veintiséis

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Se colocó los pendientes con cuidado. Cotidiano Ismael observó su reflejo en el espejo, su cabello caía sedoso a sus costados y había aplicado un poco de crema en sus piernas. Preparó su discurso, su sonrisa más amable y trató de canalizar su atención en resaltar todos los logros que los Cotidianos habían hecho en la sociedad. 

—¿Sigues murmurando para ti? —escuchó cerca suyo. Ismael se volvió, del baño salió William con el cabello húmedo y una toalla cubriendo sus partes íntimas. El Omega recobró la atención al espejo—. Te ves bien. 

—No tuve mucho tiempo para prepararme —confesó, notando que los pendientes no iban a combinar con su ropa. Se los quitó, eligiendo esta vez perlas blancas—. ¿Crees que estas se ven mejor? 

—A ti no te gusta usar esto —murmuró el Alfa acercándose a la cajita llena de joyas. Ismael se encogió de hombros, solamente tenía su bata de baño y eso fue algo de lo que se percató el Alfa. Suavemente se acercó, tomándolo de la cintura y metiendo una mano traviesa dentro de la prenda. Las mejillas de Ismael se calentaron y negó con la cabeza. 

—Tengo que prepararme bien. No practiqué mi discurso. 

—Mmnh —murmuró el Alfa hundiendo la nariz en el cuello ajeno. Ismael se estremeció al sentir los dedos acariciar sus pezones. La mano de William se adentró entre sus piernas y lo sintió sonreír contra su piel—. ¿Me das unos minutos para mí? 

Ismael se volvió, sus manos se posaron en el rostro del Alfa y lo besó húmedamente. Se colgó de su cuello, haciendo puntitas de pie mientras el otro le quitaba la prenda del cuerpo. El Omega enterró los dedos entre las hebras del cabello mojado y sintió la lengua caliente chocando con la suya. Las feromonas dulces del Cotidiano cubrieron la piel del Alfa, bañándolo por completo toda su esencia. William no dio más vueltas, se arrojó con él contra la cama y le abrió las piernas. Ismael hizo a un lado la toalla que envolvía la cintura del hombre y sintió el miembro erecto contra su mano. 

Lo miró a los ojos, el lubricante natural del rizado ya liberaba su esencia por el ambiente. Siquiera lo preparó, el Cotidiano cerró los ojos, frunciendo el ceño y conteniendo la respiración cuando lo sintió entrar por completo de una embestida. Bajó la mirada, apretando el vientre y soltando todo el aire cuando salió de su interior. Por un segundo pudo ver el miembro duro y húmedo en lubricante de su Alfa, los ojos claros de Ismael se dilataron al verlo entrar de nuevo y lo besó apasionadamente cuando se acercó. Estaba flojo por la noche anterior y aquella mañana. William solía ser así de intenso cuando regresaba después de varios días lejos de su hogar. El Cotidiano solamente lo dejaba, volviéndose hiper sensible y húmedo siempre. Podía sentir el cosquilleo de su estómago al verlo y la saliva se le escapaba  de la boca. 

Se le calentaba el vientre y su cuerpo mismo llamaba al Alfa por atención. Era involuntario, era la necesidad de su naturaleza artificial de complacer al hombre. Ismael hizo a un lado el cuello, gimiendo suavemente mientras lo sentía besar su piel. No marcas le susurró y así el Alfa lo miró. Sus ojos destellantes lo hicieron estremecer al momento de sentir sus dientes apretar su piel. Ismael apretó débilmente las manos contra los hombros al sentirlo. Las duras embestidas no lo dejaron respirar bien, su cuerpo, su fuerza. William tomó sus manos y las colocó a sus costados, besándolo nuevamente y aprisionándolo contra la cama. 

—Ya... ya... —gimió, sin poder respirar. La saliva se le escapó de los labios, sus ojos cristalizados bajaron a su vientre, podía sentir la calidez del semen, podía oír la humedad y sonido de sus cuerpos al unirse una y otra vez. William lo embistió tres veces más, y en la última lo penetró profundamente lento. El Omega lo miró, sus ojos cristalizados se cerraron y apartaron la mirada cuando el nudo del Alfa creció dentro de él. Los ojos de William destellaron un rojizo puro, una suavidad que besó el cuello del Omega y lo sostuvo tiernamente.

Cotidiano IvarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora