Me encontraba en la puerta de la oficina, aún con el eco de las palabras del director resonando en mi mente, cuando uno de los guardias se acercó con una actualización apresurada.—Dra. Min, el paciente ya ha llegado —informó uno de los guardias—. Está en la habitación 14 de la cuarta planta. Puede pasar a verlo cuando guste.
—Gracias. Iré enseguida —respondí, colgándome la bata blanca al hombro.
El ascensor hasta la cuarta planta era lento, pero el tiempo se aceleró cuando llegué al pasillo desierto. La habitación 14... vacía desde el alta del último paciente, ahora tenía la puerta entreabierta. Les indiqué con un gesto a los guardias que esperaran afuera.
Al entrar, el primer impacto fue su postura: Taehyung estaba sentado en la cama, las piernas recogidas contra el pecho y los brazos rodeándolas como un escudo. No me miró al principio, pero sus dedos tamborileaban contra sus rodillas, rápidos e inquietos.
—No quiero hablar —murmuró antes de que yo dijera nada. Su voz era áspera, pero no hostil. Era más un aviso que una amenaza.
—No tienes que hacerlo todavía —aclaré, quedándome cerca de la puerta—. Solo vine a presentarme. Soy la Dra. Min Sook.
Por fin alzó la vista.
Sus ojos oscuros, aunque cansados, tenían una lucidez sorprendente. Pero había algo en ellos... un brillo demasiado intenso, como si estuviera viendo algo más allá de mí.
—Ya sé quién es usted —dijo, deslizando las manos por las sábanas arrugadas—. Pero no confío en doctores.
—Es comprensible —asentí, sin acercarme—. Por eso no voy a apresurar nada. Hoy solo quiero que sepas que estoy aquí.
Se quedó callado, pero noté cómo su respiración, antes agitada, se calmó un poco.
Un pequeño triunfo.
Decidí probar un enfoque distinto. Así que saqué de mi bolsillo un cuaderno sencillo y un bolígrafo.
—Esto es para ti —dije, dejándolos en una esquina—. No es un ejercicio. Puedes usarlo como quieras: escribir, dibujar, e incluso romperlo si quieres.
Esta vez, una chispa de interés cruzó su rostro. Extendió una mano y rozó la tapa del cuaderno, pero no lo tomó.
—Volveré más tarde con tu medicación —añadí, dirigiéndome hacia la puerta.
Fue entonces cuando lo escuché moverse. Sus pasos fueron rápidos, pero no violentos. Me di la vuelta y lo vi allí, a solo medio metro de distancia, con los brazos ligeramente extendidos, como si hubiera querido alcanzarme pero se arrepintió.
—Lo siento —susurró, retirándose de inmediato. Sus orejas se enrojecieron.
—No hay nada que disculpar —respondí, manteniendo la voz serena—. Si necesitas contacto humano, podemos hablarlo. Pero a tu ritmo.
Asintió, avergonzado pero aliviado, y regresó a la cama, esta vez sentándose al borde en lugar de acurrucarse.
[...]
Horas después, al regresar con sus pastillas, lo encontré escribiendo en el cuaderno con concentración.
—¿Encontraste algo que valga la pena anotar? —pregunté, sonriendo al ver la tinta manchándole los dedos.
—Cosas... —murmuró, cerrando el cuaderno con timidez—. Nada importante.
—Todo lo que sientes es importante, Taehyung —repliqué, entregándole un vaso de agua junto a la medicación.
Hizo una mueca al tomarlas, pero no protestó. Cuando terminó, sus ojos vidriosos me buscaron.
—¿Vendrá mañana? —preguntó, y no era una exigencia, sino esperanza.
—Sí. Y pasado mañana también —aseguré, sonriendo. Y obtuve una sonrisa fugaz, la primera viniendo de él.
El día había sido un torbellino. Entre los informes médicos, las reuniones con el equipo y la tensión acumulada en cada sesión con Taehyung, mi cuerpo parecía hecho de plomo, la verdad. Mientras salía del hospital, el frío nocturno me golpeó el rostro, recordándome lo tarde que era. Entonces fue ahí cuando mi teléfono vibró. Min-youn, mi hermana menor.
—¿Oye, sigues viva? —su voz sonó burlona, pero detecté la preocupación escondida—. Ya son las 10.
—Tuve un día de infierno —suspiré, frotándome los ojos—. Y no tengo auto. Veré cómo regreso.
—¡Ni lo intentes! Quédate en el hospital. Mañana vuelves con la luz del día.
—Pero tengo que revisar tus tareas y...
—Tengo 18 años, no soy una bebé —interrumpió, risueña—. Duerme ahí. Te presto mi almohada invisible.
Colgué, con una sonrisa que duró poco. Al regresar a mi oficina, el silencio del hospital se volvió opresivo. Me acomodé en el sofá, cerrando los ojos con la esperanza de un descanso breve...
Y entonces, lo escuché.
—¡Min Sook!
Su voz, rota y desesperada, me hizo saltar. No era real, no podía serlo... pero algo me obligó a correr. Subí las escaleras hasta el cuarto piso, con el corazón martillándome el pecho.
Al abrir la puerta de su habitación, Taehyung no estaba consciente. Sino que se retorcía entre las sábanas, sudando y murmurando cosas.
—¡Padre, no fue mi culpa!... Ella lo hizo...
Sus palabras enredadas en pesadillas pintaban una historia fragmentada.
¿Quién era ella? ¿Su madrastra? ¿Su hermanastra?
Pensé, casi de forma instantánea, al recordar que Taehyung no había vivido con su madre porque había fallecido joven.
—Taehyung, despierta —traté de sonar calmada—. Todo está bien ahora.
Él abrió los ojos lentamente, con la mirada perdida.
—¿Min Sook?... ¿Eres tú realmente?

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Esquizofrenia/KTH
Fanfiction-¿Qué acaso no me escuchan? -Les estoy diciendo que él no está loco ¡no lo está! -Yo sé que nunca se atrevería a dañarme. ➛ Taehyung fanfic ➛ Heterosexual ➛ Crédito de portada: MyBoyKT ➛ Capítulos cortos ᴇsϙᴜɪᴢᴏғʀᴇɴɪᴀ✓