Cuando el oscuro manto de la noche volvió a cernirse sobre él, Fausto ya se encontraba caminando cerca de la orilla del mar. No había conseguido probar bocado y, aunque había intentado llevarse una barra de pan sin pagar, su conciencia se encargó de impedírselo.
Bueno... Más bien su sublime torpeza a la hora de intentar ser discreto se lo impidió.
Se encontraba ahora sujetando una rama caída de algún árbol y, agachado sobre la arena, intentaba trazar los símbolos y filigranas que conformaban el sello que empleó para invocar a Fazardiel y regresar al pasado, pero... ¿Cómo sabía que Fazardiel no se lo llevaría directamente al infierno consigo? Se maldijo por lo bajo. Aquel sello no le servía en absoluto, al menos no cuando estaba dedicado a dicho demonio. Hurgó hasta la saciedad en su extenuada memoria para encontrar cualquier resquicio de información válida que pudiera ayudarle. Bien era cierto que se le ocurrían otros tantos nombres de candidatos para invocarles y pedirles ayuda, pero ¿acaso recordaba sus respectivos sellos?
Airado, frustrado y desesperado a partes iguales, Fausto borró lo que había dibujado hasta entonces en la arena de una malhumorada patada.
—Maldito seas, Anselmindo —repitió por enésima vez desde que llegó allí, aunque a voz en grito—. ¡Maldito seas tú y toda tu condenada estirpe!
Recordó entonces las trampas de las que le habló a Ángel cuando le enseñó aquel truco barato del fuego y, veloz cual centella, se remangó para comprobar que lo que buscaba seguía tatuado en su piel. Para su funesto horror, sin embargo, donde antes había una ristra de pequeños sellos circulares en su antebrazo, ahora apenas quedaba algo de tinta borrosa. Se frotó la piel como si con ello pudiera hacer regresar aquellos símbolos que, hasta hacía un momento, habrían podido ser su único pasaporte de regreso al pasado.
No sólo estaba perdiendo el vínculo con la magia que lo mantenía protegido entre la esfera de los vivos y la esfera de los del más allá, sino que también estaba perdiendo su capacidad de canalizar y manipular la energía de los elementos a su antojo. ¿Se debía aquello a que habían pasado siglos y aún no había regresado? Quizás eso explicase por qué aquellos seguros se estaban deteriorando hasta el punto de caducar.
Después de dejarse caer de rodillas en la arena, derrotado, Fausto comprendió de pronto por qué había sido capaz de ver aquella aparición a las espaldas de Ángel. Si ya no tenía la protección que lo mantenía alejado de entidades no deseadas... eso quería decir que aquel espectro no sería el último que lo siguiera y que, por tanto, pudiera ver. Se sintió culpable por haberle mentido al muchacho alegando que se trataba únicamente de Lucifer, pues de haberle contado la verdad que acababa de descubrir, probablemente le hubiera causado un disgusto todavía mayor.
Fausto cerró los ojos con fuerza antes de cubrirse el rostro con ambas manos. No sólo se hallaba desvalijado de todo lo que lo mantenía a salvo de su propia práctica, sino que estaba abandonado a su completa merced y sin ningún tipo de medio para volver a su tiempo.
Cuando apartó las manos para contemplar el mar frente a él, se preguntó seriamente si le merecía la pena quedarse allí para comprobar qué ocurriría cuando los sellos se borrasen por completo de su piel; si le merecía la pena vivir arrastrándose en un mundo que no comprendía en su amarga soledad, sin siquiera tener hogar al que acudir. De quedarse, tendría que volver a empezar de cero por los viejos caminos que recorrió en su sufrida juventud, pero esta vez el resultado era tan incierto como indeseado.
El mar, como si le respondiese de forma hipnótica con el ir y venir de las olas, lo arrulló tiernamente con su sonido.
Fausto consideró ponerse en pie y adentrarse en el agua en un impulso irracional, pero ¿así acabaría todo? ¿Estaba verdaderamente dispuesto a ponerle fin a todo cuanto había construido y perdido para entregarse sin más a la muerte? Además... ¿no estaría entrando directamente al infierno si lo hacía?
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Fausto de Andavia
Humor1765, Amarchel. Fausto, tiránico marqués y practicante de magia negra, busca crear un portal que le permita viajar al pasado para vengar la muerte de sus padres. Son su propio narcisismo y egoísmo los que lo envían al año equivocado y queda atrapado...