23. La ruptura del sello

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Judai permaneció un largo rato de pie donde estaba. Sus ojos eran dos orbes dorados que permanecían fijos en el libro de alquimia de Daitokuji, el cual estaba medio enterrado en la montaña de cenizas plateadas que había sido el cuerpo del profesor, la cual comenzaba a dispersarse por el viento.

«No, su cuerpo no», se repitió. Era el cuerpo de un homúnculo, uno de sus propios hijos creados con el único objetivo de mantenerlo con vida.

Apretó los puños con rabia, hasta el punto que sus uñas se enterraron en su piel y comenzó a sangrar.

—Judai —susurró Yubel, mientras lo abrazaba por la espalda, envolviendo a ambos con sus alas de tal manera que se formó una especie de capullo protector.

—Duele —musitó él.

La derrota de Daitokuji no había roto el hechizo, a diferencia de como sucedió con Asuka, las personas atrapadas en el libro no volvieron, el ataúd en el cual encerró a Sho no volvió a emerger de la tierra. El profesor Chronos, Daichi, Hayato... Jun. ¿Y si los perdía para siempre?

La rabia hirvió de nuevo en su pecho de sólo pensar eso. Quiso traer a Daitokuji de regreso a la vida, sólo para derrotarlo de nuevo. Quería verlo arder y suplicar por su vida. Hacerle sentir todo el dolor que sus colegas, sus alumnos (él mismo), que todas las personas a las que había traicionado sufrieron por su culpa. Sumergirlo en un ciclo de dolor interminable, hasta que su alma quedara destrozada de tal forma que nunca podría renacer de ninguna forma posible.

—¡Judai! —la voz desesperada de Yubel lo sacudió—. No dejes que el dolor y la rabia te consuman.

—Lo que él hizo...

—Lo sé. —Sintió los labios de Yubel presionarse contra su frente, y una sensación cálida lo envolvió.

El poder de Yubel reflejaba el dolor de sus enemigos, pero de igual forma podía reflejar el amor de aquel juramento sellado tantos eones atrás. Un juramento tan antiguo como el mismo mundo, que ambos renovaban con nuevos votos cada vez que nacían en cualquier forma mortal. Un amor capaz de calmar la furia de la Oscuridad que bullía en su interior, pidiendo el castigo del hombre que traicionó su confianza.

—Por favor, Judai, no dejes que esto destruya la persona que eres.

El espíritu siguió susurrando palabras de apoyo, pidiendo a su amado y a la Oscuridad que existía dentro de él que se tranquilizara. Yubel había visto lo que pasaba cuando la rabia y los deseos de venganza consumían todo lo que Judai era. No quería volver a verlo así, no quería que toda su bondad se consumiera de nuevo en ese monstruo implacable llenó de ira y sed venganza, que arrasó todo a su paso en busca de sus enemigos, sin importar cuantos inocentes tuvieran que pagar para ver aplastados a quienes lo habían lastimado.

Por fin, Judai se relajó en los brazos de Yubel, y lentamente se quedó dormido debido al agotamiento.

- GX -

Judai reprimió un bufido de fastidio cuando el hedor al alcohol y desinfectante le llenó la nariz. Cuando niño detestaba los hospitales. Después de la muerte de sus padres, pasó a relacionarlos con las peores desgracias. La enfermería de la Academia no era mejor que uno completo en su mente.

Abrió los ojos y se incorporó. La ventana estaba abierta, y el aire fresco de la mañana se filtraba por ella, trayendo consigo el aroma del mar, el cual contrastaba con el hedor a fármacos de la enfermería.

Judai soltó un suspiro de fastidio al verse de nuevo allí. Al menos no estaba conectado a una intravenosa, o a una de esas molestas máquinas de monitoreo de signos vitales.

Adoptado: Judai CrawfordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora