Capítulo XIII

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Kenna se encontraba esperando en la sala de interrogatorios

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Kenna se encontraba esperando en la sala de interrogatorios. Ella era consciente de que el gobernador se enfadaría por eso, pero ya estaba cansada de proteger la identidad de los sospechosos. A pesar de todo lo que el hombre había intentado hacer para que el caso no causara tanto revuelo, desde el preciso instante en que descubrieron mi cadáver eso se había acabado. Ya era noticia en todo el pueblo, las personas seguían con rigurosidad los movimientos de cada uno de los oficiales que participaban en la investigación. Y más de un habitante de Lercroft se quejaba de la ineficiencia de la policía.

El sospechoso, Nial Orloa, ingresó a la sala de interrogatorios y fijó su mirada azul en los ojos de la inspectora. Por un momento, a ella su rostro le pareció vagamente familiar. Sentía que lo conocía de otra parte, mas no se le ocurría de dónde.

—Inspectora —saludó el hombre junto con un asentimiento—. Creí que los detectives eran los que debían estar a cargo de situaciones como estas...

—En Lercroft no contamos con ningún detective, el que estaba antes en el cargo se retiró unas semanas antes del caso —explicó antes de que los cuestionamientos siguieran.

—Que conveniente... —murmuró para sí y Kenna llegó a escucharlo.

—Sí, todos en la estación creemos lo mismo.

—No lo dudo. —Nial se acomodó en su asiento y relamió sus labios. Ya se hacía una idea de por qué se encontraba allí—. Creo saber el motivo de su llamado, es por el chantaje de la niña, ¿no? —inquirió con su voz llena de seguridad.

—Sí. Y si ya tenía en mente que lo íbamos a llamar, ¿por qué no vino antes? —comenzó con las preguntas.

—Porque iban a sospechar, no ustedes —se apresuró en aclarar—, sino que el resto del pueblo. Y no quería eso, lo que Keira sabía, es una información delicada para mí —informó con tono confidente mientras se inclinaba sobre la mesa para generar un ambiente más cerrado donde confiar lo que diría—. De verdad, agradecería mucho que, si no es estrictamente necesario, ustedes no divulguen de lo que vamos a hablar, preferiría que mis asuntos siguieran siendo... privados.

El tono confiado y presuntuoso del hombre le molestó. Al igual que su pose, parecía que se creía el dueño del lugar. Kenna le regaló una sonrisa forzada y comprensiva, para luego alejarse del hombre todo lo que pudo.

—No creo que usted este en posición de pedir eso, señor Orloa —denegó con tono cordial. La mandíbula de Nial se tensó—. Lo que sí puede hacer es decirnos qué era lo que deseaba Keira de usted.

El hombre se relamió los labios y suspiró. No parecía muy dispuesto a decir la verdad, pero era la única opción que tenía. Si él quería librarse de cualquier tipo de culpa, debía decir la verdad.

—Keira... —suspiró una vez más y gruñó, frustrado—. Keira, ella quería... Ya hice lo que la mocosa quería, en verdad no...

—¿Qué era lo que ella quería? —lo cortó Kenna, su paciencia ya era inexistente.

Nial en ese momento me detestaba más que nunca por estar muerta, porque de yo estar viva, nadie se enteraría jamás de su más grande secreto.

—Ella quería que dejara el puesto en la empresa de su padre. ¡Y lo hice! —se apresuró a aclarar. Kenna frunció el ceño, no comprendía mi petición.

—¿Por qué le pidió eso?

—Ella sabía algo.

—Necesito que sea más claro, señor Orloa.

—Ella consideraba que era un insulto para su padre, una burla, el que yo trabajara allí —expresó con velocidad, dejando toda su prepotencia y narcisismo de lado.

Nial comenzaba a temer lo que podría suceder si la inspectora se enteraba de la verdad. Si una sola palabra de lo que dijera allí llegaba a los oídos de mi padre, él podría despedirse de cualquier oportunidad laboral en Lercroft y en cualquier lado que se tomara la molestia de verificar con una llamada lo que dice en los currículos de sus posibles empleados.

—¿Por qué ella consideraba que era un insulto para el señor Cosgraves? —insistió con verdadero interés. Nial tragó de forma brusca y sonora.

—Porque...

—Deje de extender la respuesta, Orloa, de una forma u otra voy a enterarme, usted decide si va a ser de la forma sencilla o de la difícil.

—Yo era el amante de su madre, hace casi veinte años —confesó y casi al instante la mente de la inspectora hizo la cuenta.

—Es el padre de Cass Morgan —dedujo y el ceño de Nial se frunció con fastidio.

—Preferiría que eso quedara entre nosotros, no tengo intención alguna de conocer al mocoso —escupió con un tono que a la inspectora no le gustó ni un poco.

—Le recomiendo que cuide su lenguaje.

Nial volvió a relamerse los labios y reprimió una mueca.

—¿Cuándo fue la última vez que vio a Keira?

—Dos días antes de que desapareciera, en ese momento fue cuando me chantajeó —dijo sin titubear. Casi parecía una respuesta ensayada.

—Y dice que dejó el puesto en la empresa enseguida, ¿no? —inquirió ella mientras que revisaba unas hojas.

—Sí, es lo que hice.

—Es curioso, ¿no?

—Creo que no la comprendo, inspectora —comentó Nial con el ceño fruncido con extrañeza. El hombre ya no le encontraba un sentido a la conversación, le parecía de lo más extraña.

—Es curioso, porque, desde los últimos interrogatorios, comenzamos a comprobar hasta donde podíamos donde se encontraban nuestros sospechosos en los momentos que nosotros consideramos claves. De esa forma evitamos que nos mientan en la cara sin que lo notemos —expuso y Nial siguió sin comprender.

—Me gustaría saber a dónde intenta llegar contándome eso.

—Según nuestros registros, usted trabajó en la empresa Cosgraves hasta la noche en que Keira desapareció. Es más, usted estuvo la noche del apagón dentro de la empresa. Y lo curioso es que, usted, alguien que tenía mucho por perder si Keira hablaba, se encontró en el mismo lugar que uno de nuestros sospechosos principales la noche que ella desapareció... Quién sabe lo que podrían haber hecho ustedes dos juntos, tan cerca de la casa Cosgraves, a unos pocos metros del camino que tomó la camioneta...

—¿Me está acusando de algo, inspectora?

—No, por supuesto que no —negó ella, sin despegar su mirada inquisitiva de él.

—¿Estoy arrestado?

—No tenemos ninguna prueba contra usted, así que no, no lo está.

—Bien, de ser así, me retiro. No me gustan las insinuaciones que está realizando —masculló levantándose de su asiento.

Kenna no hizo nada para impedir que el hombre saliera. Ella ya había escuchado lo suficiente y sabía que Nial no iba a tener mucho más para decir. Por lo menos no por el momento. En ese instante, lo único que le interesaba a la inspectora era regresar a su casa y comenzar a pensar en las múltiples opciones de qué era lo que podría haber sucedido conmigo. Todo mientras que se tomaba un relajante e interminable baño. Después de todo, no podría hacer mucho hasta que los forenses terminaran de preparar los informes de la autopsia.

El desvanecimiento de Keira Cosgraves (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora