seis

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—Es una caricatura antigua —lo escuchó murmurar y prestó atención a la televisión. El alfa lo miró con cuidado, notó que los ojos de Ivar se dilataban y su rostro se volvía inexpresivo al ver la pantalla. Las luces iluminaron su rostro, y notó aún la humedad en su barbilla. Se mordió los labios y llevó una mano a su boca cuando recorrió sus rizos, su espalda, sus músculos y su gran y bonito trasero. Tom y Jerry se reflejaba en la televisión y había captado por completo la atención del Cotidiano.

Sonrió y se levantó con cuidado, buscó en el suelo su ropa interior y se la colocó con rapidez. Cuando escuchó la puerta avanzó, rascó un poco su cabeza y la abrió. Sus ojos se encontraron con unos mieles y notó la mirada llena de sorpresa de aquél Omega.

—Jared —murmuró y cerró un poco la puerta, se recostó en el umbral y miró discimuladamente su cuerpo. Traía el vestuario de esa noche, los pantalones holgados, de tul que dejaban notar el pequeño short que cubría sus partes íntimas. Notó en él el aroma dulzón, en su piel aceitada, perfumada, miró las joyas sobre su cuello y se relamió los labios—. Estás muy lindo.

—Estamos por empezar —murmuró bajito y notó que su ceño se frunció, un mechón de su cabello negro cayó sobre su rostro y lo removió con rapidez.  Notó su inquietud, su disgusto, lo notó en su mirada a pesar de no revelar ninguna palabra—. ¿Qué haces vestido así?

—Probé al Cotidiano —habló y Jared frunció el ceño, notó que su rostro se contraía y que tragaba saliva. De repente sus mejillas se volvieron más rojizas, por el maquillaje, y por su propio enojo y vergüenza.

—¿Ahora te van los muñecos defectuosos? —preguntó y su rostro tembló al decirlo. El alfa lo miró con intensidad hasta que el Omega apartó la mirada, notó que su pequeña mano cubría su boca, suspiraba, y volvía a ser el mismo de siempre. Su mirada fría y enojada se clavó en él—. Necesito un adelanto. 

—De acuerdo —murmuró y cerró un poco la puerta, se podía escuchar Tom y Jerry desde ahí—. Te lo daré mañana temprano, hoy te ocupas de los más grandes. 

—Debes alistarte ya —habló y se volvió un poco, miró de soslayo, frío. Jared era un Omega celoso, pero solía ocultarlo a veces, el alfa sonrió, y se mordió los labios cuando el chico se fue. No pudo detener sus ojos cuando miró sus piernas aperladas, bonitas y suaves. 

Se adentró una vez más a la habitación y se encontró con Ivar frente a la televisión, de pie, tan quieto que parecía un muñeco de cera. Se quedó unos segundos en su lugar, esperando que sus receptores notaran su presencia, pero el chico siguió congelado. 

—Te dañarás los ojos si te acercas mucho —habló, Ivar se volvió, sus ojos dilatados, su rostro serio. De repente, notó su belleza extraña. 

A la primera noticia que COTIDIANO OMEGA sacó supo que ese producto sería suyo. La verdad era que no estaba del todo interesado la primera vez que salió Ismael al mercado, cuando lo presentaron, cuando habló por primera vez. Prefería lo real, los Omegas un poco más gorditos y sensibles, pero ahí estaba. Ahí estaba su primer Cotidiano de pie, desnudo, tan serio. Sentía un poco de inquietud en su interior cada vez que Ivar parecía desconectado del mundo, cada vez que se perdía en las cosas. Sabía que era un Omega estratégico, salvaje, extraño, pero la mayoría de sus capacidades se habían perdido al arrancarle la memoria del cuello. Ahí, donde su mordida relucía en una cicatriz bajo una venda. 

Cotidiano IvarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora