Relatos Amargos de un Café sin Azúcar

Doceavo Relato

La vida es muchas veces una desdichada con quien en verdad tratamos de hacer lo mejor posible. Pero bueno, es claro que no siempre se puede ser justo.

¿Y a qué viene esto?

Simple, hoy estoy aconsejando a quien en verdad amo para verse de manera espectacular para su boda. Si, así es, la persona que hoy será el novio en la boda es mi más grande amigo de infancia, aquel con quien corría por las calles todos los días cuando de niños íbamos a jugar en los campos de arena cercanos a la casa. El mismo que al estar en secundaria despertó grandes deseos amorosos y sexuales y me dejó tan confundido como con el sentimiento querer buscar más de esa confusión. El hombre que en preparatoria fue el centro, principio y fin de todos mis sueños en los que me idealizaba con alguien a mi lado para poder ser feliz. Quien jamás he podido siquiera con el mas mínimo roce de alguno de mis dedos tocar esos labios que han sido la fuente de mi desesperación y con la que me he atormentado día y noche en cual será su sabor.

La persona masculina que una vez empezando a ser adultos jóvenes nos íbamos a antros o fiestas con amigos y pasábamos buenos tiempos.

-Para ahí mismo, te dije que las mancuernillas no van así y el moño está mal, acércate para vestirte bien -le dije mientras lo acercaba a mí.

-Gracias, la verdad estoy muy nervioso.

Tome primero las muñecas de ese hombre y le acomodé las mancuernillas que yo había comprado personalmente para su boda. Mientras lo hacía no dude en rozar disimuladamente su palma de cada mano. Para decir la verdad casi nunca había hecho eso, serian contados esos momentos. Finalmente me dirigí a su cuello en el cual su moño lo tuve que deshacer para que quedara perfecto.

-No sabes lo feliz que me siento estando tú aquí ayudándome. En serio muchas gracias porque sin ti no habría pasado nada de esto.

-Te he dicho que no hay nada que agradecer. Eres mi más grande amigo, sería normal que yo hiciera esto. Además toda tu familia está ocupada en ellos mismos o detalles de la boda. Y de toda la panda de amigos que tenemos nadie tiene mejor justo y sabe manejar todo esto que yo. Supongo que era obvio que yo lo hiciera.

-No, no, me refiero a todo esto. La boda, la fiesta, todo. Si no fuera por ti créeme que no habría conocido de manera más cercana a Charlotte (la novia) y tal vez no seríamos pareja ella y yo. En serio muchas gracias por ello.

Di una sonrisa triste por el... Pero más por mí. Porque así era, yo había hecho que se conocieran. Inicié en una ocasión un grupo de lectura y análisis, e invite a varios amigos entre los que estaban ambos. Poco a poco se empezaron a hacer más cercanos pero no lo notaba, ya que a mi ver solo eran amigos. Vaya sorpresa cuando dos años después de conocerse me dieron la prima noticia de su noviazgo. Disimulé con alegría por ellos, claro que lo hice. Había estado tras su amor y cariño desde hace más de 7 años y ella en solo dos había conseguido lo que yo jamás pude. Trate de ser lo más convincente y en verdad supuse que se lo habían creído. Pero ella sabía lo que sentía por él. Ella lo sintió desde entonces y por casi un año estuvo algo distante conmigo y de cierta manera recelosa. Todo eso duró hasta que me harté y de manera directa la cite para hablar y le encaré todo. Lo sabía ella, sabía mis sentimientos hacia su novio y todo lo que había estado sufriendo. Yo sin embargo le dije que lo dejara, que no había que preocuparse por mí ya que solo éramos una bonita amistad y de eso jamás, y al decir jamás era jamás, iba a pasar de ahí. Se fue más tranquila y poco a poco nuestra amistad mejoró.

-Para nada. Ustedes dos hicieron todo, ¿yo que influí al haber solo hecho la invitación a ese club de lectura?

-No se la verdad, pero sé que tú fuiste quien nos juntó y ahora mírame, en unas horas estaré casado con la mujer que amo.