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Sienna observaba desde la ventana a Edward, recostado en la nieve con los brazos extendidos a cada lado de su cuerpo y los copos cayendo sobre su cara. Una sonrisa apareció lentamente mientras lo veía al pensar en que sus palabras habían sido tomadas en serio por él. No pudo evitar sentirse especial y a la vez patética. ¿Por qué seguía ilusionándose por nada? Debía aceptar la realidad.
- ¿Por qué no vas con él? - preguntó en sugerencia Jasper, podía ver lo conflictuada que estaba. Sienna giró su cabeza tan pronto lo oyó.
- No sé - dijo con suavidad - se lo ve tranquilo.
Jasper caminó hasta llegar a su lado y miró al frente, hacia donde veía Sienna. Sentía a su hermano también y sabía que estaba tan confundido como perdido. Por eso animó a la rubia a acercarse, ambos necesitaban resolver sus problemas y no lo lograrían sin la ayuda del otro para hacerlo. Tenían que hablar y aclarar las cosas de una vez.
- Ve - dijo con esa voz serena y seria al mismo tiempo, esa que tranquilizaba a Sienna hasta en sus peores momentos. - Haz lo que sientes, deja de dudar.
Ella asintió, las palabras de Jasper dándole seguridad.
Caminó hasta llegar afuera y se quedó parada en la entrada de la casa, sintiendo el frío en su cara.
¿Qué le iba a decir? No se le ocurría nada, no quería hablar en realidad, solo estar con él pero no podía en esos momentos. Respiró hondo y caminó hasta llegar a su lado, donde se sentó con las piernas flexionadas contra su pecho. Edward tenía los ojos bien abiertos pero miraba el cielo y cuando sintió el cuerpo de Sienna hundirse en la nieve suspiró.
- Lo siento ¿quieres estar solo? - preguntó sintiendo un pinchazo de decepción en su pecho, a punto de levantarse.
- No - se apresuró a decir él. Sienna lo miró de reojo y se acostó a su lado.
La nieve era fina, se sentía suave y el frío entumecia todos tus sentidos. Sienna tenía razón, ayudaba a enfriar el corazón y a su vez te desconectaba de todo. Edward la miró de reojo, ella tenía los ojos cerrados, sus pestañas castañas acariciaban sus mejillas, sus cabellos rubios casi se perdían entre la nieve y su piel lucia mucho más blanca. Parecía una muñeca de porcelana, era simplemente hermosa, no había palabras para describir su belleza.
- ¿Por qué estás aquí? - preguntó, Sienna giró la cabeza hasta que consiguieron verse. La pregunta de Edward no era tosca, no era con mala intención ni de mala manera. Su voz había sido suave y ronca, como una caricia, esperaba una respuesta sincera.
- Necesito dejar de sentir y - miró el cielo turbado como ella - comenzar a pensar.
- Yo pienso demasiado - dijo lentamente - quizás necesito sólo sentir.
Ambos guardaron silencio y luego rieron.
- Desearía poder apagarme por un minuto.
- Dame la mano - dijo ella poniendo la palma de la mano hacia arriba. Edward la miró de reojo y deslizó sus dedos por la palma hasta que la cubrió por completo con su mano. Sienna se estremeció y cerró los ojos para evitar pensar en eso. Sólo podía sentir el tacto de su piel tersa que la refugiaba de la nieve. - Cierra los ojos.
Edward obedeció, sabía que Sienna no le haría daño, confiaba en ella.
- Ahora - su voz sonaba calma, como el agua que corre por un arroyo - ábrelos.
Él así lo hizo pero ya no estaba en el patio nevado del hogar Denali sino que se encontraba en un campo repleto de trigo. El cielo brillaba en un celeste intenso y las nubes se veían blancas y esponjosas, el sol alumbraba pero no quemaba ni encandilaba aunque tuvo que entrecerrar los ojos debido a su brillo, se sentía cálido en todas partes. El trigo era dorado gracias a los rayos del sol y vibraba con el viento, crujiendo placenteramente. ¡Podía olerlo! Edward se sorprendió tanto, era como estar allí, aunque no era él quien controlaba los movimientos. Era como estar soñando y él hace mucho no lo hacía. Caminó entre las plantas, sentía el trigo rozarse contra su ropa, abrió las manos y levantó los brazos a la altura de su cadera. Podía sentir las espigas debajo de sus manos, haciendo cosquillas en sus manos. Y el aire entrando por su nariz para salir por su boca. El viento dió de lleno en su cara, acariciándole las mejillas, refrescando su cara, e inevitablemente cerró los ojos.
Edward exhaló como si hubiera despertado de un largo sueño y luego de superar el trance sonrió, apretó la mano de Sienna y soltó una carcajada suave, anonadado pero alegre.
- Eso fue... - la miró, la sonrisa le llegaba a los ojos y hacía bailar a Sienna por dentro aunque no lo demostrara. - Gracias.
Por un momento había sentido, y había sentido todo. Estuvo vivo y por completo, sólo unos minutos pero durarían en su memoria para toda la eternidad.
- Es todo lo que puedo hacerte sentir - dijo muy a su pesar. Edward lo reconoció en su voz y vió a través de sus ojos la tristeza y el vacío en su interior. Un sentimiento innato surgió desde lo más profundo de su ser y se vió atraído hacia ella como una flecha al blanco.
Fue un simple e inocente beso, así lo había sentido él. Pero a Sienna le había movido todo. Para ella que intentaba seguir adelante era como un golpe en el estómago, ese que te deja mareado y descompuesto por un buen tiempo.
Sienna se separó abruptamente, con su mano temblando sobre el hombro de Edward y se puso de pie.
- Sienna - dijo el cobrizo sentándose en la nieve.
- Está bien - respondió sin girar a verlo y se fue dentro de la casa como si nada hubiera pasado cuando de todo estaba sucediendo dentro suyo.
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Sienna (Edward Cullen)
FanfictionSienna no dudaba que él la hubiera amado y que una gran parte suya lo siguiera haciendo pero sabía...sabía...siempre supo, que en el fondo de los acaramelados ojos de Edward Anthony Masen Cullen existía un vacío que ella no era capaz de llenar.