16. Maldición conjurada

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El profesor Chronos se sentó, o más bien se dejó caer, tras su escritorio con un gesto cansado. Ni siquiera se tomó la molestia de maquillarse esa mañana, incluso cuando las dos gruesas bolsas bajo sus ojos comenzaban a hacerlo lucir como un zombie. La piel de color cetrino tampoco ayudaba a su aspecto.

Desde que todo el asunto con los Asesinos comenzara, no había podido conciliar muy bien el sueño. Y a más de dos días del enfrentamiento de Ryo y Camula, ni siquiera había podido dormir más de una hora seguida.

Él falló. Dejó que su miedo lo dominara y sus alumnos pagaron por ello. Sho estaba debatiéndose entre la vida y la muerte en una cama de la enfermería. Ryo apenas si había dejado la sala de espera, con sus amigos turnándose para acompañarlo y asegurándose de que comiera algo y durmiera un poco.

Lo peor era que no podían conseguir ayuda del exterior. Después de la muerte de Camula, una gruesa capa de niebla cubría la isla entera, cortando la comunicación con el exterior. Como una última burla de la vampiresa para arruinar sus intentos de salvar al niño.

Daitoukuji, ayudado por Judai —quien al parecer era su estudiante más prometedor—, hacía todo lo posible por encontrar una cura para Sho, usando la alquimia allí en donde la ciencia médica moderna era al parecer incapaz de ayudar.

Y mientras tanto, él demostraba ser realmente inútil. ¿Dé que servían todos sus títulos y reconocimientos como duelista y profesor si no tenía los conocimientos para ayudar a Sho? Lo peor es que tampoco tenía el tacto para consolar a Ryo, su mejor estudiante, o a sus amigos. No podía ayudar a sus alumnos en ese momento de desesperación. Todo lo que podía hacer era sentarse en su oficina a lamentarse.

Todo era su culpa. Debió oponerse al director y tratar de disuadirlo de enviar a sus estudiantes a la batalla. ¡Eran duelistas oscuros, por el amor de Obelisco! ¿Cómo se les ocurrió que unos niños podían ser la primera línea de defensa? Debería ser él quien estuviera en esa cama de hospital al borde de la muerte, no un niño inocente que sólo se vio arrastrado a todo esto por los caprichos de un vampiro... Por su incapacidad para protegerlo, cuando se suponía que él era el adulto responsable allí.

—Chronos...

El profesor levantó la mirada para ver a su amigo, el director Samejima, de pie en la puerta.

—Decidí suspender las clases de momento. De cualquier forma, los alumnos no pueden concentrarse en sus clases a causa de la niebla. Y parece que incluso la electricidad está comenzando a fallar.

—Sí, tal vez es lo mejor —respondió de forma apagada.

—Anímate. Si alguien puede encontrar una forma de ayudar a Sho, es Daitoukuji. De los pocos maestros alquimistas que quedan en el mundo moderno, es el mejor.

Chronos no pudo hacer más que asentir lentamente.

—Ve a descansar —ordenó Samejima antes de retirarse.

El profesor simplemente se hundió más en la silla, sintiéndose más inútil a cada segundo que pasaba.

* * *

Judai se obligó a abrir los ojos. La habitación estaba casi completamente a oscuras, con las velas que el profesor Daitoukuji le prestó como única fuente de luz. Si usara el poder de la Oscuridad Gentil no las necesitaría, pero en el estado cansado en el que se encontraba, le era cada vez más difícil controlarlo. Así que decidió cerrar por completo su conexión con Haou (quién sólo susurraba palabras de venganza y como debería buscar al resto de los asesinos y destrozarlos uno a uno). Lo quémenos quería ahora era alimentar la ira creciente dentro de él y perder el control.

Adoptado: Judai CrawfordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora