Epílogo: Los Callenreese

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Años después de un viaje a Cape Cod, Eiji colocó una fotografía al final de toda la galería en su nueva exposición en Nueva York.

Su título era "Amanecer."

El joven de la fotografía se veía muy tranquilo. Como si estuviera durmiendo o tal vez rezando... y parte de su rostro estaba iluminado por el sol de la mañana. Entonces él era Ash, es realmente hermoso.

Eiji quedó ensimismado viendo la fotografía momentos después de que la apertura terminó a las nueve de la noche. El Staff comenzó a limpiar el lugar para el día siguiente hasta que durara la exposición.

Ese día, el omega tomó el cuadro cuando su esposo estaba desprevenido y ahora he ahí, uno de sus mayores éxitos en su carrera, aclamado por la crítica y recibiendo un sinfín de llamadas para contactar al modelo.

Lo cierto es que Ash no tendría problemas, pero ya no era aquel joven que inconscientemente posó para él. Es más, ambos ya estaban muy cambiados: el omega tenía el cabello ligeramente largo recogido en una coleta pequeña y portaba gafas que estilizaba su rostro mientras que las hebras doradas de Ash eran más cortas y ya no se vestía como vagabundo. Era de esperarse, ahora que son padres.

—¡Woa! Lo veo y no lo creo — una voz infantil llena de admiración hizo eco en la habitación casi vacía. —. Papá Ash era todo un adonis, ahora es un viejo que no quiere que lea de madrugada.

Eiji aguantó su risa antes de dejar de darle la espalda al grupo de personas detrás de él. Por su aroma rápidamente pudo identificar quienes eran: su familia.

Entonces, giró su risueño rostro y contempló a Ash molesto junto con sus retoños: Arlen, de siete años de edad, y Kyomi, de seis años de edad.

—¡No te pases de listo! Apenas has entrado en primaria y crees entender a Salinger mejor que yo — regañó de manera paternal. —. Además, debes dormir tus ocho horas diarias, ¡No tres, hijo!

—¡La vida es demasiada corta para descansar, papá! — Arlen replicó con lágrimas falsas.

Ambos no solo se parecían físicamente sino que también eran tercos hasta la muerte. Eran un dolor de cabeza para Eiji si se lo proponían en ponerse de acuerdo.

—Tú tampoco me pones un buen ejemplo, papá Ash... — Kyomi exclamó, reflejando en sus ojos verdes mansedumbre mientras se peinaba sus cortos cabellos color azabache con sus dedos. —. Papá Eiji te arrastra hacia el comedor como un cadáver.

—Uyyy, sí, como una película de miedo —Arlen agregó entre risas. —. Siempre matan de primero a la rubia tonta.

Eiji suspiró por la expresión estupefacta de su marido.

—Niños... ya es suficiente.

Ellos rieron al unísono pero ante los ojos de Ash los veía como un par de diablillos.

—¡Eiji! ¡Tus hijos son crueles conmigo!

El omega sonrió de manera torcida.

—¿Has escuchado alguna vez sobre el karma, Ash? Max está gozando en vida.

—¡Hey! — De inmediato, el alfa abrazó por la espalda a su pareja. —. No me agradas, los estás malcriando.

Aunque Ash no podía quejarse, así como mima a sus bebés, también lo hace con su esposito en la cama.

—Bueno, te doy la razón en eso... —observó a sus hijos con una mirada fulminante. —. Ellos ya deberían de estar dormidos.

Los chicos se pusieron rígidos pero después de verse a los ojos sonrieron con complicidad y corrieron hacia Eiji y Ash para rodearlos con sus cortos bracitos.

Confía, ama y creceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora