2. Dar y recibir

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En aquel recóndito punto del patio del colegio, su rincón de paz, Wyatt revisó la ubicación de su arsenal de chuletas mientras fumaba un cigarrillo con impunidad. En la siguiente hora tenía un examen de química, la profesora Burns siempre era la primera en martirizarles, sólo llevaba mes y medio de clases, y eso daría el pistoletazo de salida para que el resto del profesorado hiciera lo mismo. Eso significaba que iba a ponerse mucho sus pantalones de exámenes, solía usar vaqueros, pero esos los había comprado especialmente para esos momentos, eran negros, con múltiples bolsillos y doble forro, lo que quería decir que, como ya le había pasado alguna vez, aunque algún profesor le hiciera vaciarse los bolsillos no encontraría las chuletas incriminatorias. Le resultaba bastante divertido ver sus caras de frustración, todos estaban mosqueados, hasta el de matemáticas que era la única clase en que no copiaba (tenía facilidad para entenderlas y una chuleta en esa asignatura no tenía demasiada utilidad). Se dio por satisfecho con la ubicación de cada una de sus obras de arte en miniatura, hacer chuletas era un trabajo muy sofisticado. Dio la última calada al cigarrillo, tiró la colilla y la pisó cuando la campana sonó señalizando el final del descanso.

Atravesó como un Moisés la algarabía de estudiantes que se apresuraban a cerrar sus taquillas y entrar a su aula correspondiente, incluso a esa hora era mejor tomarse más tiempo y esperar a que todos entraran, pero había estado meditando algo y tenía que comprobar si seguía pareciendo tan factible como en las dos horas previas. Entró al aula y se dirigió a su asiento con una sonrisa extendiéndose por sus labios al ver que Audrey seguía con la nariz metida en el libro y los apuntes, pasaba páginas apenas sin leerlas por ser los últimos minutos antes del examen y sólo incrementaba su nerviosismo.

No había avanzado mucho en su propósito de tirársela, aunque sí hablaba a ratos con ella y la incordiaba otro tanto cuando el aburrimiento en una clase alcanzaba cotas insospechadas, al fin y al cabo, esa era la función de su compañero de delante, porque ella le interesara algo más no iba a quitarle el trabajo. Pero no había progresado en la dirección correcta, ni siquiera parecía surtir mucho efecto su físico como el resto del sector femenino de la clase. No era un ciego respecto a sus cualidades aunque tampoco fuera por ahí vanagloriándose como el imbécil estrella por excelencia de Brad. De modo que iba a hacer una gran excepción e iba a poner su sabiduría al servicio de ella, pero a cambio de llevarla a un ambiente más propicio para avanzar en la dirección que quería.

Palmeó la cabeza de la chica al pasar por su lado, de vez en cuando lo hacía, había que ceder un poco a la súplica de esos ojillos asustadizos, y en los dos pasos que le quedaban para llegar a su pupitre la vio bajar la cabeza y hacerla rebotar contra el libro. Se rio con ganas.

—Eso no va a hacer que no suspendas, luego vuelvas a suspender y a partir de entonces pases las tardes de los miércoles en la encantadora compañía de Burns.

La amargura fue clara en el ovalado rostro de la chica que hizo un puchero ante la desesperación.

—Odio la química, siempre la he odiado, es la cosa más inservible del mundo entero a no ser que quieras montar un laboratorio de crack como en Breaking Bad —protestó suspirando largamente—. Pero eso no sería un problema si no fuera porque además no consigo encontrarle sentido a los problemas.

—Son todos iguales con otros números, si tienes el de muestra puedes solucionar todos —contestó llamando su interés, sentado contra la pared tan relajado como siempre.

Audrey lo miró frunciendo los labios y llenando de aire los carrillos.

—Tú estás muy relajado, pero nunca atiendes en clase —apuntó. Dado que química solía ser después del descanso, Wyatt solía llegar con energías recargadas para distraerla. No se quejaba, de verdad odiaba la química, si no fuera por la insistencia de su madre por la asignatura, y porque si no la cogía no la habría dejado mudarse, se habría liberado de ella hacía años—. Y el problema es que no logro aprenderme el problema base, valga la redundancia.

Caramelo de limónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora