Onceavo Relato

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Anuncio 1: Estimados lectores antes de iniciar el presente relato he de aclarar que esta algo disparejo a los estándares que manejo en contenido de mis historias, sin embargo cabe mencionar que este escrito lo hice en una etapa de mi vida cuando estaba empezando con mis gustos de la lectura.

Podrá contener ciertos errores históricos tal vez, pero quise dejarlo tal cual fue escrito ya que fue uno de mis primeros relatos cortos que hice. Espero lo disfruten así como yo disfrute hacerlo.


Las tardes lluviosas le fascinaban. Siempre desde que era joven le había excitado el escuchar la lluvia golpear el viejo pavimento de su ciudad natal mientras el viento azotaba impetuoso las ventanas. El sonido de los truenos y el fulgor del destello de los rayos le causaban un éxtasis que simplemente la dejaba anonadada.

Pero en esta ocasión, solo en esta ocasión, odió la lluvia y sus allegados con todas sus fuerzas. Provocaba que el terreno fangoso fuera muy inestable y casi había resbalado por más de tres ocasiones anteriores a donde estaba en esos momentos. Todo era difícil de ver en una distancia a 20 metros por la intensidad de la lluvia y el frio que estaba sintiendo en esos momentos le perpetuaba hasta los huesos. Pero ella no se preocupaba por lo que le pasase, para ella no importaba el que muriese de hipotermia. Lo que le agobiaba era el bienestar de su joven hijo que llevaba en brazos. No tenía ni un año cuando ya estaba peligrando su vida y ella cual leona en celo lo protegía a coste de su vida.

Huían de la terrible Alemania Nazi que al llegar a las zonas costeras de la Francia recién caída en sus manos, pasados ciertos meses de la capitulación y la firma de paz, buscaba incansablemente a los judíos para su pronta exterminación o el obligarle a trabajos en marchas forzadas.

-Tranquilo nene, vas a estar bien, os lo prometo –repetía una y otra vez tiritando del frio que le calaba en todo su cuerpo.

Los azotes del viento le llevaban el sonido de lejanas patrullas de la Gestapo y las SS alemanas. Sabía que su camino no sería fácil pero tenía que llegar a la estación Biarritz ya que era su único medio de escape. En esa zona salían trenes de la resistencia que ayudaban a civiles judíos y franceses a escapar de las garras de Hitler y sus colegas y mandarlos a España. Solo le faltaban como dos kilómetros para llegar, pero el clima no era el mejor.

-Nene, te juro que estarás bien –volvía a repetir a su hijo-, si es que no nos pillan las tropas alemanas nada malo pasara. Solo es llegar a la estación y todo se solucionara.

Y su marcha continúo. Sentía su ropa empapada y los zapatos le empezaban a llagar sus pies. Estaba agotada, en ayunas y solo tenía la esperanza de que llegaría a tiempo antes de que el tren saliera de la estación. En eso su bebe empezó a llorar y la madre entro en desesperación. Pudiese que la lluvia camuflajeara su ruido pero en cualquier momento una patrulla los pillaría.

-Calla calla, nene ¿Qué no vez que si lloras morimos los dos?, aparte ya casi llegamos, desde aquí escucho el sonido del tren.

Más la criatura no paraba de llorar. Pareciese como si un presentimiento desde sus más hondos instintos de supervivencia le digiera que todo peligraba. La marcha continúo y al estar cerca de la estación noto la inmensa cantidad de gente que estaba para abordar el tren. Varias decenas de personas entre civiles y soldados armados de la resistencia se movían ágilmente entre la estación buscando la forma de llenar los vagones con la gente restante. Camino hasta el soldado más próximo y le pregunto:

-Disculpad joven, ¿me podría decir que tengo que hacer para poder abordar un furgón del tren?

-Lo siento pero solo soy un guardia, no se me nada de eso.

Relatos Amargos de un Café sin AzúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora