|Capítulo 4|

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—Los gays me dan asco —dijo Alonso cuando vio a Harry y Kentaro platicando amablemente.

—Entonces no se la meta tan adentro cuando la chupe, doctor —replicó el tripulante café impulsivamente haciendo reír al japonés.

—Cállate, café —explotó el doctor—. Par de maricones pendejos —soltó despectivo, solo él sabía la razón de su homofobia.

—Tripulantes, hemos llegado a nuestro destino: Polus —interrumpió el asistente cuando Kentaro iba a hablar.

—Ahora sí te puedes ir a la mierda, azul —habló el tripulante blanco.

Guzmán bufó y todos bajaron de la nave para conocer ese estúpido planeta. Ese lugar tenía un clima agradable pese a tener algunos ríos de lava. Lynn se enterneció al ver a unos niños observando un muñeco de nieve guardado en pleno calor.

Había un libro para cuidar vegetación y animales en caso de que hubiera alguno.

Todos quedaron sorprendidos; pues Polus era un planeta muy lindo, parecido a la Tierra. Incluso sus habitantes eran idénticos. Debían hacer investigaciones al respecto.

Ninguno podía creer lo que estaba viendo.

Una niña de más o menos nueve años le habló a Lynn en un idioma que no entendió, así que se lo dijo de una forma que entendiera.

—Buenos días.

—Ah, hola —respondió la asiática amablemente.

Lynn pensó en que quería entenderla, siempre le habían apasionado los idiomas.

—¿Quieres un dulce? —preguntó ella.

La chica asintió y la pequeña le dio algo que parecía ser un chocolate. Una mujer de más o menos 38 años se le acercó y Renner intentó ser cordial saludándola.

—Buenos días.

—Los terrícolas son conocidos por joderlo todo —espetó—. Loi, ven. Es un invasor y es peligroso. Ella no es de aquí —dijo de una forma que Lynn pudiera entenderla.

La niña se fue.

Idiota, pensó Lynn. Comprendió unas palabras, mismas que no supo si enseñárselas a sus compañeros o guardarse el conocimiento para ella, ya que no querrían ni escucharla.

Roger descubrió la unidad monetaria de Polus y pensó en que estaban aún más jodidos sin comer, a menos de que les dieran ahí o consiguieran trabajo en ese planeta.

Para suerte de todos, encontraron monedas raras en Skeld, la nueva habitación donde todos debían soportarse mutuamente. Lynn había idp a una librería para aprender ese idioma raro.

Problema de los demás si no querían.

—Buenos días —saludó a un lindo joven después de intentar hablar en el nuevo idioma.

—Hablo tu idioma —respondió él, sonando cortante sin querer—, ¿qué necesitas?

—Justo venía por unos libros para aprender tu idioma.

El chico sonrió y se fue, luego de unos minutos regresó.

—Estos están muy bien explicados —sonrió—. Toma los que necesites —le guiñó un ojo.

—Está bien —asintió ella, por un momento quiso sacarle plática pero se contuvo.

—¡Dejen de mirarse! —les gritó un señor de más o menos 62 años con cara de culo, a palabras de Lynn.

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