Capítulo 17: Inefable

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Estando sentado dentro de su nido con un dormido y agotado Buddy, Eiji quiso intentar llamar a su hermana y a su madre cuando estuvieran en casa. Darle la noticia a ellas fue una tarea que se mentalizó hasta estar en vela.

Aunque en realidad, pensó que estaba cien por ciento listo cuando tomó la decisión de darlo en adopción en esas últimas semanas. La realidad es que se estaba muriendo del miedo.

Confesarse a los Lobo pareció tarea sencilla en comparación en cómo se siente su corazón ahora mismo.

¿Cómo lo abordaría? ¿Será demasiado brusco en soltar la sopa y expresar directamente: "estoy embarazado"? ¿Será que cambiaría la relación con ellas?

Entonces, giró su rostro a una camisa de Ash que desprendía en sus fibras el aroma varonil de alfa y la cubrió en su rostro para deleitarse. Un rubor lució en sus mejillas y cerró sus ojos, pensando en él. Definitivamente esa prenda la usaría mañana en el trabajo. Le dará un poco de fortaleza para cuando tenga que hablarle a su jefe Ibe. Ya tenía preparados sus papeles y el informe médico que avalaba su estado de gestación.

Estaba preparado para los prejuicios, las burlas, chismes o los malos tratos. Se ha acostumbrado a eso durante toda su vida cuando su padre seguía con él. Todo aquello lo enfrentaría, tenía que ser fuerte.

No podía acobardarse ahora, ha llegado lejos en esto.

Sin embargo, un mensajito entró a su celular, haciendo que levantará sus cansados párpados y apartara la camisa de su rostro. El brillo en la habitación oscura molestó un poco sus ojos pero fue reemplazada por un dulzor al leer al remitente. 

"Descansa, onni-chan ♡. Te veo mañana para irnos juntos al metro."

Era incomprensible cómo este hombre lo podía sacar de su estado de disociación en un santiamén.

Sus dedos se movieron solos como si tuvieran mente propia mientras curvó una tímida sonrisa en su rostro. 

"Te compro un café mañana. Duerme bien, Ash.

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Te amo."

Fue en ese momento que se dio cuenta de la hora y sus corazón comenzó a palpitar fuertemente. Eran las cuatro de la mañana, el horario de Japón era las seis de la tarde. No pasó por su mente porque su novio estaba despierto a esa hora o si quiera chequeó el mensaje que recibió recientemente.

Sin más preámbulos, encendió la luz de la habitación, ganándose un quejido por parte de Buddy, se sentó en el nido con su cuerpo tembloroso. Para liberar su estrés exhaló un suspiro y marcó el número de su hermana; cerró sus ojos y esperó el tortuoso sonido de la llamada en espera. 

"¡Ah! ¡Hermano! ¡Hola!"

—"Eiji, hijo... ¿Cómo estás? ¿Por qué tan temprano nos llamas."

El aludido le dio escalofríos. Se preguntó si se hallaba pálido por las expresiones que le dirigía su familia.

¡Junko! ¡Mamá! — escuchó su agitación en su voz. Luego inclinó su rostro y siguió respirando pausado—. Estoy bien...

La incomodidad en seguir con la llamada era casi palpable, cuestión que el alborozo ambiente que crearon su madre y hermana cayó en picada.

"¿Eiji? ¿Qué ocurre?"

El aludido al bajar la mirada, sintió que Buddy se recostó sobre su regazo mientras mantenía sus sentidos en alerta aún con su evidente somnolencia.

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