El dementor

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Capítulo 3

A la mañana siguiente, Tom despertó a Andrea, sonriendo como de costumbre con su boca desdentada y llevándole una taza de té. Andrea se vistió rápidamente y entró a la habitación de Harry.

—¿Qué tal te encuentras? —preguntó Andrea al abrir la puerta.

Harry estaba ya preparado con una taza de té de parte de Tom. Parecía haber dormido bien a pesar de lo que habían escuchado ayer.

—Mejor que ayer—respondió Harry tomando un sorbo de su taza.

Andrea se sentó en su cama mientras Harry proponía sus diferentes teorías sobre lo que había ocurrido. Empezó a tratar de convencer a Hedwig de que volviera a la jaula cuando Ron abrió de golpe la puerta y entró enfadado, poniéndose la camisa.

—Cuanto antes subamos al tren, mejor —dijo—. Por lo menos en Hogwarts puedo alejarme de Percy. Ahora me acusa de haber manchado de té su foto de Penélope Clearwater. —Ron hizo una mueca—. Ya sabéis, su novia. Ha ocultado la cara bajo el marco porque su nariz ha quedado manchada...

—Tengo algo que contarte —comenzó Harry, pero lo interrumpieron Fred y George, que se asomaron a la habitación para felicitar a Ron por haber vuelto a enfadar a Percy.

Bajaron a desayunar y encontraron al señor Weasley, que leía la primera página de El Profeta con el entrecejo fruncido, a su hermano Bruno que discutía con Percy y a la señora Weasley, que hablaba a Ginny y a Hermione de un filtro amoroso que había hecho de joven. Las tres se reían con risa floja.

—¿Qué me ibas a contar? —preguntó Ron a Harry cuando se sentaron.

—Más tarde —murmuró Harry, al mismo tiempo que los gemelos irrumpía en el comedor

Con el ajetreo de la partida, Harry tampoco tuvo tiempo de hablar con Ron. Todos estaban muy ocupados bajando los baúles por la estrecha escalera del Caldero Chorreante y apilándolos en la puerta, con Rubí, Hedwig y Hermes, la lechuza de Percy, encaramadas en sus jaulas. Al lado de los baúles había un pequeño cesto de mimbre que bufaba ruidosamente.

—Vale, Crookshanks —susurró Hermione a través del mimbre—, te dejaré salir en el tren.

—No lo harás —dijo Ron terminantemente—. ¿Y la pobre Scabbers?

Se señaló el bolsillo del pecho, donde un bulto revelaba que Scabbers estaba allí acurrucada. El señor Weasley, que había aguardado fuera a los coches del Ministerio, se asomó al interior.

—Aquí están —anunció—. Vamos, Harry.

El señor Weasley condujo a Harry a través del corto trecho de acera hasta el primero de los dos coches antiguos de color verde oscuro, los dos conducidos por brujos de mirada furtiva con uniforme de terciopelo verde esmeralda.

—Sube, Harry —dijo el señor Weasley, mirando a ambos lados de la calle llena de gente.

Harry subió a la parte trasera del coche, y enseguida se reunieron con él Andrea, Hermione, Ron, Bruno, y para disgusto de Ron, también Percy.

El viaje hasta King's Cross fue muy tranquilo. Los coches del Ministerio de Magia parecían bastante normales, aunque Andrea vio que podían deslizarse por huecos que no podría haber traspasado el coche de sus tíos.

Llegaron a King's Cross con veinte minutos de adelanto; los conductores del Ministerio les consiguieron carritos, descargaron los baúles, saludaron al señor Weasley y se alejaron, poniéndose, sin que se supiera cómo, en cabeza de una hilera de coches parados en el semáforo. El señor Weasley se mantuvo muy pegado a Harry durante todo el camino de la estación.

Andrea Bletchley y el prisionero de Azkaban ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora