013.

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Obi-Wan corría como nunca. Las persecuciones no eran lo suyo, prefería dejárselas a Anakin, que era joven y lo suficientemente impulsivo como para dejarse llevar por la adrenalina, pero sabía que la captura de Ventress podría ser de gran ayuda para acabar con la guerra, así que aterrizó en el suelo tras precipitarse por la ventana y continuó tras la aprendiz de Dooku.

Era posible que Ventress tuviera un plan de escape. Siempre conseguía darles esquinazo a los Jedi en el último momento, pero eso no hizo que Kenobi se detuviera mientras se adentraba en los callejones de la ciudad. Colocó el sable láser en su cinturón cuando oyó el transmisor pitar.

—¿Tu posición? —preguntó Dhejah por el dispositivo.

Obi-Wan apretó un botón para mandarle las coordenadas, sin detenerse ni un momento. Continuó corriendo hasta que perdió el rastro de la mujer. Paró en el sitio, concentrándose, y cerró los ojos para intentar sentirla a través de la Fuerza.

Hacía frío, y se habían metido en una angosta calle de suelos de piedra húmedos.

Tras momentos de concentración, Obi-Wan no sintió a la mujer que buscaba, sino que percibió a Dhejah, acercándose a gran velocidad. Frunció el ceño, no queriendo centrarse en ella, aunque era complicado. Podía sentir su confusión y su dolor desde donde estaba. También sentía furia, mucha furia, fuerte e incandescente, y se asustó durante un instante, intentando convencerse de que aquella debía de ser una emoción de la Sith y no de su amiga.

Cuando Dhejah le alcanzó, subida en un deslizador, no había nada en su cara que le dijera a Obi-Wan lo que de verdad sentía. Su expresión era impertérrita, como siempre que algo la molestaba, y él se subió en el vehículo tras ella.

—Le he perdido el rastro —le explicó mientras la mujer giraba por una calle más espaciosa.

Dhejah sacudió la cabeza.

—Pero yo no.

Obi-Wan no pudo sacar nada en claro de su tono de voz, y decidió que esperar a que se calmara era su única posibilidad. Dhejah condujo rápidamente, pero aquello no era un problema porque las calles estaban desiertas.

Kenobi se agarró a los lados del vehículo mientras la mujer aumentaba la velocidad. Se estaban acercando a un hangar industrial.

—¿Cómo estás tan segura de que está aquí? —le preguntó sobre el ruido del motor.

O ella no le oyó, o pretendió no hacerlo.

Detuvo el deslizador en la entrada de la nave, y Obi-Wan hizo un agujero en la compuerta: no tenían tiempo para jugar con los controles. Una vez dentro, Kenobi agradeció no estar más en la oscuridad. Las luces estaban encendidas, pero el hangar estaba completamente desierto, sin contar las cajas enormes apiladas en las esquinas y la nave de Ventress en el centro.

BLAME ━ Obi-Wan KenobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora