Capítulo V

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N/a: Aviso que es un capítulo corto y a partir de ahora van a ser todos más o menos así (tal vez solo un poco más largos, pero muy poco)

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N/a: Aviso que es un capítulo corto y a partir de ahora van a ser todos más o menos así (tal vez solo un poco más largos, pero muy poco).

Al día siguiente, toda mi búsqueda se paralizó. Antes de que me secuestraran, pasaba todo mi tiempo libre, y en donde necesitaba respirar aire fresco, en la fuente de la plaza central. Iba allí con Zoe, con Monique o con Nash y me sentaba en el borde, a unos pocos centímetros de la caída del agua. Pasaba horas allí y, si no hacía frío, metía mis manos en ella y jugueteaba con las pequeñas olas que se generaban. Era mi lugar favorito de la ciudad y todos lo sabían. Por esa razón a un hombre que corría por allí por la mañana le llamó la atención como un desconocido dormía en una posición muy incómoda en mi lugar exacto. Luego de unas cuantas horas, a eso de las nueve de la mañana, el mismo hombre pasó por el lugar y descubrió que el desconocido seguía allí, durmiendo tieso como una roca. El hombre no se lo pensó mucho y se acercó a sacudir a la persona, pensando que podría tener hipotermia por el frío que hacía. Cuando lo toco, la capucha que cubría su cabeza cayo y desveló una cabellera naranja.

No era un desconocido, era yo. Era mi cuerpo; mi cadáver.

El hombre se espantó y retrocedió unos pasos. Sin ser capaz de ver mi rostro por más tiempo. Por supuesto que él me reconoció. Volvió a acercarse y me tomó el pulso. Y gritó muy alto al darse cuenta de lo evidente: estaba muerta. Con las manos temblorosas, llamó a la policía y anunció que me había hallado, aunque con su tartamudeo los oficiales no pudieron comprender que era un cadáver. Llegaron pocos minutos después y descubrieron lo que el hombre intentó aclararles por teléfono. Minutos después, todo el pueblo comenzaba a enterarse de lo que había sucedió.

El primero en recibir la noticia fue mi padre, que, en vez de cumplir con la solicitud de los oficiales, corrió a la escena del crimen. Literalmente corrió, mi casa quedaba a tan solo ocho cuadras. La segunda en ser informada fue mi madre. Ella fue más inteligente y, aguantándose las lágrimas que mi padre no fue capaz de contener, se subió a su auto y emprendió camino a la plaza central. Luego le informaron a la inspectora Kenna, a la que tuvieron que llamar en varias ocasiones porque por lo visto estaba con su novio desde muy temprano.

Los últimos en ser informados, a quienes les avisó la inspectora, fueron a Nash, Zoe y Cass. La reacción de mi novio no fue muy bonita. La llamada de la inspectora se cortó de golpe cuando él en medio de un grito lanzó el celular contra la pared. La de Zoe fue contrariada, en un inicio no pareció muy afectada y segundos después rompió a llorar sin creer que yo estuviera muerta. Quiero creer que sus lágrimas fueron de dolor y no de molestia porque le arrebataron la oportunidad de vengarse por lo que había hecho.

Ah, y Cass, la reacción de mi medio hermano fue la más interesante. Él tosió en un inicio, cuando mi mamá se lo dijo por teléfono, mientras bajaba de su auto para ir hasta la escena de mi asesinato. El niño después le dijo que no era gracioso, a pesar de que escuchaba como la voz de mi madre se había roto con las últimas palabras. Y por último se largó a llorar y a balbucear cosas ilegibles como que no podía ser cierto, que yo iba a volver. Fue absurdo, la verdad.

La inspectora Kenna llegó a la plaza cinco minutos después que mis padres. Tardó un poco en acercarse, porque ella podía apreciar en todo su esplendor la escena que estaban montando Terrence Cosgraves y Katherine Morgan. Ellos deseaban poder pararse a mi lado, poder abrazarme y no comprendían la insistencia de los oficiales para que se alejaran. En medio de su dolor no comprendían que era la escena de un crimen y que si se acercaban la estarían contaminando.

—Señor Cosgraves, Señora Morgan, necesito que se alejen del cuerpo —decidió hablar Kenna. Y fue un terrible error.

