Vacaciones en Italia

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Capítulo 1

La luz empezaba a entrar lentamente por los ventanales de la habitación, aunque Andrea ya llevaba despierta una hora. Se había pasado un mes de vacaciones intentando terminar los deberes antes del viaje, pero le había sido imposible y lo había dejado todo para el último momento.

Por ello se encontraba haciéndolos el mismo día en el que se marchaban para poder disfrutar de sus vacaciones sin tener que preocuparse por los deberes lo que quedaba el resto del verano.

Estaba rellenando los últimos párrafos de su última redacción sobre Historia de la magia cuando sin previo aviso Bruno abrió la puerta de golpe. Andrea estaba tan concentrada que con el susto derramó la tinta sobre su chaqueta y lo más importante, su última redacción.

—¡BRUNO! —exclamó Andrea furiosa viendo el desastre que la tinta había dejado—¿NO TE HAN ENSEÑADO A LLAMAR A LA PUERTA?

—Parece que hoy no estás de buen humor—murmuró Bruno tranquilamente mientras se sentaban en la cama de Andrea.

Atraído por los gritos de su hija, Charles se asomó desde la puerta a la habitación.

—Se puede saber qué ocurre...—preguntó con el ceño fruncido—¿Por qué gritas Drea?

No hizo falta que Andrea dijera nada, su padre ya se había fijado en la ropa y la mesa del mismo color de la tinta. Sacó su varita del bolsillo delantero y murmuró unas cuantas palabras acompañadas de un movimiento de la misma.

El desastre azul desapareció por completo. Andrea cogió el papel seco y comprobó que era legible.

—Gracias—murmuró aun furiosa metiendo el pergamino junto a los apuntes y demás trabajos.

Charles echó un vistazo al desastre que su hija tenía por habitación y salió.

—Esta habitación combina con tu personalidad—dijo Bruno viéndola también. Su hermana dejó escapar un gruñido como respuesta y Bruno prosiguió como si nada—Si yo fuera tú haría las maletas, nos vamos en dos horas...

Andrea dejó de guardar el material del colegio y le miró fijamente.

—Si yo fuera tú, saldría corriendo antes de que te lance el libro de Historia de la magia.

Bruno pareció considerar la amenaza lo suficientemente peligrosa para que se marchara de la habitación. Andrea se levantó del escritorio y se dejó caer sobre la cama ya cansada, aunque solo llevara dos horas despierta.

Sonó un revoloteo y Rubí entró por una de las ventanas abiertas. Planeó sobre la habitación y aterrizó al lado de su dueña. La lechuza se estremeció moviendo las plumas.

Comenzó a picotearle los dedos cariñosamente a Andrea para que le diera comida, al ver que su dueña no reaccionaba se subió sobre su brazo y comenzó a caminar por encima. Las garras le hacían cosquillas al apoyarse.

—Ya voy, ya voy...

La lechuza saltó de nuevo a la cama y Andrea se incorporó. Abrió uno de los cajones del escritorio sacando la bolsa de comida. Rubí al oírlo se subió a su hombro y observó abriendo mucho los ojos como Andrea sacaba un pedacito y lo elevaba hacia ella.

La lechuza lo atrapó al aire y voló de nuevo a su jaula mientras Andrea se paraba a contemplar su caótico cuarto.

Había ropa por todos lados, muchos pergaminos cubrían todo el escritorio y las plumas estaban esparcidas por encima. Al lado de la ventana, tenía todas sus plantas, la mayoría con buen aspecto, el problema era que comenzaban a alcanzar un gran tamaño subiéndose por las paredes. Charles le había pedido que las cortara, pero Andrea era incapaz de hacerlo, prefería dejarlas libres por la pared.

Andrea Bletchley y el prisionero de Azkaban ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora