tres

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Respiró otra bocanada de aire cuando lo sujetaron de golpe, las gotas de agua resbalaron por su barbilla, sus mejillas, la mirada de Ivar estaba irritada y le picaba, le dolía. Tanto que un quejido salió de sus labios cuando intentó cubrir su rostro con los brazos. El agua fría chocó contra su piel y su ropa entera se mojó, sus pantalones holgados, la camiseta blanca, sus rizos cayeron como las hojas de un árbol en otoño sobre su rostro. Y ahí estaba, frente a él, su aroma picante, tan intenso que su propio autocontrol se vio afectado por sus feromonas. La mirada cristalina de Ivar se levantó, vacía, asustada. 

—Limpien su cuerpo —oyó y volvió a arrastrarse sobre el suelo, el omega pegó un gruñido cuando lo tomaron de los tobillos y lo sujetaron con fuerza, las manos, el pesado ambiente lo sofocó como a un animal, los jadeos y la respiración acelerada que empezaba a tener su cuerpo dio a entender que estaba alerta. Los circuitos mentales dentro de su cabeza empezaron a funcionar con tardía cuando le despojaron a tirones sus pantalones, su camiseta. La mirada de Ivar se pegó a su cuerpo desnudo, a sus lunares, su piel lechosa y sus piernas grandes. Su cabeza volvió a doler cuando sintió feromonas de excitación alrededor suyo. Y sin embargo, su mirada latente y perturbada se levantó—. Para ser un Omega desnudo frente a tres alfas estás bastante tranquilo, cariño. 

—No soy Omega para ustedes, no soy Omega para alfas como tú —habló fuerte y claro, su voz se alzó como una advertencia y su mirada no se intimidó ante aquellos colmillos que sobresalían con fiereza. Aquél alfa corpulento se había puesto en el camino de su destino, de Henry Weston. Ivar jadeó y quedó quieto cuando los pasos fuertes de ese hombre se asomaron a metros suyos—. De nadie. 

—Humn, bastante osado para ser un Cotidiano, ¿No lo crees, Ivar? —murmuró y se agachó frente del Omega, la mirada azulada de Ivar chocó contra aquellas orbes cafés intenso, en aquél rostro varonil, en las ligeras arrugas a los costados de sus ojos, y la fuerte fragancia picante y pura que liberaba cada poro de su cuerpo. Ivar tragó saliva cuando recorrió el cabello corto, negro, en el cuerpo grande y la fuerza peligrosa de todo alfa. Aquella presencia parecía ser un gran receptor que confundía sus principios, que confundía su cuerpo, puesto que Ivar sintió el propio cosquilleo en su vientre ante una jerarquía superior como lo era aquél hombre—. Mira nada más, ¿Tú eres consciente de lo que eres, chico?

La mirada de Ivar se oscureció. Sus receptores notaron el leve cambio de ambiente, en los movimientos de los alfas detrás de aquél. En aquellas manos ajenas que se acomodaron los pantalones. 

—¿No dirás nada? —murmuró, y toqueteó suavemente un rizo desecho—. ¿No dirás nada porque eres ignorante de la respuesta... O porque tienes miedo de lo que ocurra? 

Ivar apretó los puños. 

—No soy Omega... Para ti. 

—No, claro que no —comentó, tomando del cuello al chico, el cuerpo de Ivar se puso alerta, su mirada, sus manos, los receptores hicieron cortocircuito dentro de su cabeza cuando sintió que el peligro lo acechaba con cercanía—. Tú no eres Omega, eres un Cotidiano. Un cotidiano bastante caro que me costó hasta los huevos conseguir, así que Ivar, querido, sé que eres consciente de lo que pasará ahora mismo. 

El omega tragó saliva, perturbado, las sensaciones nuevas dentro de Ivar fueron como una avalancha de arena que se adentró por todo su cuerpo. Ivar negó y pareció que su fuerza lo abandonó de un segundo al otro cuando la mano de aquél recorrió sus brazos, su cintura. La voz profunda del Cotidiano se escuchó bajita. 

—Envenena mi cuerpo... Y lo lamentarás, lo lamentarás como nunca. 

—Tú estás hecho para esto.

Rugió y la mirada de Ivar se oscureció por completo cuando el alfa lo azotó contra el suelo, el omega gritó, su fuerza, sus músculos se volvieron notorios cuando forcejeó con violencia. El alfa lo tomó de los brazos, de las piernas. El sentir demasiadas manos sobre él provocaron que entrara a la desesperación misma, a sentir cosas feas, porque Cotidiano Ivar estaba preparado para soportar alfas grandes, su anatomía, su cuerpo, su mentalidad estaba preparada para ver cosas terribles y sin embargo, cuando sintió la lengua espesa y caliente sobre su cuello un aullido desgarrador inundó su garganta. Porque por primera vez había sentido las manos de un alfa sobre su cuerpo, su fragancia, sus toques. 

Porque Ivar había sentido el dolor rotundo e insoportable de la mordida de un alfa sobre su nuca, y se había dado cuenta al segundo siguiente que no estaba preparado para esto. 

Los colmillos se enterraron en su piel tierna, en sus nervios, su alma. En la mirada de Ivar y los movimientos erráticos de su cuerpo, y sus manos dejaron de luchar, sus piernas, su corazón, su mirada se volvió opaca y la primera lágrima cayó de sus ojos cuando sintió que su piel se abría y la sangre espesa y rojiza manchaba el suelo. Y se alejó, le arrancó con tanta fuerza que Ivar gritó desesperado cuando el alfa se alejó con la boca cubierta de sangre, porque su cuerpo tembló, su fuerza, su mente, su corazón pareció dejar de latir cuando notó que aquél ser le había arrancado todo destino en sus manos. 

Y cuando aquél escupió en su mano la vida de Ivar cayó entre la sangre y la saliva, chiquita, pequeña, su razón de vivir era del tamaño de una uña. La razón de vivir para un Cotidiano se la habían quitado de un mordisco. 

—Sea quién sea tu alfa destinado... Ya no existe —murmuró. La respiración de Ivar se volvió errática, su cuerpo, su llanto, sus huesos empezaron a doler, su corazón, su cabeza, su mirada se volvió salvaje al segundo que se arrastró por el suelo como un animal rabioso, la saliva resbaló de su boca y sus uñas rasgaron la piel de los brazos del alfa. 

—¡Devuélvemelo, dámelo, dámelo! —rugió y se puso de pie, su rostro se volvió irreconocible, su voz, la furia en su cara era tan monstruosa que las feromonas dispararon con rapidez por toda la habitación. Aquél artefacto era todo lo que tenía, era su escudo, su alma. El cuerpo de Ivar empezó a contraerse, a sufrir calor, frío, a sufrir el dolor por todas partes, sus manos cubrieron sus brazos, su cuerpo, su desnudez, las feromonas de excitación se liberaron, las de terror, las de miedo, las de felicidad. La habitación se volvió un lío de esencias, un lío de llantos y gritos, porque Ivar sintió que su piel se caía, sus dotes, su fuerza. El grito desgarrador que surgió de sus labios destelló el tímpano de toda persona en aquél lugar, mientras perdía sus memorias, sus propósitos, las garras en sus manos salieron, la esencia en su cuerpo dejó de ser bonita y suave, se volvió pútrida, asquerosa, y la mirada, la mirada de Cotidiano Ivar se volvió tan monstruosa e irreconocible que la sangre que salía de su nuca se volvió lo menos importante de todo. 

Porque cuando Cotidiano Ivar se desplomó en el suelo, temblando, los alfas a su alrededor dudaron en acercarse. 

—¿En eso acabó tu billón de dólares? —escuchó el alfa frente al Omega, su mirada recorrió el cuerpo desnudo, en las marcas de sangre, en la mirada vacía de aquél espécimen extraño. 

—No... —murmuró, y una sonrisa ladina decoró su rostro—. Es aquí... Donde cada puto billete empieza a valer. Tenemos un Cotidiano, un Cotidiano completo a nuestra merced. 















Pregunta de la semana; ¿Leyeron otras de mis obras, o esta es la primera? Si es la primera, qué tal, soy Hunter ;) 

Cotidiano IvarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora