Capítulo XI

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La orden de allanamiento tardó en llegar, la recibieron por la tarde, casi al límite que tenían por ley para hacerlo

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La orden de allanamiento tardó en llegar, la recibieron por la tarde, casi al límite que tenían por ley para hacerlo. No obstante, Kenna sentía que estaba muy cerca de descubrir la verdad, por lo que decidió proceder de igual manera, creía que las dos horas y media que tenían iban a ser suficientes. Cuando llegaron a la casa del profesor Kennett, él se mostró confundido e intentó impedir que entraran a pesar de la orden le estaban mostrando. Una vez que Kenna estuvo dentro con su equipo, el hombre intentó impedir por todo medio que revisaran sus cosas.

La casa, ciertamente, era un chiquero. En la sala y en el cuarto había ropa tirada por todas partes, como también papeles. El piso parecía que no había sido lavado en dos meses y las luces parpadeaban cada dos segundos. Además, las paredes estaban llenas de post-it con diferentes anotaciones. Estaba claro que el hombre no tenía cuidado con su entorno, a pesar de que trabajaba muy pocas horas en la universidad. Aunque tampoco me sorprendía, por lo que yo sabía de él, era un desastre completo, aunque en sus primeros años no había sido así, con el paso del tiempo parecía que su personalidad se fue derruyendo a partir de sus múltiples fracasos en el mundo del cine. Porque sí, Kennett había ido y venido de Lercroft intentando conseguir un trabajo como director renombrado y había fracasado por completo.

En fin, el punto es que comenzaron a buscar entre toda su basura, mas no parecían encontrar nada. El hombre ni siquiera tenía una carretilla y estaba claro que su auto era demasiado pequeño para crear las huellas del tamaño de una camioneta. Parecía que una vez más estaban investigando en vano. Pero Kenna ya había comprendido mi mecanismo. Ella sabía que cada una de las personas que aparecía como sospechoso estaba conectado a otra, sabía que ese hombre, aunque lo descartaran como el asesino, tenía información útil, todos la tenían.

—Siéntese, señor Kennett —dictaminó la inspectora. El hombre se negó e intentó arrebatarle una bolsa llena de papeles a uno de los oficiales.

—No pienso...

—Le dije que se siente —en esa ocasión su tono de voz fue más duro—. Mire, se lo voy a explicar de la forma más sencilla, si usted no colabora, lo podemos acusar de obstrucción de la justicia, es decir, lo podemos arrestar —dijo y se acomodó con tranquilidad sobre uno de los sillones que ya habían revisado.

Harold se sentó de mala gana y la observó con recelo. Aún no tenía idea de por qué se encontraban allí, Kenna le había pedido que le informara de su despido luego de que ella hablara con él.

—Acomoden el equipo de una vez —decretó y eso hizo que Kennett se levantara de un salto.

—¡¿Qué equipo?!

—Una cámara y un micrófono para registrar nuestra conversación. Sé que no es un método normal, pero el gobernador pidió que fuéramos más discretos con las personas a las que interrogamos, así que hablamos con ellos en sus casas y grabamos todo para no tener que llevarlos al cuarto de interrogatorios —informó con cansancio. Le comenzaba a fastidiar que Kennett fuera tan poco colaborativo.

El desvanecimiento de Keira Cosgraves (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora