Sienna no dudaba que él la hubiera amado y que una gran parte suya lo siguiera haciendo pero sabía...sabía...siempre supo, que en el fondo de los acaramelados ojos de Edward Anthony Masen Cullen existía un vacío que ella no era capaz de llenar.
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Esme le sonrió hermosamente. Sienna no entendía como tanta belleza podía caber en una persona. Irradiaba luz, la amaba con todo su corazón.
- Quizás sea hora de avanzar, eres fuerte y estaremos contigo para siempre. Somos familia.
- Sí - le devolvió la sonrisa aunque era imposible que fuera tan maravillosa como la de ella - gracias.
Le dió un último apretón a las manos blanqucinas, se inclinó hacia adelante y besó su mejilla.
- Iré a casar - avisó levantándose de su asiento. Esme volvió a sonreírle, su mirada orgullosa podría matarla de ternura.
Se cambió de ropa y salió de la casa.
Quizás Esme tenía razón y era momento de avanzar, de superar a Edward Masen Cullen.
Aún lo amaba, era imposible que dejara de hacerlo de un momento para otro. Habían pasado algunos meses pero no olvidas de un día para otro una relación de años. Creyó que no tendría fin, que él era su destinado pero al parecer no. Debía aceptarlo después de todo Edward encontraría a la persona perfecta para él, a la que llenara sus espacios vacíos. Podría ser Bella u otra pero ella no.
Y estaba bien.
Sienna entendía qué era lo que la hizo caer tan profundo. Cuando eres un vampiro de quinientos años ya has aceptado que vivirás toda la vida o lo que dure el mundo. Disfrutas de lo etéreo sabiendo que no hay nada eterno, sólo tú. Por eso creyó que siempre estarían juntos. Que incluso si sus vidas acababan el amor que se profesaban viviría eternamente en el recuerdo de las personas que los conocían, o en lo que hubiera más allá...¿había algo más allá? Que importa, aprendió a disfrutar del ahora. Disfrutaría entonces, con calma porque después de todo aún tenia tiempo.
Miró el paisaje nevado, era hermoso. Vió a su alrededor antes de abrir la puerta.
- Sí, es agradable.
Esa voz.
Se movió a velocidad vampírica a la sala. Allí, frente al piano, estaba él.
- Edward - fue un susurro, había extrañado decir su nombre pero no era su plan hacerlo.
Los oídos de todos la captaron, los ojos la atraparon. Caminó despacio hacia Alice, su mano se cerró alrededor de su brazo.
Lo sabía.
- Hola, Sienna - su cabeza se volteó.
Sienna
Sienna, mi amor
Te amo, Sienna
Sienna y Edward Cullen ¿te gusta?
Señora Sienna Masen Cullen
Lo siento, Sienna
No puedo vivir sin ti, Sienna
Adiós, Sienna
.
- Lo siento, debo irme - dijo. Su mente perdiéndose en recuerdos, su nombre en sus labios, su hermosa voz llamándola sonaba tan bien... y tan mal.
