Me preparaba para salir al hospital, ya que mi turno comenzaba a las 8:00 a. m. Revisé mi bolso y coloqué dentro algunos documentos que había llevado a casa la noche anterior; el agitado ritmo de trabajo no me había permitido terminarlos en la oficina.En la cocina, dejé preparado el desayuno para Min-youn: jugo de naranja y tostadas. Sabía que se quejaría —siempre lo hacía—, pero al menos no podría reprocharme que no intentara alimentarla bien.
Las llaves resonaron en mi mano al cerrar la puerta del apartamento. El aire frío de la mañana me golpeó el rostro, pero mi atención se clavó en el autobús que ya arrancaba en la parada.
—¡Esperen! —grité, alzando la voz más de lo habitual—. ¡No pueden irse sin mí!
Por suerte, el conductor frenó. Subí con el corazón aún acelerado y murmuré un *"Gracias"* antes de dirigirme a mi asiento favorito, ese de atrás junto a la ventana.
—¿Dra. Min, otra vez sin su auto? —La voz inquisitiva provenía de una mujer que siempre coincidía conmigo en el autobús. Su tono, cargado de curiosidad, rozaba lo invasivo.
—Así es —respondí, evitando más preguntas—. Acto seguido, fingí una llamada en mi teléfono. No tenía energía para explicar por qué mi auto estaba en Busan con mis padres.
El trayecto pasó rápido. Al bajar, tres guardias bloqueaban la entrada principal del hospital.
—Permiso —dije, intentando escurrirme entre ellos—. Tengo informes que entregar.
Uno de ellos se cruzó de brazos.
—El doctor Kang quiere hablar con usted.Otra vez Kang. Respiré hondo. Cuatro años soportando sus "insinuaciones", cuatro años de sonrisas que rozaban lo inapropiado. Si seguía así, tendría que denunciarlo... aunque sabía que el director haría oídos sordos.
Llegué a su oficina y toqué la puerta, escuchando un "Pase" desde el interior. Su oficina olía a café barato y colonia demasiado fuerte. Al entrar, Kang se levantó de su silla, acercándose a mí.
—Min Sook, ese vestido te queda muy bien —comentó, mordiéndose el labio de manera insinuante—. Pero con tu tono de piel, estoy seguro de que uno rojo te sentaría aún mejor.
De inmediato, mis dedos volaron a los botones de mi bata blanca, cerrándolos hasta el cuello.
—¿Qué necesita, doctor? —pregunté, clavando la mirada en el reloj de pared—. Tengo trabajo.
—Son solo las 7:40 —rio él, como si el tiempo fuera un chiste privado entre nosotros—. Relájate, querida.
—Vayamos al grano —insistí, impaciente—.
Con un suspiro teatral, tomó un expediente de su escritorio.
—El director te buscaba ayer. Llegó un caso nuevo. —Me extendió los papeles—. Un paciente transferido desde Busan. Llega hoy.Lo tomé con cautela.
—¿Por qué a mí?—Pregúntaselo al director —respondió, estirándose como un gato satisfecho—. Yo solo soy el mensajero... aunque deberías agradecerme por el detalle.
Salí sin responder, dejando atrás la tensión del encuentro.
Al llegar a mi oficina, arrojé los documentos sobre el escritorio. El bolso cayó en la taquilla con un golpe sordo. Respiré hondo —el día apenas comenzaba y ya sentía el peso de lo que vendría—.
Con un gesto práctico, recogí mi cabello en una coleta alta y tomé el expediente del nuevo paciente. Era hora de visitar la oficina del director.
Los pasillos del hospital se extendían ante mí, un laberinto de ecos y susurros. Los gritos amortiguados de los pacientes en la segunda planta eran una banda sonora que, por desgracia, había aprendido a ignorar. A pesar de ello, un escalofrío recorrió mi espalda al pensar en sus dolencias; una realidad cotidiana en mi rutina diaria.
Al llegar a la oficina del director, la puerta estaba entreabierta. Me adentré en la amplia sala y me situé discretamente en una esquina, esperando ser notada. No pasó mucho tiempo antes de que levantara la vista y me invitara a pasar.
—Dra. Min, necesito que se haga cargo de un caso especial —dijo, deslizando el expediente hacia mí—. Esquizofrenia paranoide. Transferido anoche desde Busan.
—¿Por qué yo?
—Porque es complejo. Y usted es la mejor.
Sus palabras sonaban a halago, pero yo conocía la verdad: nadie más quería lidiar con un paciente violento. Abrí el expediente y ahí estaba:
> Nombre: Kim Tae Hyung
> Edad: 24 años
> Diagnóstico: Esquizofrenia paranoide.
> Síntomas: Delirios, alucinaciones auditivas, irritabilidad extrema.Una foto estaba clipada a la hoja. Ojos oscuros, pelo despeinado, una expresión que oscilaba entre el desafío y el miedo.
¿Qué hicieron contigo, Taehyung?
¿Qué te habrá llevado a este estado?
El director ajustó sus lentes —. Será admitido al mediodía. Prepárese.
Asentí, y en mi mente ya repasaba protocolos, medicaciones, enfoques terapéuticos... pero había una pregunta que no podía callar...
¿Por qué siento que este caso sería diferente?

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Esquizofrenia/KTH
De Todo-¿Qué acaso no me escuchan? -Les estoy diciendo que él no está loco ¡no lo está! -Yo sé que nunca se atrevería a dañarme. ➛ Taehyung fanfic ➛ Heterosexual ➛ Crédito de portada: MyBoyKT ᴇsϙᴜɪᴢᴏғʀᴇɴɪᴀ✓