La verdad sobre Black

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Capítulo 9

La señora Pomfrey insistió en que Harry se quedara en la enfermería el fin de semana. El muchacho no se quejó, pero no le permitió que tirara los restos de la Nimbus 2000.

Sabía que era una tontería y que la Nimbus no podía repararse, pero Harry no podía evitarlo. Era como perder a uno de sus mejores amigos.

Lo visitó gente sin parar, todos con la intención de infundirle ánimos. Hagrid le envió unas flores llenas de tijeretas y que parecían coles amarillas, y Ginny Weasley, sonrojada, apareció con una tarjeta de saludo que ella misma había hecho y que cantaba con voz estridente salvo cuando se cerraba y se metía debajo del frutero.

El equipo de Gryffindor volvió a visitarlo el domingo por la mañana, esta vez con Wood, que aseguró a Harry con voz de ultratumba que no lo culpaba en absoluto.

Andrea, Ron y Hermione no se iban hasta que llegaba la noche. Pero nada de cuanto dijera o hiciese nadie podía aliviar a Harry, porque los demás sólo conocían la mitad de lo que le preocupaba.

No había dicho nada a nadie acerca del Grim, ni siquiera a Andrea, Ron y Hermione, porque sabía que Ron se asustaría y Hermione y Andrea se burlarían. El hecho era, sin embargo, que el Grim se le había aparecido dos veces y en las dos ocasiones había habido accidentes casi fatales.

La primera casi lo había atropellado el autobús noctámbulo. La segunda había caído de veinte metros de altura. ¿Iba a acosarlo el Grim hasta la muerte? ¿Iba a pasar él el resto de su vida esperando las apariciones del animal?

El domingo por la tarde Andrea dejó a Hermione y Ron en la enfermería con Harry sin saber que decir para animarlo. No le había dicho a Harry que ella también se había desmayado, y sabía que Harry les escondía algo. Andrea suponía que se sentía avergonzado por lo ocurrido con los dementores. O al menos así se sentía ella cada vez que lo pensaba.

No podía evitar ponerse nerviosa cada vez que pensaba en que habría ocurrido si Fred no la hubiera atrapado. ¿Estaría en una de las camillas de la enfermería al lado de Harry? ¿O peor?

Andrea no le había contado tampoco a nadie que era lo que había visto cuando los dementores la habían hecho desmayarse y tampoco le apetecía decírselo a nadie. La cabeza comenzaba a dolerle cada vez trataba de recordar el rostro de la mujer que volvía a resurgir en sus pesadillas.

Andrea salió de la enfermería y se encaminó por los fríos jardines sumida en sus pensamientos. Sin prestar mucha atención al camino por donde iba. Llegó al lago negro donde se formaban ondas en su superficie por el viento que se había calmado un poco desde el día del partido.

Andrea se sentó en la orilla y se recostó contra uno de los árboles agotada. Comenzó a acariciar con la palma de la mano la hierba levantando las gotitas de rocío mientras reflexionaba en silencio.

Al rato, un ruido proveniente de un arbusto cercano la sobresaltó. Sin pensarlo dos veces agarró la varita y apuntó hacia él. Lo más probable es que tan solo fuera un animal, pero Andrea se encontraba sola y no quería arriesgarse.

El alivio la invadió cuando del arbusto apareció el hocico de un gran perro negro que solo olisqueaba la planta. Olfateó el suelo y se acercó poco a poco a ella. Andrea sin miedo, volvió a guardar la varita y rebuscó en los bolsillos de su chaqueta.

El perro negro puso las orejas hacia arriba cuando escuchó el sonido del paquete de galletas. Agitó la cola y se acercó dando brincos hasta Andrea. Andrea sacó el paquete del bolsillo y rasgó el envoltorio.

—¿Tienes hambre, bonito? —preguntó Andrea ofreciéndole una galleta.

El perro se sentó a su lado y atrapó agradecido la galleta. Parecía un perro abandonado, tenía el pelo lleno de hojas y ramitas enganchadas. Andrea se las fue quitando poco a poco, aunque alguna le llevó un buen rato ya que estaban muy enredadas.

Andrea Bletchley y el prisionero de Azkaban ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora