Capítulo 1: Un Fulgor Se Extinguió

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Siete años antes.

—Griffin Callenreese falleció camino al hospital —cada sílaba fue pronunciada con una impericia impávida por parte del doctor en turno en la sala de emergencias. —. Mis condolencias...

Max Lobo por poco y cae al suelo si no hubiese sido sujetado por Jessica, su esposa alfa. De la nada, sintió que sus rodillas se debilitaban; no lo notó al principio, tampoco lo hizo al momento de que sus ojos se abrieron desmesuradamente, casi saliéndose de sus cuencas o cuando olvidó cómo respirar.

Diversos desconocidos llenan velozmente la recepción del hospital. La noticia del estrepitoso accidente en la avenida Charlottetown estuvo en la boca de todos; un sujeto en estado de ebriedad embistió a varios vehículos y transeúntes a alta velocidad.

La escena fue como la de una masacre.

Max, siendo un beta, no podía imaginar la amalgama de olores de los demás angustiados alfas y omegas en el lugar. Daba su admiración al personal médico en saber cómo lidiar con esas emociones por tan solo ver a su mujer compungida ante esos aromas que merman sus sentidos.

Aunque, si pudiera olerlos, ya estaría desmayado para ese punto. La noticia sobre el fallecimiento de su mejor amigo todavía hacía eco en su mente; el ardor en sus antebrazos por el fuerte agarre de su esposa no se comparaba con el dolor de su corazón.

—C-Comprendo. — dijo Jessica Lobo con un tono suave al ver que su marido no reaccionaba.

—Ahora mismo está siendo llevado a la morgue... — el doctor pausó por apreciar la palidez de los cónyuges. Esperó un rato para que procesaran sus palabras. —. Si pueden avisar a sus familiares sobre esto, sería de gran ayuda... no hemos podido contactarlos.

Max experimentó frío en sus labios partidos y temblorosos tras dar bocanada de aire. Cayó en cuenta sobre la situación familiar de Griffin, y su corazón se rajó aún más.

—Él no tiene familia cercana... — mencionó en verbo presente inconscientemente. El shock era aún latente. —. Solo su hermano... pero apenas tiene diez años... o doce... n-no lo recuerdo bien...

Jessica arrugó su rostro en congoja. Recordó de inmediato a ese niño hermoso y rubio de ojos verdes en su boda hace un año atrás. Su rostro tan risueño, compartiendo la felicidad de la fiesta con Griffin y demás niños invitados.

Qué tragedia para ese chico, pensó la mujer, cuando deba enterarse de la muerte de su hermano. Posiblemente esa sonrisa genuina que recuerda sea una de las últimas que dé el pobre.

De repente, el doctor jadeó anonadado.

—¿Su nombre es Aslan?

Max y Jessica lo fulminaron con la mirada.

—¿Cómo lo sabe? ¿Griffin pronunció su nombre...? — se alteró el beta.

Él negó. —El niño está ingresado aquí...

—¡¿Qué?! — Jessica se afligió en demencia. Relajó sus manos de las extremidades de su esposo, causando que él encara al médico.

—¡¿Dónde?! ¡¿Dónde está el niño?! ¡¿Cómo está?!

Max se aproximó tanto al doctor que le gritó y escupió levemente en su rostro. A pesar de todo, y por el bullicio captó la atención de más de algún curioso, el doctor ni se inmutó.

Hizo un manoteo para que lo siguieran y comenzó a caminar rápido. Jessica y Max vieron sus rostros efímeramente y alcanzaron el ritmo del hombre. Los llevó a un pasillo silencioso y callado de pediatría hasta estar enfrente de la habitación 19C.

Confía, ama y creceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora