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Dhejah intentó serenarse antes de seguir a Obi-Wan, y cuando pasó junto al cadáver de Sietes, no pudo ni mirarlo.

No hay emociones: hay paz.

No hay ignorancia: hay sabiduría.

No hay pasión: hay serenidad.

No hay caos: hay armonía.

Dhejah no sentía armonía. Sentía el lado oscuro de la Fuerza, cada vez más cerca.

No hay muerte: existe la Fuerza.

Relajó los hombros y miró a Axton. Él se había vuelto a poner el casco, y tenía el bláster alzado, listo para luchar, mientras hablaba en susurros con el capitán Rex. Obi-Wan Kenobi encendió su sable láser y miró a Dhejah. Ella asintió. El hombre se giró y empezó a perforar la compuerta.

Brandar miró a los soldados heridos que quedaban atrás. Esperaba que no murieran en ese terrible templo, como los demás. Había estado en muchas misiones con la Maestra Ernark, pero en ninguna habían muerto tantos soldados que conocía tan bien. Sólo Axton, Backster, Liat y Ermon eran los veteranos que quedaban en pie. Los demás eran nuevas adiciones a la Compañía Tormenta, novatos que morirían pronto en misiones peligrosas como aquella.

Brandar sabía que su Maestra era consciente de que aquellos hombres habían... Bueno. Habían nacido para morir. Sin embargo, ella siempre era la más afligida cuando era el momento de decir adiós. Por eso, creía Eross, a Dhejah no le importaba ocuparse de las misiones más tranquilas. Brandar siempre había querido participar más activamente en la guerra, pero al ver tantos cadáveres, comenzaba a arrepentirse de aquel deseo.

Kenobi acabó de perforar la compuerta y Dhejah usó la Fuerza para apartar el material y crear un agujero. Los Maestros Jedi fueron primero, los sables en alto. Axton y Brandar les siguieron, con el resto de los clones detrás, mientras Rex y Cody iban en la retaguardia, por si acaso. R3 se había quedado con los heridos.

—Están vivos —susurró Kenobi. Aquel pasillo parecía idéntico a los demás: oscuro y frío, decorado con esas criaturas en todas las paredes y el techo—. Los percibo.

—Yo también —murmuró Dhejah.

Pero también percibía a Ventress, lo que significaba que ella también vivía.

Obi-Wan iba un poco más adelante, y se giró para mirarla. Llevaba el sable láser alzado en vertical, y su luz iluminaba sus facciones y su barba, tan rojiza como su pelo castaño. Sus ojos azules (aunque ahora a Dhejah le parecían grises, pero quizás era sólo el pasillo y su esencia macabra) fueron de su cara a su pierna y de vuelta a su rostro. Le estaba preguntando si estaba bien. Ella asintió y el hombre volvió a girarse hacia el frente.

BLAME ━ Obi-Wan KenobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora