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El niño estaba a su lado, la cara sangrienta, el labio partido y el ojo derecho, morado. Le habían cortado la trenza de Padawan, había dicho, aunque Axton pensaba que se la habían arrancado cruelmente durante la primera ronda de interrogaciones. Se había quedado dormido, más bien por el cansancio puro que debía sentir, y la cabeza rubia había caído sobre el hombro del clon.

Todo el equipo recordaba el día en el que habían conocido a Brandar Eross. Un mes después de su primera batalla junto a la general Dhejah Ernark, esta les había presentado al pequeño. Era alto para su edad, Axton supuso, delgado, pero aparentemente fuerte, y aunque era muy joven, la guerra que estaba sacudiendo la galaxia le había hecho convertirse en un aprendiz Jedi a muy temprana edad.

Axton le había saludado al estilo militar, dispuesto a presentarle a sus hombres al Padawan, pero el niño había dado un paso al frente y había abrazado al clon. Bueno, más bien, había rodeado su torso con los brazos de manera muy incómoda, porque, aunque era alto, no lo eran tanto como las tropas. Nunca nadie había abrazado a Axton en su corta vida. Por eso, aunque no había sido más que un saludo poco formal y bastante convencional, el gesto no se le olvidó nunca.

Desde ese día, Brandar Eross no sólo era el Padawan de Dhejah Ernark: también era el hermano de todos los hombres de la Legión 335. Uno más, sí. Y, a su corta edad, el brillo alegre y despreocupado que solía iluminarle los ojos ya no estaba.

Aquellas cosas, aquellos monstruos, se lo habían robado.

Axton escuchó un grito desde la sala de interrogatorios, no muy lejos de la celda donde le tenían a él y a sus hombres. La voz de su general, femenina y clara, era inconfundible.

Frente a él, un novato estaba intentando tragarse las lágrimas. Cerró los ojos para no poder ver la escena.

Pensó en Jira.

Su dulce y pura Jira.

Desde que habían vuelto de Thunij, ella le había contactado todos los días. Antes de separarse, le había regalado un nuevo transmisor, uno que ahora estaba roto, o perdido, quién sabe, y eso había hecho que pudieran tener una vía para transmisiones seguras y privadas esos días. Echaba de menos su voz.

Habían hablado de todo: de la guerra, del Senado... Eso era lo que, al fin y al cabo, consumía sus vidas.

No le había costado darse cuenta de que se había enamorado de aquella mujer. Quizás era porque le escuchaba, más que por su belleza incomparable. Le dejaba hablar durante el tiempo que necesitara, y, después, le regalaba una sonrisa.

Estaba claro que una mujer como ella no podía sentir nada por él. ¿Por qué lo haría? Ella era una senadora de la República. Él, un clon que podría morir en cualquier momento.

Abrió los ojos. Volvió a cerrarlos al instante.

Sí, su final llegaría pronto.

Por eso mismo, se dijo que, si sobrevivía a este asalto, se aseguraría de decirle a Jira Ernark que no podía dejar de pensar en ella. Que, en sus momentos más duros, eran sus rasgos los que intentaba recordar a la perfección.

BLAME ━ Obi-Wan KenobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora