Segundo Relato

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Esta tarde quedamos en que iríamos a la fiesta de Susana, nuestra compañera de clases y que cumplía por fin su mayoría de edad. Seria una fiesta como pocas y estaría repleta de diversión y sobre todo compañerismo. Y sabías que quería ir, quería ir por dos grandes razones. Socializar un poco mas con todos nuestros compañeros y tal vez hacer nuevos amigos, porque tu mismo me pediste que lo hiciera, dejando de lado esta esfera que había estado construyendo con todo mundo desde que llegué a la ciudad.

Y también porque dijiste que pasaríamos la fiesta como pareja, tal vez en apariencia ante los demás como amigos, pero entre tu y yo seriamos aquellos amantes prohibidos para los demás. Y fue así que compre mi polera nueva y unos jeans nuevos. Mi madre me miraba tan ilusionada de que por fin decidiera romper mi eterna burbuja de aislamiento y fue de modo en que ella misma accedió a darme dinero para tales compras.

-Te veis tan hermoso, Santi querido -dijo mi madre cuando salí de mi pieza ya listo para partir.

-Gracias madre, aunque me siento algo nervioso.

-Tonterías, ¿Quieres que te lleve?

-No -respondí-, vendrán por mi.

Y ella se retiro hacia su habitación. Eran las 8 menos cuarto y en 20 minutos aproximadamente vendrían por mi ya que no tenía conocimiento de donde era la dirección de la misma. Aquella persona que era mi alegría y mi sustento, que se había vuelto tan importante y que ahora era eje central de mi vida. Pasaron los minutos y con ello se llego la hora... Pero tu no lo hacías.

-Tal vez se retraso un poco -dije a mi madre que volvió a la sala donde estaba esperando.

Seguí esperando y esperando... Paso media de hora, 45 minutos y tu... Tu jamás llegaste. Dieron exactamente las 9 de la noche y mi madre me llevó un café con la excusa de que debía mantenerme despierto por si llegaban por mi.

-Comúnmente las fiestas en este país no comienzan a la hora marcada, sino hasta después, puede pasar una hora por lo común y empezar, puede que eso este pasando y por eso no haya pasado Fernando por ti aún -excuso mi madre.

-Si, tal vez ha de ser eso -la segundé.

Y así que que me espere una hora y treinta minutos más... Pero tu jamás llegaste a mi casa a buscarme. Traté de llamarte y te dejé cientos de mensajes, pero no los recibías, no contestabas a nada. Mi madre solo me veía desde el portal de la sala y casi a punto de romper a llanto me dijo:

-Cariño, creo que no vendrán por ti.

Y era cierto. Doliese o no era cierto, no llegaría alguien por mi esa noche. Suspire resignado y levantándome de mi lugar empecé a caminar hacia mi dormitorio. Pase a un lado de mi madre y sin verla le dije:

-Tienes razón, no vendrán por mi. Igual, no quería ir, odio los lugares con mucha gente y ruido.

Y caminé a mi alcoba sin decir más. Sin mirar atrás pese a que sentía la mirada angustiada de mi progenitora que lloraba en silencio. Pero callé, callé porque pensaba aun que algo había sucedido como para que Fernando no hubiese venido a mi. Decidí conectarme a Facebook, para ver si lograba saber algo de Ferni. Tenía 4 notificaciones pero ningún mensaje. Pero hubo algo que me llamo la atención. Entre las fotos que se subían al muro hubo una de Juliana que me sorprendió y clavo un puñal en mi corazón. Una foto donde era abrazada por Fernando mientras le besaba la mejilla izquierda con una descripción que decía "El mejor novio y acompañante del mundo".

Sabia que había visto suficiente y decidí dormir. Caminé a mi cama y recostándome empecé a llorar. Lloré por lo mísero que soy. Lloré por ser tan idiota como para creer que alguien haría algo lindo por mí...Lloré porque en el fondo sabia que algo así pasaría y que era mejor no haber intentado ser alguien sociable, algo que nunca fui y que nunca debí de intentar ser...Pero sobre todo lloré porque en el fondo de mí, sabía que jamás me amarías, y que estas falsas ilusiones que me hice contigo no serian mas que eso, falsas ilusiones.

Pero, finalmente, como dije a mí padre una vez, no necesito, no necesité y nunca necesitaré ser amigo de alguien para salir de esto.

Relatos Amargos de un Café sin AzúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora