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Dhejah se dejó caer en la silla del piloto, con Axton al lado. El hombre se quitó el casco y lo dejó en el suelo para manejar los controles de la nave.

—Todo un éxito, general Ernark.

Ella sonrió mientras despejaba de la plataforma. La luz de la tarde en Coruscant bañaba el transporte, cegándola por momentos con el brillo anaranjado del sol.

—¿Y cuándo no es un éxito, comandante?

Él asintió, casi riendo.

Habían interceptado unos archivos de la República antes de que estos llegaran al mercado negro, y Dhejah se sentía bien en su zona de confort: misiones como ésta, en los barrios bajos de grandes planetas, era las que solía hacer con su antiguo Maestro y como Caballero Jedi. La idea de Dhejah era mantener al cazarrecompensas con vida para poder interrogarlo, pero se había pasado de listo y a Dhejah no le había quedado otra que decapitarlo. El hombre había intentado apuñalar a Axton en el cuello tras sacarle el casco de un golpe, y Dhejah había tenido de actuar rápidamente. El asesinato no era el estilo Jedi, pero por lo menos no había sido un hombre desarmado. Eso sí que hubiera ido en contra de sus morales.

Era raro llevar esa tarea a cabo con la ayuda del comandante, pero Brandar estaba en otra misión junto a la Padawan de Luminara Unduli, Barris Offee. Dhejah sabía que el chico haría un buen trabajo: sólo tenían que asegurarse de que una fragata con suministros llegaba a Kamino.

Aún así, Axton había hecho un gran trabajo, y Dhejah presentía que le había gustado salir de la usual zona de guerra. Sin embargo, a ambos les esperaba la batalla dentro de poco; eso estaba claro.

Ambos pilotaron la nave de vuelta al Templo Jedi, pero antes de llegar, R3 avisó a la Maestra Ernark de había una transmisión entrante.

—¿De mi hermana? —le preguntó al droide—. Está bien, proyéctala.

La figura de Jira Ernark apareció en el holograma sobre los mandos. La senadora de Thunij compartía su melena castaña con su hermana, así como los ojos marrones y brillantes de su gente. Sin embargo, los parecidos acababan ahí. La mujer de la transmisión llevaba puesto un ajustado vestido verde, decorado con encajes negros y blancos, ropas típicas de su planeta natal, y llevaba el pelo suelto y ondulado a propósito, no como los peinados alocados de su hermana. Era preciosa, con rasgos de muñeca de porcelana, y Axton no podía creerse que esa era la hermana de su general, que, como otros Jedi, siempre vestía ropas aburridas y de tonos tierra.

—Hola, Jira —saludó Dhejah.

—Hola, hermana —sonrió la mujer—. ¿Estás en Coruscant?

La Jedi asintió.

—Sí, estás de suerte, ¿qué necesitas?

El holograma de la mujer miró a Axton por un momento. Levantó las cejas y luego volvió a dirigirse a su hermana; de repente parecía desesperada.

BLAME ━ Obi-Wan KenobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora