5.2

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Paso una semana entera para poder ir a Moondrey sus padres últimamente le hacían videollamadas para saber cómo estaba y que estaba haciendo. Diciendo que querían conocer a un chico o chica, algo que les diera el consuelo que no estaría sola cuando ellos ya no estarán. A Beth le preocupo y preguntó si estaban enfermos, su madre respondió con una sonrisa y su padre con una carcajada, se iban de excursión por el este de Canadá, así que no estarían mínimo un mes en el país.

Beth negó divertida sus padres eran únicos.

Se termino de alistar y tomo las llaves de su auto para irse a Moondrey. Hoy volvería a encontrar a alguien.

Llegó a las puertas para placer era una conocida suya la que estaba en la puerta y la dejo entrar. No estaría como loca en la fila que estaba ya formada.

—¿Hace mucho no te veo qué ha sido de ti?

—Trabajo.

—Comprendo. Bien me alegro por ti, ahora está el palco doce listos si lo quieres.

—Una mesa sería mejor.

—Claro.

Los palcos eran las habitaciones abiertas en la segunda planta del bar, los que los diferenciaban de las mesas VIP eran que realmente estaban cerradas al pasillo. Tenían el balcón y ese mismo se podía cerrar.

Pero esos solo eran buenos si venían acompañados ya que era muy raro que pasaran personas a ellos.

—Aquí, esta mesa está cerca del palco quince que también esta desocupada por si quieres entrar después.

Beth asistió—. Gracias —. Anna era encantadora como mesera.

—¿Martini?

—Sí.

—¿Aceituna negra o verde?

—Negra.

—Bien. Pronto regresare, estas en tu casa.

Beth tomó asiento y miró a todos en la pista, un cuadrado perfecto lleno de personas bailando y moviéndose al son de la música con el juego de luces azules y rojas.

No había un escalón como For's, ni cintas de separación, solo el suelo liso, las diferencias eran las mesas con manteles y la calidad de servicio. Moondrey era conocido como el amor de la noche, el amante de la luna.

Todos podían pasar entre las mesas y conversar, todos sabían lo que querían en el nivel dos, la segunda planta era conocida por eso. Si querías una cita linda y suave, la primera planta era perfecta. Si querías un privado la tercera era la correcta, si querías una sesión en grupo la cuarta y última planta era la indicada, la segunda era ideal para aquellos que buscaban algo en específico, como ella, Beth buscaba y cazaba algo bonito.

Miro con avidez a la multitud de la segunda planta, su bebida estaba casi vacía, no tenía ganas de perder el tiempo cuando alguien le hablo.

—¿Quién eres?

Beth alzo la mirada, el chico era guapo, alto y su cuerpo era... grande. Le encantó. Pero sabía que no podía hacerse ilusiones, el tipo tenía madera de mariscal de campo. Y si eso era con la testosterona no veía que fuera su tipo así que mejor ir descartando a los que no están el menú.

—Soy La Maestra.

—¿La maestra? Oye cariño no crees que es algo raro—y ahí se fue su oportunidad, el tipo ni sabía de lo que estaba hablando, pero el que estaba atrás de él sí, ya que lo vio levantar una ceja y sonrió. No era su contra parte, era un igual. Así que adiós al segundo tipo sexy de la noche.

—Piérdete, chico. —murmuró al sexy número uno.

—¡Bah! —hizo cara de molestia, pero se fue.

El sexy número dos se le acerco. Y la miró detallándola, ella sabía que no era su tipo ¿entonces qué quería?

—Conozco a alguien para ti. —la voz del tipo sexy número dos era grave y profunda.

—Ya. —pauso un momento, no era una principiante en esa vida, pero el tipo le llevaba más tiempo— y ¿por qué me lo dices? —le dijo cruzada de piernas en el banco alto del balcón.

—Es tímido creo y la verdad esta algo tenso, la última vez fue hace algún tiempo. —Beth levantó una ceja. —él es muy... Arrg... bueno esto es complicado.

—Descomplícalo sabes. Si eres el que le consigue las citas debes tener experiencia diciendo en que es bueno para tomarlo en cuenta. ¿No lo crees? —se burló un poco. Beth lo escuchó murmurar algo.

— Y bien. —apremio, no quería perder el tiempo.

—Es ése— lo señaló y Beth se sorprendió. Si ahora lo entendía con solo verlo sus manos picaban. Sonrió.

—Ya entiendo, así que solo lo señalas y ya.

—Tiene lo suyo, yo solo trato que no ande como un perro por los callejones pidiendo limosna.

—Eres algo de él. —preguntó sin rodeos.

—Solo soy un amigo, como un hermano. Nada más. No te preocupes.

—Bien. Haz que venga, si funciona lo aceptaré, si no buscaré a otro.

—Yo te lo enviaré, Maestra.

Beth sonrió, era genial, no quería problemas con terceros, además tenía el tiempo limitado en la ciudad. El primero que 'pesco' era un novato y no aguanto mucho. Una noche, aprecia los de una noche, pero quería algo más, por lo menos que le durara una semana. Después otro tipo que con la experiencia  de una semana. Quería algo que durara.

¡Era mucho pedir!

—Umm, hola. —volteó y miró al hombre que el 'sexy número dos' le señaló. Si. Ése era un dios griego.

—Así que tú eres el cachorro. —lo miró fruncir los labios y junto las cejas de forma cómica y linda. Pero lo que le importaba era cuanto sabía del tema. —Así que dime, que te trae por aquí, la ciudad. —enfatizó.

—Trabajo, estoy en el equipo de baloncesto de Dallas City.

—Trabajo, que cosas más irónicas, tu trabajo te llevo a mis vacaciones.

Beth detalló cada parte del hombre, era por lo menos unas trece pulgadas más alto que ella, tenía cabellos oscuros y ojos marrones. Su piel trigueña bañaba todo su cuerpo o lo que veía.

Tomó un trago de su bebida y el tipo no pudo evitar seguir su movimiento, pero a pesar de ser un dios griego, sabía que el tipo podía ser una decepción o podría ser el mejor polvo que hiciera por allí, no quería que la primera cita saliera así.

Realmente, no lo quería.  

La Maestra y el Vaquero ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora