11. El azar es nuestro segundo maestro

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Salió del edificio de oficinas con una sonrisa y su cilindro porta dibujos bajo el brazo. El trabajo había sido un éxito, aunque después de ocho años dándole a los rotuladores, habiendo hecho logos corporativos para tantas pequeñas empresas, que esperaba crecieran para que le pagaran una buena vida en el futuro, ya sabía cómo ganarse a los clientes y con unas palabras podía conocer realmente el estilo que querían, que no siempre coincidía con lo que pedían y te hacían hacer retoques una y otra vez para llegar a él.

Wyatt se abrochó la americana y ajustó el cuello negro, aún quedaba mucha mañana por delante, la reunión había sido temprano, y en Boston siempre hacía frío a esas horas. Con ese éxito y nada urgente que hacer por el momento, decidió pasar a un centro comercial cercano en busca de una película para ver esa tarde con palomitas, esperaba que ya hubieran sacado "Big Hero 6", la había visto en el cine con su enano y ambos la habían disfrutado metiendo follón en la sala.

En la planta de multimedia miró los letreros, no había entrado nunca en ese comercial, estaba bastante lejos de su casa. Giró a la derecha, había discos de música, después películas y por último videojuegos, iba a ser un buen paseo, por el momento no le gustó el sitio, le hacía la competencia a los aeropuertos con ese pasillo eterno. Escuchó su móvil sonar indicándole un nuevo correo, lo sacó del bolsillo de sus vaqueros para comprobar de qué se trataba, siendo autónomo tenías que estar atento a lo que te daba de comer, pero no alcanzó a leer el e-mail antes de chocar con alguien.

—Disculpa, iba dis... —se interrumpió al reconocer a la mujer que había atrapado antes de que cayera—. Audrey, este modo de saludar es extraño hasta para ti.

La mujer lo miraba con los labios fruncidos y frotándose la frente.

—Eres tú quien no sabe cómo hacer que caiga en tus brazos —protestó antes de sonreírle. No se veían desde la reunión de la promoción, casi un mes atrás, había querido llamarlo, pero los compromisos de su trabajo en esa época del año, justo cuando estaban terminando de preparar los discos que saldrían para Navidad, la tenían bastante absorta—. No te había visto nunca por aquí.

—No había pisado nunca este sitio —reconoció Wyatt tras liberar la cintura de la mujer—. Tenía que entregar un trabajo por aquí.

—Qué casualidad, yo me he escapado del trabajo —contestó riendo—. Suelo venir cuando tengo tiempo a ver las novedades musicales.

—Así que haciendo pellas, esa no era una habilidad tuya, qué malas influencias has tenido que tener —bromeó.

Ella sonrió de lado recorriéndolo con la mirada.

—Muy malas —aseguró—. En realidad le hago un favor a mi empresa, yo lo llamo estudio de mercado.

Wyatt sonrió y pensó que ya que se habían encontrado podía aprovechar la oportunidad, no fuera a pasar otro mes hasta que se toparan o encontrara un momento de completo ocio para acordarse de que tenía su tarjeta en alguna parte.

—¿Te apetece un café entre tanto trabajo?

—Claro, acabo de escuchar el último disco de un tal Maluma y te aseguro que ha sido un duro trabajo no romperlo.

—Eso merece un café —concordó con humor caminando hacia la salida—. Entonces, ¿en qué trabajas?

Audrey sonrió misteriosamente, cogió su mano y tiró de él hacia uno de los reproductores de música, le puso los cascos teniendo que alzarse de puntillas y se apresuró a coger un disco de un grupo desconocido para él y pasar el código de barras para que lo escuchara.

—No está mal —dijo bajándoselos—. ¿Encajas cascos a la gente?

Ella rio y negó con la cabeza.

Caramelo de limónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora