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T/N
En cuanto mi madre se diera cuenta de que no estaba en casa me mataría, pero culpare a mi instinto monstruoso de querer venir a arreglar la pila de papeles que habíamos dejado el viernes en la oficina, luego de eso prepararía el café y revisaría las reuniones pendientes, también tendré que preparar el material correspondiente de la semana y sobre todo daré mi mayor esfuerzo para poder aguantar los juegos de paciencia del señor Jungwon.

Saludé al vigilante con una sonrisa y le ofrecí una caja de galletas que tome de la cafetería, él correspondío mi saludo y tomo las galletas con una gran sonrisa, pese a la hora algunos trabajadores ya empezaban a hacer acto de presencia; mire el reloj de mi muñeca y eran exactamente las 5:30 de la mañana, hora perfecta para empezar. Seguramente vendría como a las ocho de la mañana, quizá hoy empezaría a llevar a sus hijos a la escuela ¿quién diría que nuestro preciado jefe tiene problemas con sus propios hijos?

Me detuve frente a la puerta al ver que estaba un poco abierta, ¿los de la limpieza no habrán cerrado bien la puerta? Puse mi bolso en el perchero y me sorprendió al ver qué había más desorden del que recordaba, podría jurar que esto no estaba así; se veía como si un terremoto hubiera pasado arrasando con gran furia.

"El cuarto de Heeseung se veía justo así."

–¿No es muy temprano?

Caí al suelo al sentir una voz detrás de mí, mi corazón estaba por salirse del pecho y juraría que mi instinto de golpear se habían puesto alerta.

–¿Se-Señor Jungwon? –me ofreció su mano– No-No lo entiendo ¿que hace usted...

Mis palabras quedaron en el aire al ver su rostro lleno de golpes y su camisa con algunas gotas de sangre, alguien había tenido una buena noche. Sin decir nada salí por un botiquín y cuando regrese lo ví tomando un cigarrillo que rápidamente le quite de las manos, puse mi mejor cara al sentir su típica mirada asesina cada que yo hacía algo que no era de su agrado. Señalé la silla en la que pasaba la mayor parte del día, sin tapujos él obedeció; puse el botiquín sobre el escritorio y me coloque frente a él simulando estar sentada en el escritorio, si que había sido una buena pelea.

–¿No preguntará nada?

–¿Quiere contarme algo? –nuestras miradas chocaron y yo solo pude sonreír–. No se preocupe, trataré de ser rápida, estoy acostumbrada.

–¿Por su hermano? Supongo que él también se metía en peleas –murmuró, cerró los ojos en cuanto puse un poco de pomada en su labio.

–¿Heeseung? –no pude evitar reírme a carcajadas, era la primera vez desde que empecé a trabajar que me reía de ese modo– Mi hermano es mas suave que un algodón, me refería a mi.

–¿Usted? –podía notar la sorpresa plasmada en toda su cara, no sabía disimular.

–Era una problemática de lo peor, Heeseung me curaba, pero, un día simplemente dijo que me enseñaría como hacerlo para que supiera lo que cuesta.

–¿Y le costó?

–Claro, pero luego de aprender... –guarde silencio y me hizo recordar a aquellos momentos en los que aceptaba cualquier trabajo por dinero– Luego de aprender me metía en muchos más problemas.

–No pensé que la señorita Lee fuera de ese tipo.

–Señor, hay muchas cosas que no sabe –coloqué más pomada sobre sus nudillos–. Que esta faceta sea un secreto.

–Tratare de llevarme su secreto a la tumba –poso su mirada sobre el desorden y los papeles tirados en el suelo–. Perdón por esto.

–Hare café y luego recogeremos esto, ya que acepto la culpa tendrá que ayudarme.

Una Nueva InfluenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora