Octavo Relato. Parte 2

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-¿En verdad te vas?

Los ojos ahora vidrioso lo miraban suplicando respuestas. Su respiración aún era anormal y le costaba mantenerse en pie, por lo que se recargo en el marco de la entrada. Ya tenía cerca de 3 maletas listas y había dos más en dirección a llenarse. Las lociones y la ropa de él estaban regadas sobre la cama matrimonial donde muchas veces habían estado juntos como pareja pero también como amigos. Un cenicero tenía un cigarrillo prendido pero que estaba a mitad de consumirse como si solo le hubieran dado unas caladas. El levantó la vista y le dijo:

-Sabrina ya no me hagas esto más difícil. Lo nuestro terminó y no hay marcha atrás. Así que si me dieras el espacio para empacar todo te lo agradecería.

-Entonces se termina todo y así como si nada das el final. ¿Te crees que soy de papel o algo similar? Por favor Alex, teníamos tantas historias por terminar juntos. Anda, no me hagas esto a mí.

-Vamos Sabrina, ya cálmate. Esto no es para tanto.

No pudo aguantarlo más y explotando le grito:

-Claro que si es para tanto. Te fuiste sin decir nada, y cuando te vuelvo a ver es solo para mirar como empacas todo y te vas. Espera solo un segundo amor mío, y dime con toda sinceridad ¿Cuál fue mi error?, dímelo y te puedo jurar que lo remediare, cambiare por ti. Me estas destrozando desde dentro y no sé por qué.

Un suspiro pesado salió de él. Dejó lo que estaba haciendo y le dijo:

-Ambos ya venimos tanteando a que se debe esto. Tranquila, eres fuerte y vas a salir de esta.

-¡Claro que no soy fuerte!, tú me hacías fuerte pero ahora que no estás aquí. Ahora que mi pilar es el que me tumba como quieres que sea fuerte. Por favor deja ya de empacar –decía mientras el volvía a su diligencia-, no te vayas.

-Lo siento pero no hay marcha atrás... como ya te dije.

-Dime la verdad, ¿Por qué te vas?

-¡Porque tengo a otra mujer! –grito pero después en su expresión se arrepintió de ello. La miró y pudo notar que se había quedado sin fuerzas, pero él se mantuvo firme en su postura.

Y ella dejándose caer en el suelo se puso a llorar en silencio mientras de reojo veía como él se apuraba en empacar todo. Se mantuvo de momento en margen a lo que sucedía y dejo que el hiciera todo lo que debía hacer. Sin embargo preguntas constantes le recorrían su mente, ¿en qué momento él había decidido dejar de amarla después de todo lo que hizo por el?, ¿Cuándo fue que esa le pudo dar algo que ella no le había podido dar? Y mientras más preguntas le rondaban por toda su cabeza el llenó las ultimas maletas y empezó a llevarlas de dos en dos a su coche que estaba aparcado del otro lado de la acera. Cuando finalmente vino por la última ella le pregunto con la voz entrecortada:

-¿C-crees que si te hubiera amado un poco más no me habrían quitado tu amor?

El silencio de él le dio respuesta a su pregunta y se sintió más mísera por dentro. Al final de cuentas ella había perdido en una pelea que no sabía que estaba contendiendo. Alexander se encamino a la salida de su habitación y mirándola le dijo:

-En serio espero me perdones, no te mereces esto, pero ya no podía fingir más esto que no siento. Cuídate mucho y Dios te bendiga.

Dio dos pasos fuera de la habitación y se detuvo por un momento al escuchar lo que ella le recriminó.

-Por años lo di todo por ti, y sobre todo en estos últimos dos. Te di una pareja siempre fiel, acepte todas tus condiciones y te di apoyo tanto económico como moral para que culminaras tu carrera y tus sueños. Y ahora me han pagado con dolores y penas. Pero tranquilo, te entiendo, soy poca cosa y el que ahora te vayas me hace caer en cuenta de mucho. Ya sé que no te va a importar dejarme atrás dolida y con el alma en pedazos... pero tranquilo, lo superaré, como no sé, pero lo haré. Tú sé feliz... pues para querer detenerte ya no hay más que hacer.

Se quedó tirada hasta que escucho el auto de Alexander arrancar y fue cuando por fin dejo salir esos gritos que le estaban rompiendo el cuerpo en pedazos. Inmediatamente llegó Eder y la abrazo, abrazo a su prima con todas las fuerzas mientras lloraba con ella haciéndole sentir su amor. Pero ya era tarde, estaba dolida y deshecha, pues a quien más había amado la cambió por otra. Solo en esa ocasión, y solo por esa persona había desea ser alguien más.

Pero no podía, no podía asemejarse a esa. Así que solo le quedaba llorar. Y rezar a Dios por fuerzas para no ceder a su deseo de morir.

Relatos Amargos de un Café sin AzúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora