Octavo Relato. Parte 1

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NOTA DEL AUTOR.

Bueno, estimado lector, siento que en esta publicación debo hacer una nota antes de que comiences a leer. el capitulo es demasiado largo como para hacerlo en una sola publicación. ante esto es que me he decidido partirlo en tres, y así mismo tal vez haya mas sentido en la historia que te relato aquí.

Sin mas continua tomando en cuenta que las siguientes publicaciones están relacionadas.



Era cerca de un mes del cual no sabía nada de él. Cerca de 30 días en los cuales las noticias sobre donde estaba, como estaba o que era lo que hacía se habían desaparecido. Estaba totalmente sola sin ninguna persona que le dijera o quisiera decirle algo de él. Conducía su vieja jeep de color café con rayas verdes por todo el periférico cercanas las 11 de la mañana con el clima tornándose a un día nublado que pudiese ser que en la tarde soltase la lluvia. Se detuvo en una tienda Oxxo a comprar una cajetilla de cigarros y antes de volver a abordar el vehículo encendió uno, ya que no quería que su primo Eder descubriera que había fumado, el odiaba que ella lo hiciera.

-Bendita nicotina, te has vuelto un aliado muy grande para calmarme.

Tiro la colilla, apagándola con la planta de su tacón izquierdo y se subió nuevamente a su automóvil. Había terminado su jornada en los juzgados, al ser abogada, y al no querer desviarse más de dirigía a su casa donde ella y su primo vivían, el cual estudiaba en una universidad cercana a esta la misma profesión que ella. Su primo Eder, el mismo que había estado en su dolor cuando él la abandonó hace cerca de 30 días sin decir una sola palabra, sin recoger nada y con tan solo dejar una carta se desvaneció totalmente. Ella estaba totalmente destrozada, había amado a ese hombre desde que estaba en preparatoria. Si bien él era 3 años más joven, cuando ambos habían alcanzado los 18 y 21 años habían por fin consolidado una relación amorosa que los llevo a vivir juntos y haber intentado formar una familia. Habían vivido por caso 2 años como una pareja feliz y perfecta pero un mes antes de que él se fuera lo sentía distante, un poco más de lo normal pero jamás quiso cuestionarlo, no era su estilo.

Frenó en un semáforo, casi tomaba una desviación que la llevaría a su casa. Conforme el semáforo señalaba el tiempo de paso de peatones ella pensaba ¿Cuáles habían sido las causas para que se fuera? Si bien es cierto no había sido la mejor mujer, había dado todo lo posible para que fueran felices los dos. Cambió el semáforo de color y ésta tomo la desviación más próxima para avanzar hacia un bloque de casas donde se ubicaba la suya. Antes de llegar recordó la carta que le había dejado sobre su almohada aquella noche que ella llego del trabajo y que había memorizado tras haberla leído tantas veces, la cual decía:

Estimada Sabrina:

Hoy han pasado cerca 8 años desde que nos hemos conocido. Y créeme ha sido un tiempo maravilloso a tu lado. En el momento que te escribo esta carta han dado las dos de la tarde y ha vuelto a llover como la primera vez que nos vimos. Pero siento que es tiempo de dejar lo nuestro sin tener un conflicto.

En esta carta quiero dejarte todo mi amor, y decirte gracias por haberme ayudado, y por haberme entendido en mis turbulentos pensamientos. Han dado las dos de la tarde y la lluvia cae como cuando fue nuestra primera vez... tal vez por eso me cuesta tanto decirte en estas letras el adiós.

Te digo adiós, y deseo de corazón que tengas suerte si es que no vuelvo a verte, y de antemano te pido perdón si es que alguna vez en nuestras vidas te llegué a hacer daño. Tal vez de momento no sabes las razones, pero yo sé que algún día tú vas a entenderme.

Solo me basta decirte que espero que seas tan feliz como yo lo he sido a tu lado.

Con amor a mí siempre amiga, Alexander.


Y así sin más, en un simple trozo de papel había dado a una relación de dos años y a una amistado de 8 años terminó. Cuando por primera vez lo había leído se había quedado de piedra y no dijo nada. Dos días después Eder se había dado cuenta de la ausencia de él y lo que había pasado. Solo se guardó toda opinión y siguió como si nada pasase. Y de todo ello habían pasado cerca de 30 días.

Estacionó su jeep fuera de la casa y avanzo hasta la puerta con llaves en mano para entrar. Posiciono la misma en el picaporte de la entrada y tras girarlo abrió la puerta e ingresó. Dejo su bolsa en la mesita del recibidor que había cerca y entro descalzándose.

-Necesito nuevas plantillas, estos tacones me están matando poco a poco.

Siguió caminando y al llegar casi a la sala su primo Eder la vio y poniéndose pálido calló de sentón al suelo.

-¿T-tu qué haces aquí?

-Aquí vivo idiota –respondió.

-Eso lo sé, pero me refiero al tiempo, dijiste que llegarías hasta casi las tres de la tarde.

-Se difirieron las audiencias que tenía, ni el juez ni el secretario de acuerdos estaban. Pero, ¿Por qué te espantas?, acuérdate que ya te dije que si quieres coger debes llevar a tu novia a un motel, esta casa se respeta.

-N-no, no es e-eso... es que...

-¿Es qué Eder?

Se dirigió al cuenco donde siempre dejaba las llaves pero antes de siquiera dejarlas de ella notó que un juego de estas se encontraba ubicado. Un escalofrió le recorrió la medula espinal de principio a fin puesto que las reconoció en seguida, eran las llaves de Alexander. Miro inquisitivamente a su primo y gritándole le preguntó:

-¿Estuvo aquí?, respóndeme de inmediato, ¿vino a esta casa?

-N-no solo vino... aun esta en tu habitación recogiendo sus cosas.

Le empezó a dar taquicardia a Sabrina, su respiración de por sí ya irregular se empezó a acelerar más y sin poner atención a las suplicas de su primo esta corrió hacia su habitación esperando verlo nuevamente con esa alegría y esa sonrisa que lo cautivaba tal cual. Subir las escaleras se le hacía eterno, y el tramo que en menos de un minuto recorría cada vez que iba de la planta baja a su habitación se le hizo que nuca terminaba. Se acercó con toda prisa a su puerta y a punto de tocar el picaporte se detuvo. Analizo lo que al abrir la puerta estaba a punto suceder y sin pensarlo abrió la misma.

Y lo miró ahí, con ese cabello negro tan achinado que le encaba acariciar y esos labios pequeños pero de un rosado intenso que anhelaba volver a besar. Pero no era el mismo de siempre... ya que unas valijas y sus pertenencias juntadas le daban el indicio irrefutable de que se iba, y al parecer esta vez para siempre.

Relatos Amargos de un Café sin AzúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora