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T/N
¿Quién dijo que la vida de adulto era buena? ¿Quién en su sano juicio desearía ser un adulto independiente para desaparecer de su casa? Al menos eso sería lo que quisiera gritarle al grupo de chicos que estaban a mis espaldas alegando que cuando fueran adultos su vida sería mejor y sus padres dejarían de entrometerse en ellas.

"No, ellos siempre se entrometerían."

¿Por qué el autobús tuvo que arruinarse unas calles antes de mi parada? Ahora estaba aquí, esperando a que el semáforo cambiará. Una mujer embarazada se colocó a mi lado y la tristeza inundó mi corazón, un hijo... a mis 26 yo ya había perdido tres hijos, por una mala jugada del destino me toco una relación de cinco años con un sujeto que parecía alegrarse cuando le decía que estaba embarazada y a escondidas me daba bebidas con pastillas abortivas, solo de recordarlo me hacía querer castrarlo; no creo que los tipos como él merezcan estar en este mundo.

–No quiero –el grito de un niño llamo mi atención.

Este estaba por salir corriendo hacia la carretera, el semáforo habia cambiado a verde, no obstante, un auto que venía a toda velocidad no parecía tener la intención de detenerse. Pude escuchar el grito de todas las personas que estaban detrás de mí, por instinto corrí hacia él lo cubrí con mi brazos y ambos caímos al suelo; mi respiración estaba agitada debido al susto y la adrenalina, el pequeño que no parecía pasar de los seis años me miro con el susto impregnado en sus ojos, luego unas lágrimas amenazaban con salir y cuando menos lo espere este se sujetó a mi acompañado de un llanto de dolor o miedo.

–Tranquilo, todo esta bien –acaricié levemente su espalda, este pareció tranquilizarse un poco y ya solo lo escuchaba moquear–. Eso es, eres un chico muy valiente.

–Lo siento tanto, se soltó de mi mano –el pequeño me sujetó más fuerte–. Si algo le pasa, su padre me mata.

–Está bien, solo esta un poco asustado –lo alejé un poco de mí, puse mis manos en su pequeño rostro y sus mejillas estaban todas húmedas–. Vamos a levantarnos ¿sí? –él asintió. Nos movimos al otro extremo de la calle.

–Su brazo, déjeme llevarla al hospital –el hombre de traje parecía estar preocupado y asustado. Y de no ser por él ni siquiera me habría dado cuenta de mi golpe.

–Estoy bien, creo que no paso a mayores, pero si pudiera llevarlo a él al hospital me haría sentir mejor –podía sentir su pequeña mano sujetando mi pantalón sin ninguna intención de soltarlo.

A lo lejos vi como el autobús estaba por llegar y estaba por despedirme, pero él seguía sin soltarme y a eso agregarle que seguía mirándome con sus ojos asustado.

–¿Iras al hospital? –él negó–. Si vas al hospital mi brazo estará mejor, ¿estas preocupado por mi brazo? –asintió con tristeza–. Te prometo que si vas al hospital mi brazo se curará más rápido –pude ver como sus ojos se iluminaron ante mi mentira–, entonces...

–Lo hare –que voz tan dulce y tierna.

–Bien –rebusque una paleta en mi bolso, cuando la encontré se la entregue al hombre de traje que nos miraba con impresión–. Si vas al hospital él te dará esta paleta, pero si no, él deberá regresármela ¿bien? –asintió triste.

–Déjeme llevarla al hospital a usted también –él era muy insistente.

–Estoy bien —mentí, empezaba a sentir dolor–. Mejor llévelo a él, tengo una entrevista y no puedo faltar.

–Pero... –lo pensó unos minutos al ver que no cederia– Al menos déjeme pagarle el taxi –esa fue una petición a la que no pude negarme.

Me giré nuevamente hacia el pequeño y este soltó mi pantalón, me despedí de él y cuando subí al taxi me inundó una extraña sensación ¿así se sentirá tener un hijo? El taxista me preguntó por la dirección, luego de dársela emprendió camino. Si le decía a mi jefe que la razón de llegar tarde era por dármelas de héroe, ¿me creería o me mataría? Mi ropa estaba hecha polvo, con rasguños y llena de sangre; sin duda, trabajar para Y&J Company no estaría en mis planes.

Al llegar a la empresa fui en busca de un baño, lavé un poco la herida y sí, definitivamente tendría que ir al hospital. Al salir del baño, pude escuchar como decían mi nombre; me apresure y fue en ese momento que me percate que mi pierna también se habia golpeado.

–Aquí –la mujer me miro de pies a cabeza por mi ropa y pude escuchar su risa burlona.

–Pase.

Al entrar, la silla del escritorio estaba de espaldas y podía escuchar la voz del hombre sentado en ella, parecía preocupado, enojado y frustrado; se giró y puso el teléfono en su escritorio. Me miro y pude ver su expresión de desagrado por la vista que mi ropa ofrecía, vamos señor, no se deje influenciar por mi ropa, déjeme demostrarle que soy el monstruo que necesita para que todo sea aún más perfecto.

Una Nueva InfluenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora