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Dhejah había pasado más tiempo con su hermana de lo que hubiera pensado al principio de la guerra. La verdad es que no conocer a tus familiares, o sólo recordarlos muy vagamente, era lo tradicional en la Orden. Dhejah había perdido a su padre antes de poder conocerle bien, y lo mismo había pasado con su madre. Sin embargo, Jira había sido criada por los dos. A veces, Dhejah sentía que sólo su hermana pequeña era una verdadera Ernark. Sentía que ella era una impostora, una extraña que llevaba el nombre de, la que había sido, una de las familias más importantes de Thunij.

Sólo Jira tenía la oportunidad de continuar con el legado (porque el Código prohibía a Dhejah el tener hijos y porque su padre no había tenido hermanos). Aun así, Dhejah estaba bastante segura de que había pocas probabilidades de que Jira tuviera hijos, o que se casara. Al menos no en el futuro próximo.

Aquella noche, su teoría se desbarató.

Jira le dio la bienvenida en cuanto llegó al apartamento. Dhejah había ido sola, incluso sin su astromecánico, y decidió aceptar la oferta de su hermana para quedarse a cenar. La mayor ya se había dado cuenta de que Jira había comenzado a prescindir de su servicio más y más. Desde la desarticulación de la Resistencia Thunense, sólo algunos guardias del Senado vigilaban la entrada de su apartamento por las noches. El resto eran droides, uno de cocina y un droide de protocolo que recogió la capa de Dhejah antes de que ella se sentara a la mesa.

Su hermana llevaba el pelo recogido, pero ondas castañas le caían por la nuca y alrededor de la cara, como si estuvieran colocadas ahí a propósito. Quizás lo estaban: Dhejah no entendía mucho de moda. Llevaba puesto un vestido azul, sencillo, pero con algunas flores más claras bordadas en el bajo de la tela. Se sentó frente a ella en la mesa, con una sonrisa en la cara.

—Me alegro muchísimo de que hayas podido venir, Dhejah.

La Maestra Jedi asintió con la cabeza.

—Yo también tenía ganas de verte.

El pequeño droide de cocina se acercó a servir la cena en unos platos de porcelana muy blanca. Dhejah no pudo evitar fijarse en las manos de su hermana mientras esta servía vino. Si no hubiera sido una Jedi, entrenada para controlar sus emociones, estaba segura de que hubiera soltado una exclamación de sorpresa. Por el contrario, no movió ni un músculo al ver el anillo en la mano derecha de su hermana, en el dedo índice.

Para cualquier otra persona, no se hubiera tratado más que de un anillo decorativo. Era sencillo, plateado y sin piedra. Sin embargo, en la tradición thunesa, era ese el dedo que se reservaba para la alianza de matrimonio en la mano de una mujer. Ningún anillo que no fuera uno de compromiso o de matrimonio se pondría en ese dedo.

Dhejah se sirvió agua. Le dio un trago a la copa mientras pensaba.

—¿Estás segura de que no quieres una copa de vino, al menos? —le preguntó Jira con despreocupación.

BLAME ━ Obi-Wan KenobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora