prólogo🔖

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Hipofrenia;

sentimiento de tristeza sin causa aparente

*

Muchos dicen que el amor a primera vista no existe, pero David pudo desmentir eso. 

¿Cuando se conocieron? Hace ya muchos años, cuando ambos eran estudiantes de secundaria. 

Era una tarde de otoño cuando su amigo Samuel los presentó en aquella cafetería, su primer pensamiento fue "¿Y quién es ese muchachito tan guapo?". Aunque luego se dio cuenta de que no fue solo un pensamiento, ya que al parecer estaba tan embobado que lo había dicho en voz alta y su amigo había escuchado lo que había dicho, su respuesta fue "Él es Alejandro, aunque muchos le llaman Alex".

Aún no lo sabía pero aquel muchachito iba a ser alguien muy importante en su vida. ¿Quien diría que un chico podría hacerlo enloquecer tan pronto?

Como todo en la vida, fue difícil. Alex, como solían llamarlo, no fue alguien fácil de conquistar; pero con sus encantos y perseverancia logró lo que algunos creían imposible.

Todo iba tan bien, tiempo después de acabar sus estudios, se comprometieron y hasta se casaron; y como en toda vida de adultos decidieron irse a vivir juntos.

Los dos eran felices en aquella pequeña casa que lograron comprar con bastante esfuerzo.

O eso parecía hasta hace unos meses.




...

— Buenas noches, cariño.

Alex siempre recibía a David con un beso en la mejilla, pero desde hace un mes el mayor ya no mostraba el mismo afecto hacia él como antes.

— ¿Estás cansado? ¿Quieres que te prepare algo?

Aunque los dos chicos trabajaban, el menor acababa más temprano; y aprovechaba su tiempo en ordenar la casa y apoyar en su pareja.

— No, solo un café- respondió al fin Fargan.

El de cabello castaño se sacó su saco, dejándolo a su lado en el sofá en el que estaba sentado.

— Ahora mismo te lo traigo- Alex fue rápidamente a la cocina, para pasarle la bebida que le había pedido- este saco me lo llevo yo, lo pondré en la lavadora.

— Alex- el mayor lo detuvo, poniendo una de sus manos en la mejilla del menor para darle un par de caricias- gracias por todo.

Bravo solo esbozó una sonrisa, para luego seguir con su camino. Tomó la prenda y como en otras ocasiones, antes de ponerlo en la lavadora lo olfateó por unos segundos. El olor que más se distinguía era la vainilla.

Ninguno de los dos usaba alguna loción con ese aroma, por lo que confirmaba más sus sospechas.


David lo estaba engañando.





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estoy agradecida de que nadie lo haya leído cuando lo publiqué la primera vez, porque tarde me di cuenta que tenía que corregir un par de cosas-

hipofrenia; fargexbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora