Nayeon había llegado a su casa nuevamente. Había corrido durante todo el camino mientras la sonrisa no desaparecía de su rostro.
Decir que se sentía emocionada quedaba corto, y estoy segura que para ella misma decir que estaba feliz tampoco sería suficiente.
El asunto anterior con la chica en la biblioteca había quedado atrás, y la carta hecha pedazos en su mano también carecía de importancia, porque después de todo había logrado entregar la parte más importante de todas a aquella chica en el parque.
Empujó la puerta principal y pasó a toda prisa. Su madre ya estaba allí también, ésta era profesora y ya en las tardes como esas estaba en casa.
—¡Mamá! —corrió y la abrazó—. ¡Estoy muy feliz!
—¿Por qué, cielo? —sonrió.
—¡He conocido a una nueva amiga! —la soltó y comenzó a saltar—. ¡En el parque!
—¿Sí?
—¡Se llama Jeongyeon!
Su madre notó la carta hecha pedazos en su mano y frunció el ceño.
—¿Y eso? —señaló.
—Era para una chica en la biblioteca a la cual no le agradé —sonrió—, pero ya eso no importa, porque a Jeongyeon sí le agradé mucho, mamá.
—Seguro que sí —asintió.
—¡Tengo que hacer una nueva carta para entregársela cuando vuelva a verla! —corrió para subir a su habitación.
Su madre se quedó allí viéndola como subía por las escaleras con aquella emoción que siempre la había caracterizado.
Ella nunca había visto la personalidad de su hija como un problema. Ante sus ojos resultaba inconcebible como alguien más podía echarla a un lado y despreciarla de la manera en la que solían hacerlo... No sabía si pensaba así porque era su madre, o porque en verdad no había nada malo con ella.
Esa manera tan particular en la que Nayeon siempre se expresaba, sus cariñosas muestras de afectos y la inocencia que siempre envolvían sus palabras era lo que ella más amaba de su hija.
Ante sus ojos, un mundo tan cruel y lleno de maldad como éste no merecía a alguien como Nayeon.
[···]
Jeongyeon duró un rato más allí en el columpio, leyendo la pequeña nota que aquella alegre chica le había entregado.
Nunca había recibido algo así, y estoy segura que aunque lo hubiera hecho, no le hubiera tomado la misma importancia que le tomaba a ésta... Esa chica le había agradado.
Jeongyeon tenía 16 años. Desde temprana edad había recibido el diagnóstico de trastorno por autismo. No le gustaban los abrazos, ni nada que tuviera que ver con el contacto físico... Con la única que se sentía un poco cómoda era con su mamá.
No podía mirar a los ojos de las personas por más de cinco segundos, tampoco hablaba más de dos palabras a la vez.
Le gustaba usar ropa holgada y oscura, casi siempre usaba una gorra con el fin de cubrir lo más que pudiera su rostro, y así evitar las fijas miradas sobre ella.
Le gustaba mucho dibujar, y también escuchar música poco ruidosa para su gusto; y con eso me refiero a que sólo escuchaba canciones tristes.
Le gustaba dormir completamente sola, con muchas almohadas alrededor, para sentirse protegida de algún modo... Algunas veces tenía pesadillas, y era allí cuado corría para abrazar a su madre.
Aún había cosas que no había superado del todo de su pasado. Algunas veces estos pesados recuerdos volvían como pesadillas y le generaban un poco de ansiedad.
No le gustaba ir a las reuniones familiares, ni ver a ninguno de ellos, en especial a dicha persona.
Se levantó del columpio y comenzó a caminar para ir hasta su casa. Durante el camino no dejó de pensar en la chica y en preguntarse la razón por la cual estaba llorando... Temía pensar en la idea de que ella viviera algo similar a lo que a ella le había tocado cargar también.
Llegó a su casa y cruzó la puerta en extremo silencio. Su madre estaba allí esperándola sentada en el sofá.
—Cielo, ¿a dónde fuiste? —se levantó.
Jeongyeon sólo señaló hacia un lado, intentando explicar que estaba en el parque que quedaba en esa dirección.
—¿Por qué te fuiste así? ¿No entiendes que no puedes salir así? Es peligroso.
Jeongyeon frunció el ceño. A veces su familia la sobreprotegía más de lo que debería.
—¿Por qué no quieres ir con nosotros?
—No quiero —se alejó.
—Tienes mucho tiempo sin ver a la familia, ¿no crees que...?
—¡No quiero! —exclamó enojada.
—Jeongyeon, deja de actuar así —regañó.
Era increíble como su madre nunca parecía notarlo.
Jeongyeon comenzó a subir las escaleras y la ignoró. Se encerró en su habitación y pasó el seguro de la puerta, ya que era de esta forma que se sentía segura en su propia habitación.
A veces se sentía un poco frustrada, como su familia nunca parecía comprender las cosas que por tanto tiempo había estado escondiendo. Le costaba expresarse con palabras, y algunas veces sentía miedo, ya que dicha persona la había amenazado innumerable veces en el pasado.
Lo único bueno era que ellos, al menos, respetaban parte de sus decisiones y no la obligaban a hacer nada que no quisiese.
Sacó de una de sus gavetas una libreta que tenía allí. Abrió la primera página en la cual decía en letras grandes y oscuras: "Cosas buenas"
Todas estas hojas estaban vacías, puesto que ante sus ojos nunca había encontrado nada bueno para plasmar allí.
Justo en la mitad de la libreta había una página que tenía escrito en letras más oscuras que las anteriores: "Cosas malas"
Es triste, pero todas estas páginas estaban casi repletas de millones de cosas que la chica había escrito. También habían pequeños dibujos que estaban hechos casi con rabia, los cuales representaban a esa persona que tanto se había encargado de dañarla en su pasado.
Ignoró todo esto, ya que no quería recordar cosas que la alteraran, y fue hasta la primera página, justo donde debía plasmar las cosas buenas.
Tomó aquella nota que Nayeon le había entregado y la pegó con mucho cuidado con un poco de pega en barra. También hizo un pequeño dibujo de un conejito sonriente justo abajo, y agregó una corta leyenda al final.
"Eres la primera cosa buena de mi libro, Bunny."
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𝐒𝐰𝐞𝐞𝐭𝐧𝐞𝐬𝐬 | 𝟐𝐲𝐞𝐨𝐧
Romance❝Donde Nayeon tiene un trastorno de déficit de atención e hiperactividad, y Jeongyeon es autista❞ «Entre tantas diferencias, algo encontrarían que las uniría» ▪ Historia 100% original escrita por mi persona. ▪ Se permiten adaptaciones, pero solo con...