Los rostros de mis padres se transformaron por completo y ambos intentaron abalanzarse sobre la inspectora al mismo tiempo que le gritaban innumerables insultos. Tres policías los frenaron antes de que llegaran a ellas y mis progenitores estallaron aún más. Le reclamaron a Kenna por no haberme hallado a tiempo, por haber improvisado, por no haber investigado más. Le gritaban que era su culpa que me hubieran asesinado, que si me hubiera buscado bien en ese momento estaría viva.

La inspectora no los escuchó, ella prefirió acercarse un poco a mi cadáver, pero sin llegar a comprometer la escena. Sus ojos se posaron en los míos negros abiertos del todo, en mi cara de un color enfermizo, en mi ropa manchada con sangre, en mi cuerpo en esa posición en la que parecía dormir. Y por un segundo dejó de respirar. Había fracasado, en más sentidos de los que ella deseaba admitir. Porque mi muerte, para Kenna, significaba muchas cosas: haber fracasado en la búsqueda de mi captor y que, en consecuencia, yo estuviera muerta, lo que derivaba a innumerables críticas hacia ella, algo que podía hacer que perdiera su trabajo. Y, conociendo a mis padres, sabía que ellos no descansarían hasta la inspectora no le quedara nada.

Solo unas cuantas horas después, cuando ya habían tomado todas las fotografías y demás que necesitaban, se llevaron mi cuerpo a la minúscula oficina del médico forense. Ya todo el pueblo estaba enterado de mi aparición y de cómo me hallaba, así que la presión sobre el especialista era muy grande. Lo primero que le encargaron averiguar, aparte de la hora y la forma de mi muerte, era si había rastros de ADN del asesino. Y los principales sospechosos eran Zoe y Nash, a pesar de que la primera había pasado toda la noche en su casa custodiada por algunos policías. El único que Kenna pensaba que en verdad podría haberlo hecho era Nash, lo habían tenido que liberar la tarde anterior, al comprobar que su coartada era cierta, lo que le daba una ventaja de unas cuantas horas para asesinarme y dejarme en ese lugar, el lugar donde pasábamos tanto tiempo juntos.

Dos horas y media después, les dijeron a mis padres una aproximación de cuándo había muerto. No era una referencia concreta, puesto que la información más concreta se la darían al terminar la autopsia. En realidad, ni siquiera les deberían haber dado esa información, pero el gobernador del lugar estaba presionando para que todo lo que descubrieran fuera informado a mis progenitores sin demoras.

Yo había sido asesinada aproximadamente entre tres y dos días atrás. Eso los golpeó con fuerza, porque se dieron cuenta de que por mucho que hubieran presionado a Kenna, para cuando la policía se enteró de mi secuestro yo probablemente estaba siendo asesinada.

A finales del día siguiente, llegó el siguiente informe. Había muerto desangrada, alguien había cortado mi cuello y mis muñecas y me había dejado morir. En cierta medida, esa información era buena para el caso, puesto que si me habían desangrado en algún lugar del pueblo debía haber alguna pista. Otra parte del informe mencionaba que no se encontraban huellas ni ADN ajenos a mí y que tampoco habían identificado el objeto con el que habían realizado los cortes. En pocas palabras, les dijeron que no tenían ni una sola pista para poder arrestar a alguien y que debían seguir analizando mi cuerpo para ver si encontraban un indició, y lo que ellos y el resto del pueblo comprendió fue: había sido un asesinato perfecto, la persona que lo hizo había pensado detalladamente en cada paso que iba a realizar, y ese monstruo se hallaba entre ellos.

Por esa escasa información, Kenna decidió pedir una orden judicial para volver a investigar en mi casa y en todas las propiedades que mi familia poseía en Lercroft. Y con lo desconcertante y perturbador que estaba resultando el caso para un pueblo tan pequeño, el juez se la concedió casi de inmediato. Así que dos días después de que mi cadáver apareciera, Kenna irrumpió en la casa de mi padre y revisó mi cuarto de principio a fin. Tomaron todo lo que les pareció importante y fotografiaron hasta el último rincón para poder analizarlo a profundidad. De esa forma descubrieron que mi celular no estaba y que tampoco había aparecido con mi cuerpo. Entonces, intentaron rastrearlo toda esa tarde, sin éxito alguno. Pero lo que si consiguieron fue acceder a la información que tenía en él a través de mi computadora y allí descubrieron quien era el famoso chico con el que engañaba a Nash. Su nombre era Harlan Font, el mejor amigo de Cass.

El desvanecimiento de Keira Cosgraves (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora