que como era de esperarse se pasó las siguientes 3 horas acurrucada contra una esponjosa almohada llorando en silencio, sin ánimos de nada... Desafortunadamente unos suaves golpes en la puerta la regresaron de su agujero de tristeza. Doris, se asomó por la puerta y la llamó por su nombre. Pero se sentía incapaz de moverse.

  Preocupada, Doris, se acercó a la cama y entonces la vio. Pálida y ojerosa por la noche en vela.

-El señor, está preguntando por usted. Vamos a levantarnos.
    La animó con una amigable sonrisa.
-No, Doris..., no puedo.
    Susurró con voz áspera, apenas audible.
-¿Qué duele? ¿Qué pasa?
    Preguntó preocupada luego de escucharla hablar.
-Mí..., estómago, lo siento..., no puedo..., desayunar.
    Tartamudeó intentando no volver a echarse a llorar.
-¡Está enferma! Doctor, necesita un doctor.
-Solo necesito descansar, se me va a pasar.

   Doris, podía no hablar perfectamente el idioma, pero sabía reconocer cuando alguien estaba triste. Además sus ojos estaban enrojecidos e hinchados por el llanto que intentaba ocultar. Así que con una mirada compasiva y una media sonrisa le dio a entender que sabía lo que pasaba. Con ternura la arropó y salió de la habitación.

  De pie en las escaleras, tomó aire y bajo directo al comedor, donde se encontraba Matt, desayunando.

  Al escucharla entrar sola, levantó la mirada de su lectura de noticias y la observó, estaba nerviosa.

-Doris.
    Le dio autorización para hablar.
-Señor, la señorita Victoria, se encuentra enferma y no se presentará a desayunar esta mañana.
-¿Enferma?
    Preguntó preocupado.
-Dolor de estómago, frío, quiere dormir un poco más, señor.
    Intentó explicarle, pero le asustaba que se enfadara.
-Llama a Ángela.
    Ordenó.
-La señorita dijo que no necesario un doctor, dormir le hace bien, señor.
    Intentó explicar pero su nerviosismo la hacía sonar no muy convincente.

  En silencio observó cómo su ama de llaves aguardaba nerviosa. Analizó lo que le decía y decidió concederle una mañana libre. Pese a lo que todos opinaban de él, entendía por lo que pasaba Victoria. El cambio abrupto que estaba viviendo no era fácil, necesitaba tiempo para acostumbrarse a la idea.

El Contrato ©️(SIN EDITAR)⚠️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora