22. El destino del alquimista

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Las siguientes semanas trascurrieron con lentitud desde la perspectiva de Judai, mientras trataba de hacerse a la idea de que una de las personas en las que más confiaba resultó no ser quien creía. Por otro lado, había algunos motivos por los que valía la pena intentar no dejarse caer en depresión.

Fubuki y Asuka consiguieron convencer a sus padres de permitirles regresar a la Academia, lo que a su vez se tradujo en una enorme fiesta por parte de los alumnos de Obelisco y, por supuesto, sus amigos. Fubuki era quien más feliz estaba de regresar a la Academia, esta vez sin más secuelas de su encuentro con Darkness; aunque no tanto de regresar a clases. Las últimas semanas, Asuka se encargó de asegurarse de que estaba listo para los exámenes finales. Tomando en cuenta que desapareció antes de terminar el primer año en la Academia, eso significaba que estaría graduándose con la generación de su hermana y no con la de Ryo.

No es que eso fuera un problema. Considerando que fue su hermana lo que le permitió no perderse completamente en el Vacío, ser compañeros de aula sin duda sería una experiencia entrañable e interesante. Y la mayoría de las alumnas de primero pensaban lo mismo. No así las de tercero, que parecían celosas de que las menores tendrían dos años más para disfrutar de la compañía del chico más popular de la escuela.

Por supuesto, en esas semanas no todo fueron buenas noticias.

El mismo Seto Kaiba se presentó en la Academia con su equipo de seguridad para buscar cualquier pista del paradero del profesor traidor. Ahora ya no era una misión de rescate: se trataba de estar listos para contraatacar. Por supuesto, los alumnos no eran conscientes de lo que estaba pasando en general, aunque sí tenían órdenes de reportar de inmediato a la dirección y la seguridad del campus si el Profesor Daitokuji aparecía de nuevo por la Academia.

Judai se retrajo un poco sobre sí mismo, pasando la mayor parte de su tiempo libre repasando sus estrategias una y otra vez, y ajustando su baraja. Además de cuidar a Faraoh, el gato del profesor Daitokuji, quien en los últimos días se había vuelto muy apegado a él, cuando no estaba maullando de forma lastimera frente a la puerta cerrada de la habitación de su dueño.

—¿Sigues con eso? —preguntó Hayato cuando se levantó para ir al baño y encontró a Judai todavía sentado en el escritorio repasando su mazo.

—No sé qué tipo de mazo usará el pro...el Asesino. Debo estar preparado.

El problema era que Daitokuji nunca había sido demasiado bueno en los duelos. O, más bien, jamás demostró su verdadera habilidad. Por eso era el profesor encargado de Osiris. Aunque, si se veían las cosas bajo la perspectiva de lo que sabían ahora, para él fue una posición muy ventajosa: estar en el dormitorio más alejado del edificio principal, lejos de las miradas indiscretas, y uno cuya normalidad era quedarse vacío antes del final del año escolar (el ochenta por ciento de los chicos que quedaban allí abandonaban antes de acabar su primer año); era el sitio perfecto para trabajar en lo que fuera que hacía como parte de los Asesinos sin levantar sospechas.

—Deberías descansar —dijo Hayato mirando a Judai con preocupación—. Mañana comienzan los exámenes finales.

Judai sonrió para tranquilizar a Hayato.

—Está bien. Nunca he necesitado dormir mucho. Además, la noche es el momento perfecto para trabajar en mi mazo. Me puedo concentrar mejor en la oscuridad.

—¿Es por eso que no enciendes la lámpara?

—Puedo ver perfectamente. —No era mentira, desde que había comenzado a hacer un uso más extensivo de sus poderes como Rey Supremo, para él parecía como si la noche fuera incluso más clara que el día.

Adoptado: Judai CrawfordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora