21. Consecuencias

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Ryo se detuvo frente a la puerta de la enfermería. Extendió la mano en su dirección con la clara intención de abrirla. Se detuvo a medio camino. ¿Exactamente qué haría allí dentro? Fubuki había estado en una batalla contra el sexto asesino, el mismo que lastimó a Asuka, y contra sus propios demonios. ¿Qué había hecho él mientras tanto? Encerrarse en su habitación a lamentar el ser tan débil.

"Demasiado débil para hacer algo", se recordó.

Se suponía que era el duelista más fuerte de la isla, al grado de que incluso había superado a todos sus profesores. Pero, al final del día, ese poder no le sirvió de nada. Casi perdió a Sho y a Asuka. Y, mientras Fubuki había estado enfrentando al Asesino por su cuenta, él estaba en el faro perdido en sus pensamientos, ignorando los mensajes que Sho envió a su PDA avisándole que habían encontrado a Fubuki, hasta que todo hubo terminado.

—Hermano —Ryo volvió la mirada hacia la izquierda y vio a Sho recargado en la pared mirándolo con preocupación.

Sho había cambiado mucho en sólo unas pocas semanas. Caminaba con más seguridad, y no con la mirada en el suelo como antes. Ahora, cuando lo veía a los ojos, casi no quedaban rastros del niño pequeño que lo seguía a todos lados, mirándolo con admiración, ni de la tierna inocencia infantil que había logrado conservar incluso hasta ya entrado en la adolescencia. Era como si fuera otra persona por completo.

"Lo es", se recordó. Sho ya ni siquiera era completamente humano... Por qué él no fue capaz de protegerlo.

—Asuka y Fubuki no están allí —le aclaró Sho mientras caminaba hacia él—. Los médicos que trajo el señor Crawford los trasladaron a un hospital privado hace una hora. Los otros estudiantes están bien. El asesino no iba tras sus almas.

—Es bueno saberlo —respondió. Dio media vuelta y comenzó a alejarse.

Sintió la mirada preocupada de Sho todo el tiempo mientras se alejaba por el pasillo. Una vez que giró, quedando fuera del rango de visión de su hermano, soltó un puñetazo a la pared con tal fuerza que se hizo daño.

Ryo cerró los ojos y respiró profundamente. Necesita tranquilizarse. No servía de nada seguir lamiéndose las heridas en su orgullo como un perro enfermo. Tenía que encontrar un nuevo enfoque, una forma de usar su fuerza para verdaderamente proteger a quienes le importaban. Ahora que por fin estaba expuesto a la verdad detrás del duelo, no podía permitirse volver a fallar así.

Haría lo que fuera necesario para que eso no volviera a suceder.

* * *

Judai se sentó cerca del borde de la azotea con la mirada fija en el cielo. El día estaba despejado y tranquilo, una perfecta mañana de primavera en la que, si no tuviera tantas cosas en que pensar, habría preferido estar en el fondo del acantilado probando suerte con su caña de pescar.

—¿Sabes que él está arrepentido? —preguntó Yubel mientras aparecía a su lado.

Judai no respondió, en cambio se recostó usando sus antebrazos como almohada.

Por supuesto que lo sabía. La forma en que las palabras de aquella cosa habían afectado a su padre... Sólo un hombre preso de la conciencia y los remordimientos, alguien que de verdad se arrepentía de sus errores del pasado, podía haber reaccionado de esa forma. Incluso horas después, su padre no se había atrevido a ver a nadie a la cara.

Una vez en la enfermería, cuando dejaron a Fubuki al cuidado de los médicos especialistas traídos por su padre, se había quedado en un rincón sumido en sus propios pensamientos. Judai no hizo siquiera el intento de acercarse, no al menos mientras Haou todavía estuviera rabiando por lo que consideraba una afrenta a su derecho de ser quien castigaba usando la Oscuridad.

Adoptado: Judai CrawfordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora