3. El lado oscuro

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La nave en la que se había organizado la fiesta se encontraba sorprendentemente más cerca de Boston que de Sudbury. Wyatt había conducido el viejo coche que según le había contado le habían dejado sus padres al cumplir la edad, durante algo más de media hora, pero no había resultado ser un viaje incómodo. Metallica estuvo sonando todo ese tiempo en el equipo de música integrado en el auto y ella consiguió que la escasa conversación estuviera centrada en la música. Al final había sido un viaje agradable y sin duda hubiera deseado quedarse en el coche viajando varias horas más que haber entrado a ese lugar. Wyatt la había colado en la fiesta simplemente saludando al portero amistosamente, lo que confirmó sus sospechas de que esa fiesta tenía de legal lo mismo que ella de reina del baile de primavera, ninguno de los dos tenía los veintiún años requeridos. Dentro la gente bailaba apretadamente llenando cada rincón de ese lugar donde no se oía nada a parte de la atronadora música que el DJ estaba pinchando, al menos era música de cierta calidad, había escuchado música electrónica mucho mejor que esa, pero no iba a pedirles más a esos pobres borregos, y ella era de la opinión de que no era necesario quedarse sordo para captar todos los matices de los músicos. Trató en un primer momento de soportar el agobiante calor que se pegaba a ella más que la gente que los rodeaba, y ya era decir, pero finalmente le pidió a Wyatt dejar su cazadora en el guardarropa de la entrada. Debía admitir que ver la ceja alzada de él cuando descubrió su camiseta por encima del ombligo con una de las últimas carátulas de Within Temptation fue divertido.

Después de un primer reconocimiento y una copa, el negocio empezó a llegar a él. Porque sí, había descubierto que esa fiesta no era más que un negocio para Wyatt, uno para nada lícito, ¿pero qué podía haber esperado de un rebelde como lo era él? En cierto modo, lo que le tranquilizó fue darse cuenta que a pesar de estar vendiéndolas, él no parecía con ganas de probar ninguna de esas drogas; eso y que no se olvidaba de ella, era la versión moderna y un tanto excéntrica de un caballero, siempre atento a su damisela y a mejorar sus negocios. Aun así no le costó llegar a la conclusión de que no le gustaba ese ambiente. Sentía su cuerpo sudado y sucio, sus oídos retumbaban y su olfato le pedía a gritos que lo sacaran de allí. Además estaba ese pequeño detalle de los hombres, varios años mayores que ella, que la miraban con lascivia y hacían que se estremeciera cada poco, era una sensación demasiado conocida para ella y le resultaba repugnante. Pero incluso con todo eso aguantó estoicamente, compartió algunos comentarios y risas con Wyatt, terminó una refrescante copa que consiguió que su mente se nublara un poco, y se movió siguiendo el ritmo de la música cuando reconocía alguna canción de sus investigaciones por internet. Sí, aguantó hasta que en un descuido se separó de Wyatt y se vio completamente sola, rodeada de personas que no conocía y que iban más colocados que los renos de Islandia en sus fiestas de las setas, y sin un modo de dar con él de nuevo.

Parecer un cervatillo asustado debía atraer a las fieras porque pronto, sin saber cómo, acabó entre las garras de un tipo, una cabeza más alto que ella y con demasiada fuerza, bien sujetas a su pequeña cadera mientras le hablaba en el oído con esa voz pastosa obra del alcohol y las drogas y el aliento ardiente chocando contra su piel. Entonces maldijo a Wyatt y su gran idea de traerla con él a ese lugar, no debería haber confiado en él de ningún modo, seguramente ni se habría dado cuenta de que había desaparecido o no se molestaría en buscarla hasta la hora de marcharse, eso si la recordaba cuando eso pasara y no la dejaba tirada en medio de la nada.

—Suéltame —pidió empujando, o tratando de hacerlo, a ese abusón cuando una de esas manos grandes y grasientas apretó su trasero.

Por medio segundo creyó que milagrosamente le había hecho caso, luego vio que había sido Wyatt quien había tirado del hombro del tipo pese a ser más corpulento para apartarlo de ella. El baboso se giró cabreado, listo para la pelea, pero el chico sólo se apartó del puñetazo, y lo rodeó para llegar hasta ella, la cogió de la mano y se alejó de allí casi llevándola en volandas los primeros metros. Se detuvo mirando atrás a Audrey, comprobando que estuviera bien, pese a que con esas luces parpadeantes era difícil. Le había dado un buen susto, sólo se había girado unos minutos de más porque un imbécil creía que le podía regatear y se había esfumado. La había buscado entre el mar de cuerpos diciéndose que no podía ser tan difícil de encontrar, la chica no era muy baja y tenía el pelo azul. Quizás debería haber propuesto otra cosa, otra clase de fiesta en la que no tuviera que concentrarse en vender, pero no podía perder por completo una noche como esa, necesitaba el dinero o nunca saldría de ese agujero de mierda en que vivía, pero si le pasaba algo... Wyatt soltó un poco el aire contenido, aunque el rostro de Audrey aún mostraba la angustia y sus ojos marrones mucho más miedo del usual. Su mano le acarició la mejilla sin que él tuviera constancia de haber dado la orden, pero no la apartó de golpe al percatarse, sólo la movió para rodearla por los hombros protectoramente y conducirla al estúpido guardarropa, no debería haberse dejado convencer de dejar la ropa ahí, retrasaba las huidas de emergencia. Y después, al exterior.

Caramelo de limónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora